El Velo del Misterio: ¿Por qué se cubren las imágenes el I Domingo de Pasión?

En muchas iglesias católicas, al llegar el Primer Domingo de Pasión, un cambio visual impactante sucede en los templos: las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos quedan cubiertas con velos morados. Este gesto, que puede parecer desconcertante para algunos, tiene un profundo significado teológico y espiritual. ¿De dónde viene esta práctica? ¿Qué nos enseña hoy en día? En este artículo, exploraremos el origen, historia y sentido actual de esta tradición, desmontando falsas interpretaciones y redescubriendo su riqueza espiritual.


1. Origen y evolución histórica de la práctica

La costumbre de cubrir las imágenes en la Iglesia Católica tiene raíces medievales y se relaciona con el tiempo de Cuaresma y, en particular, con el período más intenso de preparación para la Pasión del Señor. Antiguamente, en la liturgia romana existía una costumbre llamada “velo cuaresmal” (velum quadragesimale), una gran tela que se extendía en el presbiterio o ante el altar mayor desde el principio de la Cuaresma para simbolizar la distancia entre Dios y los fieles a causa del pecado.

A partir del siglo IX, esta práctica evolucionó y se centró en el Tiempo de Pasión, es decir, en las dos últimas semanas de Cuaresma. En lugar de cubrir el altar, se empezó a cubrir las imágenes sagradas, dejando la iglesia con un aire de austeridad que preparaba para el Triduo Pascual.

En el siglo XVI, el Papa Pío V fijó en el Misal Romano la costumbre de cubrir las imágenes a partir del Domingo de Pasión (el quinto domingo de Cuaresma), y que estas debían permanecer así hasta la Vigilia Pascual. Aunque tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II la práctica dejó de ser obligatoria, sigue siendo recomendada y es observada en muchas parroquias y comunidades.


2. ¿Por qué se cubren las imágenes? Significado teológico y espiritual

El velo morado que cubre las imágenes en el Primer Domingo de Pasión no es un simple adorno ni un gesto de luto sin más. Su significado es profundo y múltiple:

a) Un eco del Evangelio: el Cristo oculto

El origen más directo de esta práctica se encuentra en el Evangelio de San Juan:

«Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.» (Juan 8,59)

Este pasaje se proclama precisamente el Domingo de Pasión, y nos muestra el momento en que Jesús, después de proclamar su divinidad, es rechazado por los fariseos y se esconde de la multitud que intenta apedrearlo. Este ocultamiento de Cristo inspira el gesto litúrgico de cubrir su imagen: es un símbolo de la retirada de su presencia visible en los días previos a su Pasión.

b) Un llamado a la contemplación interior

La desaparición visual de las imágenes nos invita a dirigir nuestra atención no a las formas externas, sino a la presencia invisible de Cristo en el alma. Es un llamado a profundizar en la contemplación interior, a desapegarnos de los sentidos y a prepararnos espiritualmente para el misterio de la Redención.

c) Un reflejo del velo del Templo

En el momento de la muerte de Cristo, el velo del Templo se rasgó en dos (cf. Mateo 27,51). Este velo simbolizaba la separación entre Dios y la humanidad. Al cubrir las imágenes antes de la Pasión, la Iglesia nos recuerda la distancia que el pecado crea entre nosotros y Dios, y cómo solo la Cruz de Cristo puede rasgar este velo y permitirnos acceder a su presencia.

d) Un acto de humildad y penitencia

La Iglesia, en su sabiduría, nos enseña a humillarnos con Cristo en este tiempo de dolor. Al despojarnos visualmente de las imágenes sagradas, la liturgia nos impulsa a una especie de ayuno espiritual, en el que renunciamos temporalmente a la belleza visible para prepararnos a la gloria de la Resurrección.


3. Interpretaciones erróneas y objeciones comunes

Con el paso del tiempo, algunas personas han malinterpretado esta tradición, atribuyéndole significados ajenos al espíritu de la Iglesia. Algunas objeciones frecuentes son:

a) «Es una práctica supersticiosa y obsoleta»

Algunas personas consideran que cubrir las imágenes es una costumbre anticuada y carente de sentido en la Iglesia moderna. Sin embargo, la realidad es que su significado es profundamente bíblico y teológico. Lejos de ser un acto supersticioso, es un signo de la pedagogía espiritual de la Iglesia para ayudarnos a entrar en el misterio pascual.

b) «Es una negación de la devoción a los santos y a la Virgen»

Algunos piensan que ocultar las imágenes es una especie de «abandono» a la Virgen María y a los santos. Pero la verdad es que esta práctica no niega su intercesión ni su cercanía. Al contrario, nos ayuda a recordar que su gloria está ligada al triunfo de Cristo, y que su resplandor será revelado nuevamente en la Pascua.

c) «Es una práctica opcional, así que no tiene importancia»

Aunque ya no es obligatoria, sigue siendo altamente recomendada por la Iglesia. Muchas comunidades han redescubierto su riqueza espiritual y la han retomado con fervor. No es cuestión de obligación, sino de una oportunidad de profundizar en el misterio de la Pasión.


4. Relevancia y aplicación en la actualidad

En un mundo donde la imagen y la inmediatez dominan nuestra vida cotidiana, la práctica de cubrir las imágenes nos da una lección profundamente actual: nos invita a redescubrir el valor del silencio, del vacío, de la espera.

Vivimos en una sociedad donde se teme la ausencia, el misterio, el sacrificio. Pero la Cuaresma y la Semana Santa nos enseñan que, a veces, Dios parece ocultarse para que aprendamos a buscarlo con más intensidad.

El velo que cubre las imágenes es un recordatorio de que la fe no siempre se basa en lo que podemos ver y tocar. Nos reta a hacer un ejercicio de confianza y esperanza, sabiendo que la Gloria de Dios se revelará en su tiempo.


Conclusión: Una invitación al recogimiento

Cubrir las imágenes en el Primer Domingo de Pasión no es un simple ritual externo, sino una poderosa catequesis visual que nos ayuda a prepararnos para vivir con mayor intensidad la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Es un tiempo para apagar el ruido del mundo y entrar en la intimidad del misterio de la Redención. Un momento para recordar que Cristo se ocultó por amor, para luego revelarse glorioso en la Pascua.

Que esta práctica nos ayude a mirar más allá de lo visible y a encontrarnos con el Cristo vivo, que aunque a veces parezca escondido, nunca deja de estar presente en nuestras vidas.

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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