«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5:8). En un mundo donde la autoridad y el poder suelen asociarse con la opresión o la corrupción, la tradición católica nos ofrece un modelo sublime: el de los monarcas cristianos que, revestidos de blanco, encarnaban no solo el gobierno …
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