En el corazón de la ciudad de Zaragoza, España, yace una historia que trasciende el tiempo y el espacio, una historia que nos habla de fe inquebrantable, de sacrificio heroico y de la victoria del espíritu sobre la adversidad. Es la historia de Santa Engracia y los innumerables mártires de Zaragoza, un testimonio que, aunque ocurrido hace siglos, resuena con una fuerza especial en nuestro mundo contemporáneo, donde la persecución religiosa, la indiferencia espiritual y la búsqueda de sentido siguen siendo temas urgentes.
El contexto histórico: La persecución bajo el Imperio Romano
Para comprender la magnitud de este relato, es necesario situarnos en el siglo IV, en los últimos años del Imperio Romano, cuando el cristianismo comenzaba a expandirse pese a la feroz oposición de las autoridades paganas. El emperador Diocleciano, en un intento por restaurar la unidad del imperio, desató una de las persecuciones más cruentas contra los cristianos, conocida como la Gran Persecución (303-313 d.C.). Fue en este contexto de opresión y terror donde surgieron figuras como Santa Engracia y sus compañeros mártires, quienes prefirieron entregar sus vidas antes que renunciar a su fe en Cristo.
Zaragoza, entonces conocida como Caesaraugusta, era una ciudad próspera y estratégica dentro del imperio. Allí, una comunidad cristiana florecía en secreto, alimentada por la esperanza del Evangelio y la certeza de que Cristo había vencido al mundo (Juan 16:33). Sin embargo, esta comunidad pronto se vio enfrentada a la cruel realidad de la persecución.
Santa Engracia: La joven mártir que desafió al imperio
Santa Engracia, una joven noble de origen portugués, es una de las figuras más emblemáticas de este martirio colectivo. Según la tradición, Engracia viajaba desde Braga hacia la Galia para contraer matrimonio, pero al pasar por Zaragoza, se encontró con la noticia de la persecución contra los cristianos. Movida por un profundo amor a Cristo y a sus hermanos en la fe, decidió interceder ante el gobernador romano para defender a los cristianos perseguidos.
Su valentía, sin embargo, no fue bien recibida. El gobernador, enfurecido por su audacia, ordenó que fuera torturada. Engracia fue sometida a crueles suplicios, incluyendo el desgarramiento de su cuerpo con garfios de hierro. A pesar del dolor, se mantuvo firme en su fe, proclamando que su sufrimiento era un honor, pues participaba de la pasión de Cristo. Finalmente, fue decapitada, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y fidelidad.
Los innumerables mártires de Zaragoza: Una multitud de testigos
Pero la historia de Santa Engracia no es un relato aislado. Junto a ella, una multitud de cristianos en Zaragoza fueron perseguidos y martirizados por su fe. La tradición habla de «innumerables mártires», un término que refleja no solo la cantidad, sino también la imposibilidad de contabilizar a todos aquellos que dieron su vida por Cristo. Entre ellos se encuentran San Lamberto, San Optato, y Santa Julia, cuyos nombres han llegado hasta nosotros como testigos de una fe que no temió a la muerte.
Estos mártires fueron sometidos a torturas inimaginables: quemados vivos, arrojados a bestias salvajes, crucificados o decapitados. Sin embargo, su testimonio no fue en vano. Como escribió Tertuliano, «la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos». Su sacrificio fortaleció a la comunidad cristiana de Zaragoza y dejó un legado que perdura hasta nuestros días.
El significado teológico del martirio
El martirio de Santa Engracia y los innumerables mártires de Zaragoza no es solo un hecho histórico; es un evento cargado de significado teológico. En la tradición católica, el mártir es aquel que da testimonio de Cristo hasta la muerte, siguiendo el ejemplo del Señor, quien dijo: «El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Marcos 8:35).
Los mártires nos recuerdan que la fe no es una mera creencia intelectual, sino una entrega total a Dios, incluso en las circunstancias más difíciles. Su ejemplo nos invita a reflexionar sobre nuestra propia disposición a seguir a Cristo, no solo en momentos de comodidad, sino también en tiempos de prueba.
El culto a Santa Engracia y los mártires de Zaragoza
La devoción a Santa Engracia y los mártires de Zaragoza ha perdurado a lo largo de los siglos. En Zaragoza, se construyó una basílica en su honor, la Basílica de Santa Engracia, que alberga las reliquias de la santa y de otros mártires. Este lugar se ha convertido en un centro de peregrinación y oración, donde los fieles acuden para pedir la intercesión de estos santos y para renovar su compromiso con la fe.
Además, la Iglesia celebra su memoria el 16 de abril, fecha en la que se conmemora su martirio. Este día es una oportunidad para recordar no solo a Santa Engracia, sino a todos aquellos que han dado su vida por Cristo a lo largo de la historia.

Relevancia en el mundo actual
En un mundo donde la persecución religiosa sigue siendo una realidad para millones de cristianos, el ejemplo de Santa Engracia y los mártires de Zaragoza adquiere una relevancia especial. Según organizaciones como Ayuda a la Iglesia Necesitada, más de 300 millones de cristianos viven en países donde son perseguidos por su fe. El testimonio de estos mártires nos llama a solidarizarnos con nuestros hermanos en la fe y a orar por aquellos que sufren por causa del Evangelio.
Pero el martirio no siempre es físico. En nuestras sociedades secularizadas, muchos cristianos enfrentan un «martirio blanco», es decir, la indiferencia, el ridículo o la marginación por vivir su fe de manera coherente. En este contexto, Santa Engracia nos enseña que la fidelidad a Cristo no es negociable, y que, aunque el camino sea difícil, Él nos da la fuerza para perseverar.
Una anécdota inspiradora
Cuenta la tradición que, durante su tortura, Santa Engracia fue visitada por un ángel que le ofreció consuelo y fortaleza. Este detalle nos recuerda que, en nuestros momentos de mayor dolor y desesperación, Dios no nos abandona. Como dice el Salmo 34:19, «El Señor está cerca de los que tienen el corazón quebrantado, y salva a los de espíritu abatido». Esta promesa es un consuelo para todos aquellos que, como Santa Engracia, enfrentan pruebas por causa de su fe.
Conclusión: Un llamado a la valentía y la esperanza
La historia de Santa Engracia y los innumerables mártires de Zaragoza es un faro de luz en medio de la oscuridad. Nos muestra que, aunque el mal parezca triunfar, la victoria final pertenece a Cristo y a aquellos que permanecen fieles a Él. Su ejemplo nos inspira a vivir nuestra fe con valentía, a defender la verdad con amor y a confiar en que, como dice San Pablo, «ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 8:38-39).
Que el testimonio de estos santos mártires nos guíe, nos fortalezca y nos recuerde que, en Cristo, tenemos la esperanza de la vida eterna. Que su intercesión nos ayude a ser testigos fieles del Evangelio en nuestro tiempo, llevando la luz de Cristo a un mundo que tanto la necesita.
