‘La Biblia está llena de errores’: 3 Claves para Interpretar Correctamente las Escrituras

Una guía teológica y pastoral para no naufragar en la lectura de la Palabra de Dios


Introducción: ¿Errores en la Biblia?

En una era de inmediatez, es fácil encontrarse con frases contundentes como “la Biblia está llena de errores”. Las redes sociales, ciertos medios académicos e incluso voces dentro del mismo mundo cristiano han promovido esta afirmación sin detenerse a examinar lo que realmente significa. ¿Son contradicciones? ¿Errores científicos? ¿Problemas históricos? ¿O simplemente interpretaciones incorrectas?

Este artículo nace con el propósito de iluminar, desde la fe católica tradicional, cómo se debe leer e interpretar la Sagrada Escritura. Nuestro objetivo no es ignorar las aparentes dificultades, sino ofrecer las herramientas necesarias para enfrentarlas con fe, inteligencia y fidelidad al Magisterio.


I. ¿Qué es la Biblia? Palabra de Dios en lenguaje humano

Antes de hablar de “errores”, debemos preguntarnos: ¿qué es la Biblia realmente?

La Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II nos ofrece una clave esencial:

“Las verdades reveladas por Dios consignadas en la Sagrada Escritura fueron inspiradas por el Espíritu Santo. Por tanto, hay que admitir que los libros de la Escritura enseñan con certeza, fielmente y sin error la verdad que Dios, por nuestra salvación, quiso que se consignara en las Sagradas Letras” (Dei Verbum, 11).

Esto significa que la Biblia no es un libro de historia secular, ni un manual de ciencia natural, ni mucho menos una novela. Es la Palabra de Dios revelada en la historia, para nuestra salvación. No se trata de una cronología fría ni de una enciclopedia técnica. Es un libro profundamente humano porque fue escrito por hombres, con sus contextos culturales, estilos literarios y conocimientos limitados; y profundamente divino, porque fue inspirado por el Espíritu Santo.

Por eso, para entender correctamente la Escritura, necesitamos algo más que leerla literalmente: necesitamos interpretarla como lo ha hecho siempre la Iglesia.


II. Tres claves para interpretar correctamente las Escrituras

1. Reconocer los géneros literarios bíblicos

Una de las mayores causas de error en la lectura de la Biblia es tomarla literalmente en todo. Pero la Biblia no se escribió de una sola vez ni de un solo modo. Contiene múltiples géneros literarios, entre ellos:

  • Histórico (por ejemplo, los Libros de los Reyes)
  • Poético (como los Salmos)
  • Sapiencial (como Proverbios o Eclesiastés)
  • Profético (Isaías, Jeremías…)
  • Apocalíptico (como el Apocalipsis de San Juan o partes de Daniel)
  • Narración parabólica (en muchos discursos de Jesús)
  • Genealógico (como en Mateo 1)
  • Midrash o comentario teológico (como parte del Éxodo o las Cartas paulinas)

👉 Aplicación práctica: Antes de leer un pasaje, pregúntate: ¿Qué tipo de texto es este? No se lee igual una parábola que un hecho histórico. Por ejemplo, el relato de la creación en el Génesis no es una crónica científica, sino una profunda reflexión teológica sobre el origen del mundo y del ser humano como criatura de Dios.

2. Interpretar con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia

La Biblia no es de interpretación privada. San Pedro nos lo advierte con claridad:

“Entended ante todo que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque jamás la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1,20-21).

Durante siglos, la Iglesia ha custodiado, interpretado y enseñado la Palabra de Dios. La hermenéutica católica —es decir, la ciencia de interpretar los textos sagrados— se basa en tres pilares:

  1. La Escritura misma: La Biblia se interpreta a la luz de la Biblia.
  2. La Tradición viva de la Iglesia: La enseñanza que ha sido transmitida desde los Apóstoles.
  3. El Magisterio: La autoridad de enseñanza del Papa y los obispos en comunión con él.

👉 Aplicación práctica: Acompaña tu lectura bíblica con buenos comentarios católicos (por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica o el Comentario Bíblico Católico de Scott Hahn), y sigue el ciclo litúrgico de lecturas. Deja que la Iglesia sea tu madre y maestra en la interpretación.

3. Distinguir entre lo esencial para la fe y lo accidental

No todos los detalles de la Escritura tienen el mismo peso doctrinal. No es lo mismo un número en una genealogía que la resurrección de Cristo. La Iglesia enseña que la Biblia es inerrante en lo que concierne a nuestra salvación. Es decir, lo que está directamente relacionado con nuestra fe y vida eterna está libre de error, aunque pueda haber elementos secundarios que reflejan la comprensión limitada del autor humano.

👉 Aplicación práctica: No escandalizarse si un pasaje parece tener un error histórico. Pregúntate: ¿Cuál es el mensaje salvífico aquí? Por ejemplo, los distintos relatos de la Resurrección no coinciden en todos los detalles, pero todos proclaman una misma verdad: ¡Cristo ha resucitado!


III. ¿Y qué pasa con los supuestos errores?

Algunos ejemplos que suelen citarse como “errores” bíblicos son:

  • Discrepancias en los relatos de los Evangelios.
  • El número de personas en un censo o batalla.
  • El lenguaje cosmológico antiguo (como “el sol se detuvo” en Josué 10,13).

Desde el punto de vista católico, estas no son “fallas” del texto, sino el resultado de una lectura fundamentalista y ahistórica. La Iglesia siempre ha defendido que la verdad teológica y espiritual es compatible con la forma humana del lenguaje.

“Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano. El intérprete debe buscar lo que Dios quiso comunicar mediante sus autores” (Dei Verbum, 12).


IV. Guía práctica de lectura e interpretación católica de la Biblia

A continuación, una breve guía pastoral para incorporar la Sagrada Escritura en tu vida diaria sin caer en errores ni escándalos innecesarios:

📖 1. Ora antes de leer

Pide al Espíritu Santo que ilumine tu mente y corazón. La lectura de la Biblia no es un estudio académico, sino un encuentro con Cristo vivo.

🧠 2. Lee con criterio eclesial

Utiliza una Biblia católica (por ejemplo, la Biblia de Jerusalén o la Biblia Latinoamericana) y sigue las notas y referencias.

📚 3. Usa ayudas confiables

Incluye el Catecismo, documentos de los Padres de la Iglesia, comentarios católicos aprobados, etc.

⏳ 4. No tengas prisa

La Escritura es alimento, no fast food. Lee poco a poco, medita, vuelve atrás. La lectio divina es una práctica milenaria que puedes incorporar.

💬 5. Consulta cuando haya dudas

Si un pasaje te desconcierta, acude a un sacerdote, catequista o estudioso fiel al Magisterio. Evita sacar conclusiones aisladas.

❤️ 6. Aplica lo que lees

No es suficiente con conocer la Palabra. Hay que vivirla. ¿Qué me dice hoy este pasaje? ¿A qué me llama Dios?


Conclusión: Una Biblia sin errores… de fe

Decir que “la Biblia está llena de errores” es fruto de una lectura apresurada, literalista o desconectada de la Tradición. La fe católica enseña que la Sagrada Escritura es infalible en lo que respecta a nuestra salvación, y que debe ser leída en comunión con la Iglesia, con inteligencia, humildad y amor.

No tengas miedo de los textos difíciles. No los evites. Más bien, atrévete a entrar en ellos con la guía de los santos, los concilios y el Magisterio. Recuerda las palabras de San Jerónimo:

“Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”.

Y las palabras de Jesús mismo:

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24,35).


📌 ¿Y ahora qué?

  • Elige un Evangelio para comenzar tu lectura guiada.
  • Usa un cuaderno espiritual para anotar tus reflexiones.
  • Participa en grupos parroquiales de lectura bíblica.
  • Escucha homilías y conferencias que te ayuden a profundizar.
  • Recuerda: la Biblia no es un objeto de museo, es un hogar para tu alma.

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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