Introducción: Cuando la Sola Scriptura no basta
En un mundo lleno de incertidumbres espirituales, muchos hermanos protestantes, con gran sinceridad, buscan a Dios, leen las Escrituras y oran fervorosamente. Sin embargo, incluso en medio de esa devoción, emergen silenciosamente ciertas preguntas que el protestantismo, con su principio de Sola Scriptura y su rechazo a la Tradición y al Magisterio, no puede responder de manera coherente, unívoca ni universal. ¿Por qué hay más de 40.000 denominaciones? ¿Qué quiso decir Jesús al dar las llaves a Pedro? ¿Cómo se transmite la autoridad? ¿Por qué celebramos la Eucaristía? ¿Qué ocurre con los pecados después del Bautismo?
Este artículo es una invitación al diálogo, a la reflexión y al discernimiento. Está dirigido tanto a católicos que buscan profundizar su fe como a protestantes que desean sinceramente encontrar las respuestas que su alma anhela. No es un ataque, sino una propuesta de encuentro desde la Verdad plena, la que Cristo confió a su Iglesia: la Iglesia católica.
1. ¿Dónde está la unidad que Cristo pidió?
“Para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 17,21)
La oración sacerdotal de Jesús revela su anhelo más profundo: la unidad de sus discípulos. Sin embargo, el protestantismo ha dado origen a una fragmentación doctrinal sin precedentes. Desde Lutero hasta hoy, se han generado miles de interpretaciones diferentes del mismo Evangelio.
La pregunta que no pueden responder:
Si todos los cristianos tienen el Espíritu Santo y leen la misma Biblia, ¿por qué hay tantas doctrinas contradictorias?
La respuesta católica:
La unidad no puede depender de interpretaciones individuales, sino de una autoridad visible y viva que mantenga la comunión. Esa autoridad es el Papa, sucesor de Pedro, a quien Jesús prometió:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… te daré las llaves del Reino” (Mt 16,18-19).
La Iglesia católica, con su Magisterio, garantiza la fidelidad doctrinal. La unidad visible no es un lujo, sino un mandato de Cristo.
2. ¿Quién tiene autoridad para interpretar la Biblia?
“¿Cómo podré entenderlo, si nadie me lo explica?” (Hch 8,31)
Felipe se encuentra con el etíope leyendo al profeta Isaías. Él tenía la Escritura, pero no la comprendía hasta que un ministro de la Iglesia se la explicó. Este pasaje revela una gran verdad: la Biblia no se interpreta sola, ni todos tienen el mismo don de enseñanza.
La pregunta que no pueden responder:
¿Quién tiene la última palabra cuando hay interpretaciones opuestas de un mismo versículo?
La respuesta católica:
El Magisterio de la Iglesia, guiado por el Espíritu Santo, es el único intérprete auténtico de la Palabra de Dios. Sin este principio, cada creyente se convierte en su propio Papa. El Concilio Vaticano II reafirma que la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio forman un trípode indivisible.
3. ¿Dónde estuvo la Iglesia verdadera antes de la Reforma?
“Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20)
Los reformadores del siglo XVI afirmaron que la Iglesia se había corrompido y que era necesario restaurarla. Pero al hacer esto, implícitamente negaban las promesas de Cristo.
La pregunta que no pueden responder:
¿Acaso Cristo mintió cuando prometió que su Iglesia prevalecería?
La respuesta católica:
La Iglesia fundada por Cristo jamás dejó de existir, a pesar de los pecados de sus miembros. El trigo y la cizaña crecen juntos, pero la Iglesia se mantiene fiel en su doctrina, sacramentos y sucesión apostólica. Esa continuidad histórica y teológica sólo se encuentra en la Iglesia católica.
4. ¿Qué hacemos con el pecado después del Bautismo?
“A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados” (Jn 20,23)
Para muchos protestantes, el perdón de los pecados está ligado exclusivamente a la fe personal. Sin embargo, después del Bautismo, cuando el cristiano cae, ¿cómo se reconcilia con Dios?
La pregunta que no pueden responder:
Si no hay confesión sacramental, ¿cómo sé con certeza que mis pecados han sido perdonados?
La respuesta católica:
Cristo instituyó el Sacramento de la Reconciliación y dio a sus apóstoles el poder de perdonar pecados. La Confesión no es una invención humana, sino un canal de gracia instituido por el mismo Jesús. Es la certeza visible del perdón invisible.
5. ¿Qué quiso decir Jesús con “Esto es mi Cuerpo”?
“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Jn 6,54)
La mayoría de las iglesias protestantes niegan la presencia real de Cristo en la Eucaristía, reduciendo sus palabras a símbolos o metáforas. Sin embargo, Jesús fue explícito y radical en su enseñanza eucarística.
La pregunta que no pueden responder:
Si Jesús hablaba simbólicamente, ¿por qué muchos discípulos lo abandonaron por esas palabras?
La respuesta católica:
La Iglesia ha creído siempre en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Esta fe no cambió con el tiempo. San Ignacio de Antioquía (año 107 d.C.) ya advertía contra quienes negaban que la Eucaristía era “la carne de nuestro Salvador Jesucristo”.
6. ¿Por qué celebramos el domingo?
“El Hijo del Hombre es Señor del sábado” (Mc 2,28)
Muchos grupos protestantes, como los adventistas del séptimo día, cuestionan la legitimidad del domingo como día del Señor, apelando a la Ley mosaica del sábado.
La pregunta que no pueden responder:
Si seguimos la Biblia “literalmente”, ¿por qué no guardamos el sábado como lo hacían los judíos?
La respuesta católica:
La Iglesia, desde los apóstoles, celebró el día del Señor en domingo, por ser el día de la Resurrección. Esta práctica apostólica tiene valor canónico, y demuestra que la Iglesia tiene autoridad para organizar la vida litúrgica. El domingo es un signo de la Nueva Creación, no una transgresión de la Ley.
7. ¿Cómo sabemos cuál es la Biblia verdadera?
“Toda Escritura es inspirada por Dios” (2 Tim 3,16)
El protestantismo eliminó 7 libros del Antiguo Testamento, conocidos como “deuterocanónicos”, sin una razón teológica sólida. Lutero también dudó de Santiago, Hebreos y el Apocalipsis.
La pregunta que no pueden responder:
¿Con qué autoridad se decidió el canon bíblico y quién lo determinó?
La respuesta católica:
Fue la Iglesia católica, en los concilios de Hipona (393) y Cartago (397), quien discernió e identificó los libros inspirados por el Espíritu Santo. No fue la Biblia la que creó la Iglesia, sino la Iglesia la que reconoció, compiló y transmitió la Biblia. Separar la Biblia de la Iglesia es un error de raíz.
Guía práctica para el discernimiento católico
1. Escucha con humildad: Si eres católico, conoce tu fe; si eres protestante, atrévete a cuestionar tu herencia con sinceridad. Dios ama al que busca la Verdad.
2. Investiga con seriedad: Lee a los Padres de la Iglesia. Investiga qué creían los primeros cristianos antes de que existieran denominaciones. San Justino Mártir, San Ireneo, San Agustín… todos hablan como católicos.
3. Mira la historia: ¿Cómo es posible que por 1500 años todos los cristianos hayan vivido en el “error”, y sólo con Lutero se “redescubriera” la verdad?
4. Ora con fe: Pide al Espíritu Santo que te guíe “a toda la verdad” (Jn 16,13), no a una interpretación personal, sino a la plenitud de la fe.
5. Acércate a los sacramentos: Si eres católico, vive los sacramentos con profundidad. Si eres protestante, acércate a una parroquia, conversa con un sacerdote, conoce la fe desde dentro.
Conclusión: La plenitud está en la Iglesia católica
No todas las doctrinas son iguales, ni todos los caminos conducen a la misma verdad. Hay una Verdad con mayúscula, y esa Verdad es una Persona: Jesucristo. Él no dejó su Iglesia al azar, ni la construyó sobre opiniones. La edificó sobre Pedro, con una autoridad visible y doctrinal que ha perdurado por siglos.
La Iglesia católica no tiene todas las respuestas porque sea más inteligente, sino porque es la Esposa de Cristo, guiada por el Espíritu Santo y enraizada en la Tradición viva.
“La Iglesia es columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15)
Si estás buscando respuestas que el protestantismo no puede darte, te invito a mirar con nuevos ojos a la Iglesia católica. No como una institución humana, sino como lo que realmente es: el cuerpo vivo de Cristo en la Tierra.
Ven y verás.
La Verdad te hará libre.
Y la Verdad está viva en su Iglesia.