Introducción: El corazón del Evangelio en un discurso oculto a plena luz
Hay momentos en la vida de Jesús que parecen pasar desapercibidos, y sin embargo, contienen el corazón palpitante de toda su misión. El Martes Santo, en la quietud antes de la tormenta del Calvario, el Señor pronuncia un discurso breve pero densísimo, recogido por el Evangelio de san Juan (12,20-36). No es solo un mensaje para sus discípulos más cercanos: es una llave maestra que abre el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección, y con ello, el sentido último de nuestra vida cristiana.
Este discurso es como el último testamento de Jesús antes de entrar en su Hora. En él revela el núcleo de su gloria, de su entrega, y el camino que invita a seguir a todo discípulo verdadero. En este artículo, vamos a desentrañar su origen, su contexto histórico y teológico, y lo que dice hoy, en pleno siglo XXI, a quienes desean vivir una fe profunda y transformadora.
I. El Contexto: La Hora ha Llegado
“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre” (Jn 12,23)
Nos situamos en Jerusalén, pocos días antes de la Pascua. Jesús ha entrado triunfalmente en la ciudad, y los griegos —gentiles temerosos de Dios— piden ver a Jesús. Este detalle no es menor: representa que el mensaje del Evangelio ha trascendido las fronteras del pueblo judío. La humanidad entera busca la Luz.
La petición de los griegos da pie al Señor para declarar que su «Hora» ha llegado. ¿Qué hora? La de su glorificación, que no es otra cosa que su entrega en la cruz. Esta es la paradoja: Jesús será glorificado no en el trono de un palacio, sino en el madero de la Cruz. La hora de la cruz es la hora de la gloria.
Clave teológica: En la teología joánica, la “Hora” es el momento culminante del plan de salvación, cuando el amor de Dios se manifiesta hasta el extremo. El verbo hacerse carne culmina en el Verbo levantado sobre el mundo, para atraerlo todo hacia sí.
II. El Grano de Trigo: El Misterio Pascual en una Imagen
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)
Aquí Jesús usa una imagen agrícola para explicar un misterio sobrenatural: la fecundidad del sacrificio. El grano que muere es Él mismo. Pero también somos cada uno de nosotros. En esta breve frase está condensado el misterio pascual: muerte que da vida, renuncia que produce fruto, entrega que genera eternidad.
Una semilla sembrada en nuestra historia
Jesús no solo muere por nosotros: muere con nosotros, en nosotros. Nos enseña a vivir la vida cristiana como una siembra constante. Cada acto de amor, cada renuncia generosa, cada cruz abrazada, es un grano que cae, muere… y florece.
Perspectiva pastoral: En tiempos donde el éxito, la visibilidad y el aplauso son moneda corriente, esta enseñanza de Jesús es profundamente contracultural. El fruto verdadero no nace de la autopromoción, sino del silencio fecundo del sacrificio oculto.
III. La Elección Decisiva: Amar o perder la vida
“El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna” (Jn 12,25)
Este versículo puede sonar duro a oídos modernos. Pero Jesús no está promoviendo un desprecio masoquista por la vida, sino desvelando una elección radical: o vivimos para nosotros mismos, o vivimos para Dios.
Amar la vida «en este mundo» significa aferrarse a lo pasajero, al egoísmo, a la comodidad. Odiarla, en el lenguaje bíblico, significa relativizarla, no ponerla por encima del Reino. Es el mismo principio del grano de trigo: solo el que se entrega, vive plenamente.
Aplicación espiritual: ¿Dónde está puesta nuestra esperanza? ¿Vivimos buscando conservar lo que tenemos, o dispuestos a darlo por algo más grande? Jesús no nos llama a sobrevivir, sino a vivir en plenitud, y eso solo se logra muriendo al yo para que viva Cristo.
IV. Atraerlo Todo: El Poder de la Cruz
“Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32)
Esta profecía es de una belleza impresionante. Jesús anticipa su crucifixión, pero no la presenta como derrota, sino como atracción. La Cruz es el centro magnético de la historia, el imán del amor eterno que reúne a la humanidad dispersa.
Teología del amor crucificado: En un mundo roto por el odio, la violencia y la división, Jesús nos muestra que el verdadero poder no está en dominar, sino en amar hasta el extremo. La Cruz es la respuesta definitiva al mal, porque revela un amor más fuerte que la muerte.
V. Luz para las Tinieblas
“Todavía por un poco de tiempo está la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas” (Jn 12,35)
Jesús termina su discurso con una advertencia y una promesa. Él es la Luz que vino al mundo. Caminar con Él es vivir iluminados, es entender el sentido del dolor, del amor, de la vida misma. Pero la luz no está para siempre: hay que decidirse antes de que sea tarde.
Relevancia actual: Vivimos tiempos oscuros. Confusión moral, pérdida del sentido, guerras, indiferencia. Jesús no solo ilumina el alma: también da luz a la historia. Quien camina con Él, no tropieza, porque sabe dónde va. Este mensaje es especialmente urgente hoy, cuando muchos viven sin rumbo.
VI. La Voz del Padre: Confirmación divina
En medio del discurso, una voz del cielo responde a la oración de Jesús: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. Es la tercera vez en los Evangelios que el Padre habla directamente (las otras dos fueron el Bautismo y la Transfiguración). Esta intervención divina subraya la importancia de este momento.
Claves simbólicas:
- El Padre glorifica al Hijo en su entrega.
- El Cielo responde cuando el amor se consuma en la Cruz.
- La obediencia y la humildad del Hijo son agradables al Padre.
VII. ¿Qué nos dice hoy este discurso?
- El verdadero éxito es dar fruto, no conservar la semilla.
La cultura del rendimiento necesita el testimonio de cristianos dispuestos a «desaparecer» para que otros vivan. Padres, maestros, sacerdotes, trabajadores… el llamado es el mismo: dar la vida. - El sufrimiento no es estéril cuando se une a Cristo.
No todo dolor salva, pero todo dolor ofrecido con amor puede redimir. Este discurso del Martes Santo es un canto a la fecundidad del sufrimiento abrazado. - Hay una urgencia de decidirnos por la Luz.
No podemos vivir en neutral. Jesús nos invita a caminar con Él ahora. La conversión no puede esperar. - La Cruz es la cátedra del amor.
No hay otro Evangelio posible que no pase por el misterio pascual. No hay Resurrección sin Viernes Santo. Y no hay cristiano verdadero sin cruz.
Conclusión: Sembrar hoy, florecer en la eternidad
El Martes Santo, Jesús abre su corazón. No da una clase magistral, sino una confesión íntima. Nos dice cómo entiende su propia muerte, y cómo espera que vivamos nosotros. Su discurso es una llamada urgente, amorosa y exigente a salir de nosotros mismos y vivir para el Reino.
¿Queremos ver a Jesús, como los griegos?
Él nos responde: “Sígueme. Sé grano que muere. Sé luz en la oscuridad. Y serás glorificado conmigo”.
¿Te ha conmovido este mensaje del Martes Santo?
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Y recuerda: la semilla que cae en tierra y muere, da mucho fruto. ¿Estás listo para sembrarte?