INTRODUCCIÓN:
Pocas escenas en la historia de la humanidad son tan solemnes y conmovedoras como la Última Cena. Aquella noche, en el cenáculo, se condensaba toda la historia de la salvación: el Dios hecho hombre compartía su Cuerpo y su Sangre con los suyos, instaurando el Sacramento del Amor. Pero entre los Doce había uno que, aunque lavó sus pies como a los demás, ya había vendido a su Maestro por treinta monedas. La pregunta que nos lanza esa escena, y que ha intrigado a fieles, teólogos y santos durante siglos es: ¿comulgó Judas? Y si lo hizo… ¿cómo es posible que alguien comulgue y, al mismo tiempo, traicione al Hijo de Dios?
Esta pregunta no solo tiene valor histórico o teológico, sino también profundas implicaciones espirituales y pastorales para cada uno de nosotros hoy. Porque en cada Misa, también nosotros estamos sentados a la mesa del Señor. ¿Con qué corazón lo hacemos? ¿Con fe viva, o con indiferencia? ¿Con amor… o con traición?
Vamos a adentrarnos en este misterio, con la Palabra de Dios, el Magisterio de la Iglesia, la sabiduría de los Santos y el corazón atento.
1. ¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS?
Los relatos de la Última Cena aparecen en los cuatro Evangelios, pero los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y Juan lo relatan de forma distinta, especialmente en cuanto a la secuencia de los hechos.
- Mateo 26, 20-29 y Marcos 14, 17-25 describen que Jesús anuncia la traición durante la cena, antes de la institución de la Eucaristía.
- Lucas 22, 14-23, sin embargo, menciona primero la institución del Sacramento y luego el anuncio del traidor.
- Juan 13, que no relata la institución de la Eucaristía, pone mucho énfasis en el lavatorio de los pies y en el momento en que Jesús ofrece un bocado a Judas, como señal de su traición inminente.
Entonces… ¿comulgó Judas antes de irse o ya había salido cuando Jesús consagró el pan y el vino?
2. LA PREGUNTA QUE DIVIDE A LOS TEÓLOGOS
A lo largo de la historia, ha habido dos grandes posiciones teológicas sobre este tema:
a. Sí, Judas comulgó.
Esta opinión fue sostenida por algunos Padres de la Iglesia como San Agustín y San Juan Crisóstomo, y muchos teólogos posteriores. Según ellos:
- Judas permaneció durante toda la Cena, y recibió el pan y el vino consagrados como los demás.
- Jesús, sabiendo que lo traicionaría, le ofreció Su Cuerpo con amor, dándole una última oportunidad de arrepentirse.
- Judas rechazó esa gracia, lo que convirtió su comunión en un sacrílego acto de traición final.
Esta visión, además de profundamente dramática, muestra la misericordia inagotable de Cristo, que ofrece incluso al traidor la posibilidad de redención.
b. No, Judas no comulgó.
Esta posición la defendieron, entre otros, Santo Tomás de Aquino y diversos teólogos de la Edad Media. Se apoyan en:
- El Evangelio de Juan 13, que dice: “Después de recibir el bocado, salió inmediatamente; era de noche”.
- La interpretación de que el “bocado” que Jesús ofreció a Judas no era la Eucaristía, sino un gesto de cortesía (pan mojado en salsa), propio de los banquetes judíos.
- Por tanto, Judas habría abandonado el cenáculo antes de la institución del Sacramento.
Esta visión refuerza la idea de que la comunión exige fe y disposición, y que Cristo no habría permitido un sacrilegio tan atroz en ese momento tan sagrado.
3. ¿QUÉ DICE LA IGLESIA?
El Magisterio de la Iglesia no ha definido dogmáticamente si Judas comulgó o no. Es decir, no hay una respuesta definitiva que sea de fe. Es un tema abierto a interpretación, aunque con implicaciones espirituales muy serias.
Sin embargo, la liturgia, la tradición y el sentido pastoral han tendido a resaltar el peligro de la comunión sacrílega, usando el ejemplo de Judas como advertencia.
San Pablo ya advertía a los primeros cristianos:
“Quien come y bebe indignamente el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación” (1 Corintios 11, 27-29).
Muchos Padres de la Iglesia veían en Judas la figura del cristiano que comulga en pecado mortal, que está presente físicamente, pero ausente espiritualmente. Es decir, su cuerpo se acerca al altar, pero su corazón está lejos de Dios.
4. LA DIMENSIÓN PASTORAL: ¿QUÉ NOS ENSEÑA HOY ESTE MISTERIO?
Aunque no sepamos con certeza si Judas comulgó o no, lo que sí sabemos es que su corazón no estaba en comunión con Cristo. Y eso es lo que importa verdaderamente.
Hoy, miles de católicos se acercan cada domingo a comulgar. Muchos sin confesarse durante meses o años, o sin conciencia clara del valor de lo que están recibiendo. ¿No nos hemos convertido, muchas veces, en pequeños Judas?
a. La comunión no es un derecho automático.
Es un regalo inmenso, pero requiere estar en gracia de Dios. Esto implica haber confesado los pecados mortales y tener el deseo sincero de vivir en amistad con Cristo.
b. La comunión sin fe ni conversión es sacrilegio.
Y no es simplemente una «falta de devoción», sino una ofensa gravísima al Cuerpo del Señor. Como dice el Catecismo:
“Quien es consciente de haber cometido pecado mortal no debe recibir la Eucaristía sin haber recibido antes la absolución en el sacramento de la Penitencia.” (CIC 1385)
c. Judas tuvo todo… y lo rechazó.
Vivió con Jesús, escuchó sus palabras, vio sus milagros, participó de la Cena… ¡y aún así lo traicionó! No basta con “estar cerca” de Jesús exteriormente. Hay que abrirle el corazón, amarlo de verdad y dejarse transformar.
5. JUDAS Y NOSOTROS: UN ESPEJO INQUIETANTE
Judas no es solo un personaje del pasado. Es un espejo inquietante para cada uno de nosotros.
- Cada vez que elegimos el pecado por encima del amor de Dios, lo estamos vendiendo por nuestras treinta monedas: comodidad, placer, vanidad, orgullo…
- Cada vez que nos acercamos a comulgar sin haber perdonado, sin haber confesado, lo estamos traicionando con un beso.
- Pero también, cada vez que nos arrepentimos con humildad, Jesús está allí para perdonarnos, como perdonó a Pedro que también lo negó.
La diferencia entre Pedro y Judas no está en el pecado, sino en la respuesta al amor de Cristo. Pedro lloró, volvió y fue abrazado. Judas desesperó y se cerró al perdón.
6. EL MENSAJE FINAL: LA MESA SIGUE PUESTA
Jesús sigue celebrando su Cena en cada Misa. Sigue partiendo el Pan y entregándose por nosotros. Pero sigue también lavando nuestros pies, mirándonos con ternura… y preguntándonos:
“¿Me amas?”
Antes de acercarte a comulgar, examina tu corazón. ¿Hay algo que necesitas confesar? ¿Hay alguien que necesitas perdonar? ¿Hay una herida que necesitas entregar? No tengas miedo. Corre al confesionario. Corre al Amor.
Porque si hoy comulgamos como Judas, corremos el riesgo de alejarnos para siempre. Pero si comulgamos como Juan, reclinados sobre el pecho de Cristo, entonces la Eucaristía nos transformará y nos salvará.
CONCLUSIÓN:
¿Comulgó Judas? Tal vez sí. Tal vez no. Pero esa no es la pregunta más importante.
La verdadera pregunta es: ¿cómo comulgas tú?
Que esta reflexión nos lleve a una fe más viva, una comunión más consciente, y un amor más auténtico al Santísimo Sacramento. Porque, al final, todo se juega en ese instante en el que te acercas al altar… y Jesús te mira a los ojos.