INTRODUCCIÓN
Vivimos en una sociedad donde la sexualidad ha sido trivializada, comercializada y reducida a un simple producto de consumo. En medio de esta realidad, muchos —jóvenes, adultos, hombres, mujeres, incluso fieles creyentes— se enfrentan a una práctica que el mundo normaliza, pero que la conciencia cristiana no puede ignorar: la masturbación.
Este artículo no busca juzgar, sino educar, iluminar y guiar espiritualmente, con profunda caridad pastoral y sólida enseñanza teológica. Porque donde el mundo ofrece placer momentáneo, Cristo ofrece libertad duradera.
Vamos a explorar este tema desde su raíz: ¿qué es la masturbación según la Iglesia? ¿Por qué se considera pecado? ¿Cómo afecta nuestra vida espiritual, psicológica y afectiva? ¿Y cómo podemos superarla con la gracia de Dios?
1. ¿QUÉ ES LA MASTURBACIÓN? UNA DEFINICIÓN PRECISA
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) define la masturbación en el número 2352 como:
“La excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo.”
No se trata simplemente de un acto físico aislado, sino de un comportamiento que distorsiona el propósito de la sexualidad humana. La Iglesia enseña que la sexualidad está destinada a expresar el don de uno mismo en el amor conyugal, abierto a la vida. Por eso, cuando el placer sexual se busca deliberadamente al margen de esta vocación, se pierde su sentido más profundo.
2. UNA HISTORIA ANTIGUA: DESDE LA BIBLIA A LA TRADICIÓN
Aunque la palabra “masturbación” no aparece en la Biblia tal como la usamos hoy, el relato de Onán (Génesis 38, 9-10) ha sido tradicionalmente interpretado como una condena del uso desordenado de la sexualidad:
“Onán, sabiendo que la descendencia no sería suya, derramaba su semen en tierra cada vez que se unía a la mujer de su hermano, para no dar descendencia a su hermano. Lo que hacía era malo a los ojos del Señor, y lo hizo morir también a él.” (Gén 38, 9-10)
La enseñanza de los Padres de la Iglesia, como San Agustín y San Jerónimo, también condenó los actos sexuales fuera del matrimonio, incluyendo la masturbación, por considerarlos contrarios al orden natural querido por Dios.
3. ¿POR QUÉ ES PECADO? UNA MIRADA TEOLÓGICA
La sexualidad, desde la visión católica, no es mala. Es un don sagrado. Pero como todo don, necesita un marco donde florecer: el amor fiel y fecundo del matrimonio.
Tres dimensiones de la sexualidad según la teología católica:
- Unitiva: une a los esposos en una entrega total.
- Procreativa: abierta al don de la vida.
- Espiritual: refleja el amor de Dios por su pueblo.
La masturbación separa totalmente estas dimensiones. Es un acto:
- Individualista: no une a nadie, sino que encierra en sí mismo.
- Egoísta: busca placer sin responsabilidad.
- Infecundo: se cierra a la vida.
- Fantasioso: suele ir acompañado de pensamientos lujuriosos que deterioran la pureza del corazón.
Por estas razones, la Iglesia enseña que la masturbación es un pecado grave cuando se hace con pleno conocimiento y consentimiento. Sin embargo, también reconoce que pueden existir atenuantes (como inmadurez afectiva, fuerza del hábito, ansiedad, etc.) que disminuyen la responsabilidad subjetiva (cf. CIC 2352).
4. EL IMPACTO EN LA VIDA PERSONAL Y ESPIRITUAL
A. En lo personal:
- Genera culpa, ansiedad y baja autoestima.
- Produce aislamiento emocional, al buscar gratificación sin relación.
- Puede crear una adicción, alimentada por la pornografía y la cultura sexualizada.
B. En lo espiritual:
- Debilita la vida de gracia.
- Dificulta la oración y la comunión con Dios.
- Nos hace esclavos de nuestro cuerpo, en vez de templos del Espíritu Santo.
San Pablo es claro:
“¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? […] Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.” (1 Cor 6, 19-20)
5. ¿CÓMO COMBATIR LA MASTURBACIÓN? UNA GUÍA PRÁCTICA Y ESPIRITUAL
Superar la masturbación es posible. No es fácil, pero con la ayuda de Dios y una estrategia clara, muchos han vencido esta batalla. Aquí te presentamos una guía detallada, tanto teológica como pastoral:
A. VIDA SACRAMENTAL
- Confesión frecuente
Es el primer paso para romper cadenas. No tengas miedo de confesar este pecado. Jesús nunca se cansa de perdonar. - Comunión Eucarística
Recibir a Cristo fortalece el alma y la purifica. Pero si estás en pecado grave, confiesa primero.
B. ORACIÓN Y AYUNO
- Reza a diario, especialmente el Rosario. María es Madre de pureza y victoria.
- Haz ayuno corporal (por ejemplo, abstenerse de comida entre horas o de algún placer lícito). Dominar el cuerpo entrena la voluntad.
C. VIGILA TUS SENTIDOS
- Evita la pornografía: destruye la mente, deforma el amor y alimenta el deseo desordenado.
- Controla la vista: películas, redes sociales, imágenes provocativas… todo eso actúa como chispa.
- Modera el uso del móvil e internet: pon filtros, horarios y espacios libres de pantallas.
D. FORMA TU MENTE Y TU CORAZÓN
- Lee sobre castidad y teología del cuerpo (San Juan Pablo II, Christopher West, etc.).
- Busca dirección espiritual: un buen sacerdote puede ser clave.
- Rodéate de buenos amigos y ambientes sanos. No luches solo.
E. ACEPTA TU CONDICIÓN HUMANA
- No te desesperes si caes. La santidad no es nunca caer, sino levantarse siempre.
- Ofrece tus luchas por una intención concreta, por ejemplo: la conversión de un ser querido o las almas del purgatorio.
6. UNA PALABRA PARA TODOS: JÓVENES, ADULTOS, HOMBRES Y MUJERES
Jóvenes:
Tu cuerpo está despertando a muchas sensaciones. Es normal. Pero no dejes que te domine. La castidad no es represión, sino educación del deseo hacia su verdadero fin: el amor.
Adultos:
Muchos arrastran este hábito desde la juventud. No estás solo. La gracia puede hacer nuevas todas las cosas. Busca ayuda espiritual, psicológica si es necesario, pero no te resignes.
Mujeres:
Aunque a menudo se cree que esto es “cosa de hombres”, muchas mujeres también luchan en silencio. Recuerda que tu dignidad no depende de tu pureza, pero la pureza protege tu dignidad.
Hombres:
No confundas virilidad con dominio sexual. El verdadero hombre es dueño de sí mismo. Mira a San José: silencioso, casto, valiente y protector.
7. ¿Y SI NO PUEDO DEJARLO? UN MENSAJE DE ESPERANZA
Quizá has intentado muchas veces y siempre caes. No te rindas. La santidad no es perfección inmediata, sino caminar con fidelidad y humildad. Jesús no vino por los sanos, sino por los que necesitan un médico (cf. Lc 5,31).
“Todo lo puedo en Aquel que me fortalece.” (Filipenses 4,13)
8. UN LLAMADO FINAL: LA CASTIDAD ES POSIBLE, Y HERMOSA
La castidad no es una carga, sino una liberación interior. Es aprender a amar con pureza, a mirar al otro no como objeto, sino como hijo de Dios. Nos prepara para amar mejor —ya sea en el matrimonio o en la consagración— y para vivir con el corazón libre.
CONCLUSIÓN
La masturbación no es solo una cuestión de moral sexual, sino un tema espiritual profundo. Nos habla de nuestra identidad, de nuestro anhelo de amor, de nuestra capacidad para autodominarnos y entregarnos plenamente.
No estás solo en esta lucha. La Iglesia te comprende, te acompaña y te ofrece medios concretos para caminar hacia la libertad.
La verdadera victoria no es dejar de pecar por orgullo, sino abrirse a la gracia y dejar que Dios transforme nuestro corazón.
Que el Espíritu Santo, María Inmaculada y San José Custodio de la pureza te acompañen en este camino hacia la libertad y el amor verdadero.
Sí el acto sexual es considerado un don y don para la Unión en la pareja compartir el amor en este sentido si la pareja conviven en unión libre fiel el uno al otro compartiendo estos requisitos por qué es pecado si no están casados según el Rito católico?
Querido hermano,
Gracias por tu pregunta tan sincera. Entiendo perfectamente lo que planteas, porque muchas veces hoy en día se piensa que, si hay amor verdadero, fidelidad y entrega mutua, ¿qué falta hace el matrimonio religioso?
La Iglesia enseña que el acto sexual es un don maravilloso de Dios, pero también que ese don está íntimamente ligado al sacramento del matrimonio. ¿Por qué? Porque en el matrimonio, los esposos no solo se entregan el uno al otro con su amor humano, sino que reciben además la gracia de Dios, que bendice y fortalece esa unión para siempre. Es decir, el amor humano se eleva a un plano divino y se convierte en signo del amor de Cristo por la Iglesia.
Cuando una pareja vive junta sin el sacramento, aunque haya fidelidad y cariño, falta ese “sí” pronunciado delante de Dios, que sella la alianza de manera indisoluble y abre la puerta a las bendiciones sacramentales. Por eso la Iglesia no puede considerar moralmente correcto el acto sexual fuera del matrimonio: porque no es solo un gesto privado de amor, sino parte de un proyecto de vida que Dios quiere santificar y elevar.
Dicho de otra manera: el amor humano es grande, pero necesita la gracia para ser pleno y estable. El sacramento no es un formalismo, es la certeza de que Dios entra en la unión y la hace más fuerte que cualquier dificultad.
Así que no se trata de que la Iglesia “niegue” el amor de una pareja que convive fielmente, sino de que llama a ese amor a crecer, a ser elevado, a recibir la gracia del sacramento. Lo que ya viven con sinceridad, Dios quiere perfeccionarlo y llevarlo a la plenitud.
Te animo a ver el matrimonio no como una imposición, sino como un regalo: el momento en el que Dios mismo se hace garante de ese amor y lo convierte en camino de santidad.
Un abrazo fraterno en Cristo
Considerando que la masturbación es una contravención y pecado y que el acto sexual es un don para la unión de las parejas por qué si una pareja que ha vivido más de 40 años en unión libre y fieles el uno al otro porque es pecado El no haberse casado y no poder comulgar si han sido honestos en su fidelidad y amor el uno al otro
¡Qué hermosa pregunta! Muchas gracias por compartir esta inquietud con tanta sinceridad y por hablar con tanto amor y respeto de una unión de tantos años. Es realmente conmovedor escuchar sobre una pareja que ha construido una vida juntos durante cuatro décadas, basada en la fidelidad y el amor. Ese compromiso es, sin duda, un don precioso.
Es completamente comprensible que surja esta pregunta: si su amor es fiel y honesto, ¿por qué la Iglesia tendría una postura que parece no reconocerlo plenamente?
Permíteme explicarlo con cariño, desde el corazón de la fe católica, que ve el matrimonio no solo como un contrato humano, sino como un sacramento.
1. El Matrimonio como Sacramento: Una Alianza con Dios
La Iglesia no duda del amor, la fidelidad y la honestidad que esta pareja se ha profesado. ¡Eso es maravilloso! Sin embargo, para un católico, el acto de casarse va más allá de una promesa privada. Es un sacramento, es decir, un signo visible y eficaz de la gracia de Dios.
Es una Alianza Pública: Al casarse por la Iglesia, la pareja no solo se dice «sí» el uno al otro, sino que invitan a Dios a ser el fundamento de su unión. Le piden a Él que sea el centro y la fuerza de su amor, especialmente en los momentos difíciles. Es hacer a Dios partícipe de su pacto de amor.
Es una Gracia Especial: Los sacramentos nos regalan gracia santificante, una ayuda divina específica para vivir esa vocación. Al recibir el sacramento del Matrimonio, Dios les da gracias especiales para amarse bien, para perdonarse, para educar a sus hijos (si los hay) y para santificarse el uno al el otro a lo largo de toda la vida.
2. La Unión Libre y la Comunión
La situación de «unión libre» (o concubinato, en términos canónicos) presenta un obstáculo para recibir la Comunión no porque la Iglesia «castigue» o «desprecie» su amor, sino por coherencia con lo que la Eucaristía significa.
La Eucaristía es el Sacramento de la Unión: Al recibir la Comunión, estamos declarando públicamente que estamos en plena comunión con Dios y con las enseñanzas de Su Iglesia. Es el acto de unión más profundo que tenemos como católicos.
Una Contradicción Pública: Vivir en una unión que, aunque sea fiel y amorosa, no ha sido elevada a sacramento, significa vivir en una situación que está en contradicción objetiva con la enseñanza clara de Jesús sobre el matrimonio (que es indisoluble y sacramental). Recibir la Eucaristía en esa circunstancia sería, tristemente, afirmar una unión con la Iglesia que, en la práctica, no se vive en su totalidad.
Dicho de manera muy sencilla: No es que la Iglesia no vea su amor. ¡Claro que lo ve! Es que los invita a dar el siguiente paso y coronar ese amor con la gracia y la bendición que solo Dios puede dar a través del sacramento.
3. ¡Una Gran Noticia y una Invitación!
Aquí está la parte más alegre de toda esta explicación: ¡Esta situación tiene una solución maravillosa y sencilla!
Después de 40 años de fidelidad y amor, esta pareja tiene una historia preciosa que contar. La Iglesia no les pide que se separen o que dejen de amarse. ¡Al contrario! Les invita con los brazos abiertos a regularizar su situación y recibir todas las gracias que el sacramento tiene para ellos.
El proceso para casarse por la Iglesia es, en un caso como este, normalmente muy straightforward. Basta con:
Acercarse a su párroco.
Explicarle su situación con toda la naturalidad del mundo.
Realizar un breve curso prematrimonial (que para ellos será más una celebración de lo que ya han vivido).
Preparar una bella celebración donde, ante Dios y la comunidad, reciban la gracia sacramental que fortalezca su amor ya probado.
Al hacerlo, no solo podrán acercarse a comulgar con paz y alegría, sino que estarán abriendo las puertas de su relación a una nueva profundidad espiritual.
En resumen: No es pecado el amor que se tienen. El «obstáculo» es la falta del sacramento que ese amor merece y necesita para estar en plena comunión con la fe que profesan. Después de 40 años, ¡qué glorioso sería poder celebrar ese amor con la bendición de Dios de una manera plena!
Anímalos a hablar con un sacerdote. Estoy segura de que les recibirá con immense alegría y los ayudará a dar este hermoso paso.
Un abrazo en Cristo y gracias nuevamente por tu pregunta tan importante.