“Y fue elevado al cielo”: El misterio de la Ascensión de Jesucristo y su poder transformador hoy

Introducción: La promesa de una esperanza elevada

Cada año, cuarenta días después del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra uno de los misterios más luminosos del cristianismo: la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo. Un evento muchas veces subestimado o pasado por alto, pero que encierra una verdad profundamente transformadora: Cristo no sólo resucitó para vencer la muerte, sino que ascendió al cielo para abrirnos las puertas de la eternidad y permanecer con nosotros de una nueva manera.

Este artículo quiere ser mucho más que una explicación teológica: quiere ser una guía espiritual viva, accesible, que eduque, inspire y transforme, ayudándote a vivir la Ascensión no como un recuerdo del pasado, sino como un dinamismo presente que impulsa tu vida diaria hacia lo alto.


1. ¿Qué es la Ascensión? Una mirada al acontecimiento

Según los relatos evangélicos y del libro de los Hechos de los Apóstoles, Jesús, cuarenta días después de resucitar, fue elevado al cielo a la vista de sus discípulos:

“Después de decir esto, fue elevado en presencia de ellos, y una nube lo ocultó a sus ojos.”
(Hechos 1,9)

La Ascensión no es una despedida, sino una transformación de la presencia de Cristo: ya no está en un lugar geográfico, sino en todos los lugares y tiempos por medio de su Espíritu. Con su glorificación, Jesús abre el camino al Padre como Cabeza de la Iglesia, anunciando que allí donde está Él, también estaremos nosotros (cf. Jn 14,2-3).


2. Raíces bíblicas y sentido histórico

Desde los primeros siglos, los cristianos han reconocido la Ascensión como uno de los artículos fundamentales del Credo: “Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso”.

Este hecho no es aislado, sino el cumplimiento del plan de salvación que se anticipaba ya en el Antiguo Testamento. El Salmo 47, por ejemplo, canta:

“Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas.”
(Salmo 47,6)

La Ascensión es el clímax de la Pascua, el paso definitivo del Hijo al Padre, después de haber cumplido su misión redentora.


3. Relevancia teológica: ¿Por qué es importante la Ascensión?

a. Cristo como nuestro Mediador eterno

Al ascender, Jesús entra en el cielo con su humanidad glorificada. Él lleva nuestra carne al seno de la Trinidad, inaugurando un nuevo modo de relación entre Dios y la humanidad. Esto tiene una enorme relevancia: ¡nuestra humanidad está ya sentada a la derecha del Padre en la persona de Cristo!

“Tenemos un abogado ante el Padre: Jesucristo, el Justo.”
(1 Jn 2,1)

b. El envío del Espíritu Santo

Cristo sube al cielo para que el Espíritu Santo venga. La Ascensión prepara Pentecostés: su partida física da paso a una presencia espiritual más profunda.

“Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito.”
(Jn 16,7)

c. El Reino ya inaugurado

La Ascensión significa que Cristo reina ya, aunque su Reino no se ha manifestado plenamente. Es el tiempo de la Iglesia, el tiempo de los testigos, de la espera activa, de la construcción del Reino en medio del mundo.


4. Guía práctica y espiritual para vivir la Ascensión hoy

1. Eleva tu mirada: vive con sentido de eternidad

La Ascensión nos invita a vivir con la mirada elevada, no en el sentido de desentendernos del mundo, sino de no quedarnos atrapados en la desesperanza, el consumismo o la superficialidad.

Pregúntate cada día:
¿Estoy caminando hacia el cielo o perdiéndome en lo efímero?

🔸 Práctica: Repite cada mañana la oración del Salmo 121:

“Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio?”

2. Descubre tu dignidad: estás llamado a participar de la gloria

Al ascender, Jesús no abandona la humanidad: la eleva. Cada uno de nosotros está llamado a esa misma glorificación, a vivir una vida que refleje la dignidad de los hijos de Dios.

🔸 Práctica: Revisa tu forma de hablar, de vestir, de usar tu tiempo.
¿Refleja tu vida que eres destinado al cielo?

3. Sé Iglesia viva: asume tu misión como testigo

Antes de ascender, Jesús dejó una misión:

“Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo.”
(Hechos 1,8)

La Ascensión no es el fin, sino el envío. Cada cristiano es misionero. En tu casa, en tu trabajo, en tus redes sociales: tú eres un enviado del Cristo ascendido.

🔸 Práctica: Pregúntate esta semana:
¿A quién puedo llevar el mensaje de esperanza y fe?
Haz un acto concreto: una llamada, un mensaje, un gesto que hable de Dios.

4. Ora esperando al Espíritu: vive en actitud de Pentecostés

Los apóstoles, después de la Ascensión, subieron al Cenáculo y perseveraban en oración esperando la promesa del Espíritu.

🔸 Práctica: Del Jueves de la Ascensión al Domingo de Pentecostés, haz una novena al Espíritu Santo. Pide luz, fuerza y alegría para vivir tu fe en el mundo actual.


5. Aplicación pastoral: cómo predicar y vivir la Ascensión en comunidad

  • En la liturgia: La solemnidad debe vivirse con sentido pascual. La homilía debe enfocarse en la esperanza, la misión y la presencia espiritual de Cristo.
  • En la catequesis: Explicar que Jesús no “se fue”, sino que ahora está más presente aún, acompañándonos desde el cielo.
  • En la vida comunitaria: Promover actividades de oración y misión, ligadas a la esperanza del Reino. Ofrecer espacios para discernir la vocación personal en la Iglesia.

6. La Ascensión y el mundo de hoy: una llamada contra la desesperanza

Vivimos tiempos marcados por la angustia existencial, el miedo al futuro, la pérdida del sentido. La Ascensión es una vacuna contra el nihilismo. Nos recuerda que:

  • La historia no es un caos, sino que tiene un fin glorioso.
  • No estamos solos: Cristo intercede por nosotros.
  • La tierra no es nuestro hogar definitivo, pero sí el campo de misión.

Conclusión: “Buscad las cosas de arriba”

San Pablo lo resume con claridad:

“Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios.”
(Col 3,1)

La Ascensión es una fiesta de esperanza, de responsabilidad y de misión. Cristo ha subido al cielo, no para alejarse, sino para atraernos con Él. La vida cristiana, en este tiempo entre la Ascensión y su regreso glorioso, es una peregrinación alegre y confiada hacia la eternidad.


Oración final:

Señor Jesús, que ascendiste al cielo para prepararnos un lugar,
haz que vivamos con la mirada puesta en Ti,
que no nos perdamos en lo pasajero,
y que cada día seamos testigos de tu Reino.
Envíanos tu Espíritu para vivir con esperanza,
y enséñanos a caminar como hijos del cielo,
en medio de la tierra. Amén.

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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