El diezmo ha sido, desde tiempos inmemoriales, un tema de reflexión, controversia y discernimiento en la Iglesia. Algunos lo ven como una obligación obsoleta del Antiguo Testamento, mientras que otros lo consideran una práctica vigente y necesaria. Pero, ¿qué es realmente el diezmo? ¿Es solo un mandato legalista o una expresión de amor y gratitud a Dios? En este artículo, exploraremos el origen, la evolución histórica y su relevancia en la vida cristiana de hoy.
1. Origen Bíblico del Diezmo
El diezmo, que significa literalmente «la décima parte», tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. La primera mención la encontramos en Génesis 14:18-20, cuando Abraham, después de derrotar a varios reyes, se encuentra con Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, y le entrega la décima parte de todo lo que había ganado.
«Y bendijo a Abram, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra. Y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tu mano. Y Abram le dio el diezmo de todo» (Génesis 14:19-20).
Este acto de Abraham no fue una imposición, sino una ofrenda voluntaria de gratitud. Más adelante, en la Ley mosaica, el diezmo se institucionalizó como una norma para el pueblo de Israel.
En Levítico 27:30, Dios ordena:
«El diezmo de la tierra, tanto de la semilla de la tierra como del fruto de los árboles, es del Señor; es cosa consagrada al Señor.»
Aquí, el diezmo se convierte en una obligación, un mandato divino que aseguraba el sustento de los levitas (tribu sacerdotal que no tenía tierras propias), el mantenimiento del templo y la ayuda a los necesitados.
2. Evolución Histórica del Diezmo en la Iglesia
Con la llegada del Nuevo Testamento, muchos se preguntan: ¿sigue siendo el diezmo obligatorio? Cristo no menciona el diezmo como un requisito esencial para la salvación, pero sí enfatiza el espíritu detrás de él: la justicia, la misericordia y la fidelidad.
En Mateo 23:23, Jesús reprende a los fariseos por cumplir la ley del diezmo, pero olvidar lo más importante:
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas! Porque diezman la menta, el eneldo y el comino, pero han descuidado lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que debían haber hecho, sin descuidar aquello.»
San Pablo, por su parte, no menciona el diezmo como un mandato, pero sí insiste en la generosidad y el sostenimiento de la Iglesia. En 2 Corintios 9:7, escribe:
«Cada uno dé como propuso en su corazón: no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.»
En los primeros siglos del cristianismo, el diezmo no era una norma rígida, pero se fomentaba la ayuda material a la comunidad. Con el tiempo, la Iglesia institucionalizó el diezmo para asegurar el sostenimiento del clero y las obras de caridad. Durante la Edad Media, se convirtió en una norma obligatoria en muchos territorios cristianos. Sin embargo, con el paso de los siglos, su obligatoriedad legal fue disminuyendo en la mayoría de los países.
3. El Diezmo en la Iglesia Católica Hoy
A diferencia de algunas iglesias protestantes que mantienen el diezmo como una obligación estricta, la Iglesia Católica no lo impone como una norma jurídica universal. En su lugar, el Código de Derecho Canónico establece en el canon 222 que los fieles tienen la responsabilidad de contribuir al sostenimiento de la Iglesia según sus posibilidades:
«Los fieles tienen el deber de proveer a las necesidades de la Iglesia, para que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad, y el honesto sustento de sus ministros.»
En la actualidad, la Iglesia invita a los fieles a la generosidad y al sostenimiento de las parroquias y diócesis, pero no con un porcentaje fijo. Se anima a cada cristiano a discernir su contribución en conciencia y según sus posibilidades.
4. ¿Es el Diezmo un Acto de Amor?
Aquí es donde el diezmo deja de ser un simple acto financiero y se convierte en una manifestación de amor. Más allá de ser una obligación, el dar con generosidad es un reflejo del amor a Dios y al prójimo. La caridad, la gratitud y el desprendimiento son virtudes esenciales en la vida cristiana.
Razones por las que el Diezmo puede ser un Acto de Amor:
- Expresión de Gratitud: Reconocemos que todo lo que tenemos proviene de Dios y damos como una forma de agradecimiento.
- Sostenimiento de la Iglesia: Permite que el mensaje de Cristo llegue a más personas y que los templos sean espacios de evangelización y ayuda social.
- Ayuda a los Necesitados: Muchas parroquias y diócesis destinan parte de los donativos a la caridad.
- Desapego Material: Nos ayuda a poner nuestro corazón en Dios y no en las riquezas.
Un testimonio inspirador es el de un campesino que, aunque tenía escasos recursos, siempre daba generosamente a su parroquia. Cuando alguien le preguntó por qué lo hacía, respondió: «Yo solo devuelvo a Dios lo que es suyo. Él nunca me ha dejado sin lo que necesito». Este tipo de fe nos recuerda que confiar en Dios y compartir con los demás es una bendición.
5. ¿Cómo Vivir el Diezmo en la Actualidad?
Para quienes desean practicar el diezmo como un acto de amor y no como una obligación, aquí hay algunas sugerencias:
- Orar y Discernir: Antes de decidir cuánto dar, pídele a Dios que te guíe en tu generosidad.
- No Fijarse en el Monto, Sino en el Corazón: No se trata de una cantidad exacta, sino de dar con amor y alegría.
- Ser Constantes: La generosidad no debe ser esporádica, sino un hábito en nuestra vida de fe.
- Apoyar Diversas Obras: No solo el sostenimiento del templo, sino también las misiones, los pobres, la educación cristiana, etc.
Conclusión: Un Llamado a la Generosidad
El diezmo no debe verse como una carga o un tributo obligatorio, sino como una oportunidad para demostrar amor a Dios y a los hermanos. En el cristianismo, lo más importante no es el porcentaje que damos, sino la disposición de nuestro corazón.
La invitación hoy es a redescubrir el significado del diezmo desde la perspectiva del amor. Dar con generosidad es una manera de poner nuestra confianza en Dios y de ser instrumentos de su providencia para los demás. Como dijo San Pablo:
«Hay más felicidad en dar que en recibir» (Hechos 20:35).
¿Estamos dispuestos a vivir la generosidad como un acto de amor?