Un nuevo Pentecostés: Adultos que renuevan su fe con la Confirmación

Una guía teológica, pastoral y actual para redescubrir el fuego del Espíritu Santo


I. Introducción: El redescubrimiento de una llama olvidada

Muchos católicos adultos caminan por la vida con una fe tibia, incompleta o marcada por vacíos sacramentales. Algunos fueron bautizados, pero no confirmados. Otros recibieron la Confirmación por costumbre, sin una verdadera conciencia del don recibido. Y están también quienes se alejaron durante años de la práctica de la fe y ahora, movidos por una gracia misteriosa, desean regresar con todo su corazón.

Hoy, en medio de un mundo que vive en confusión espiritual, se alza una necesidad urgente: un nuevo Pentecostés. No el nacimiento de una nueva Iglesia —la que fundó Cristo es eterna—, sino un renacimiento interior de la fe, una actualización del fuego del Espíritu Santo, especialmente en adultos que descubren la Confirmación no como un trámite olvidado, sino como una experiencia transformadora y renovadora.

Este artículo es para ti: que buscas comprender, vivir y anunciar tu fe con madurez. Que quieres saber qué significa ser confirmado, por qué es tan importante, y cómo vivir este sacramento en tu vida diaria. Vamos a sumergirnos en la riqueza de la Iglesia, guiados por la Escritura, la Tradición y la pastoral viva.


II. ¿Qué es la Confirmación? Un sacramento de plenitud

La Confirmación es uno de los tres sacramentos de la iniciación cristiana, junto con el Bautismo y la Eucaristía. No es un “añadido”, ni un “graduarse de la Iglesia”, como muchos malinterpretan, sino la consumación del Bautismo, el sello del Espíritu Santo, la configuración plena con Cristo.

1. Fundamento bíblico

Jesús prometió el Espíritu Santo:

“Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos […] hasta los confines de la tierra” (Hechos 1,8).

En Pentecostés, esa promesa se cumple. El Espíritu desciende sobre los apóstoles y los transforma. Pedro, antes cobarde, ahora predica con fuego. La Iglesia nace, y con ella, los sacramentos que comunican esa misma gracia.

En los Hechos de los Apóstoles vemos cómo los discípulos, después de bautizar, imponían las manos para que recibieran el Espíritu Santo (cf. Hechos 8,14-17; 19,5-6). Ese gesto —la imposición de manos— es el germen de lo que la Iglesia reconoce como Confirmación.

2. Significado teológico

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña:

“La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, unirnos más íntimamente a la Iglesia […] y ayudarnos a testimoniar la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras” (CEC 1316).

La Confirmación no es sólo para “sentirse mejor espiritualmente”, sino para recibir poder de lo alto (cf. Lc 24,49), para convertirse en testigos valientes, soldados de Cristo, discípulos con fuego.


III. ¿Por qué tantos adultos no están confirmados?

Las razones son múltiples:

  • Falta de formación o catequesis adecuada en la infancia.
  • Ausencia de práctica religiosa en la adolescencia.
  • Desconocimiento de la importancia del sacramento.
  • Creencias erróneas, como pensar que “basta con el Bautismo”.

Sin embargo, muchos adultos hoy están volviendo a descubrir su fe y sienten una sed profunda de Dios. A menudo, este redescubrimiento se acompaña del deseo de confirmar su pertenencia plena a la Iglesia, de renovar sus promesas bautismales y de recibir la fuerza espiritual que les faltaba.


IV. Un nuevo Pentecostés: La Confirmación como renovación de la vida adulta

Hablar de un nuevo Pentecostés no significa esperar un milagro ruidoso o una emoción intensa. Significa acoger hoy, en lo concreto de nuestra vida adulta, la misma gracia que los apóstoles recibieron en Jerusalén. Y eso es exactamente lo que la Confirmación ofrece.

1. Una fe madura y consciente

A diferencia del Bautismo de niños, la Confirmación de adultos implica una respuesta consciente, libre y madura. No es una fe heredada, sino elegida. Y eso cambia todo.

2. Una vida transformada

La Confirmación concede los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Son virtudes que dan forma a una vida cristiana plena, en la familia, el trabajo, la sociedad.

3. Un compromiso misionero

La Confirmación no termina en el sacramento: es el comienzo de una misión. Cada confirmado adulto es llamado a ser luz en su entorno, testigo en medio del mundo, apóstol en su ambiente.


V. Guía práctica para adultos que desean confirmarse

Si eres un adulto bautizado, pero no confirmado, y sientes este llamado, aquí tienes una guía pastoral y teológica para caminar hacia la Confirmación.

1. Discernimiento inicial

  • Pregúntate: ¿Por qué quiero confirmarme? ¿Qué deseo de Dios arde en mi corazón?
  • Habla con un sacerdote o guía espiritual. Este proceso debe ser acompañado.

2. Inscripción en una catequesis de adultos

  • Busca tu parroquia o diócesis: casi todas ofrecen catequesis para adultos que desean recibir la Confirmación.
  • No tengas miedo de “empezar tarde”: el tiempo de Dios es ahora (cf. 2 Cor 6,2).

3. Vida sacramental y oración

  • Asiste a misa cada domingo.
  • Recibe el sacramento de la Reconciliación con regularidad.
  • Lee la Palabra de Dios diariamente y medita en silencio.

4. Formación sólida

  • Aprende sobre los sacramentos, la moral cristiana, la vida de oración.
  • Comprende que la Confirmación no es un punto final, sino una nueva etapa en tu camino.

5. Elección de padrino o madrina

  • Debe ser católico practicante, confirmado, y capaz de guiarte espiritualmente.
  • No es un compromiso simbólico, sino un verdadero acompañamiento en la fe.

6. Celebración del sacramento

  • Participa en la Misa con reverencia.
  • Abre tu corazón. El Espíritu actúa, aunque no siempre se sienta de forma sensible.
  • Recuerda: “El Espíritu sopla donde quiere” (cf. Jn 3,8).

VI. Vivir la Confirmación cada día: ¿Y ahora qué?

Confirmarse como adulto es sólo el comienzo. Vivir esa gracia en lo cotidiano es la verdadera tarea.

1. Renovar tu oración

  • Empieza cada día con una oración al Espíritu Santo:
    “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles…”

2. Servir en la comunidad

  • Únete a un grupo parroquial, colabora en la catequesis, ayuda a los necesitados.
  • El Espíritu se derrama para ser compartido, no guardado.

3. Evangelizar con valentía

  • Habla de tu fe. No impongas, pero no escondas.
  • Recuerda lo que dijo Cristo: “El que se avergüence de mí delante de los hombres, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él delante de los ángeles de Dios” (Lucas 9,26).

4. Perseverar en la lucha espiritual

  • El mundo ofrece mil distracciones, pero tú tienes armas espirituales.
  • Recurre a la confesión, la Eucaristía, la dirección espiritual. El Espíritu te fortalece en la prueba.

VII. Conclusión: Dios quiere confirmarte… para enviarte

La Confirmación no es un lujo espiritual, ni una formalidad. Es un don poderoso y actual que Dios quiere derramar sobre ti. En un mundo herido, secularizado y confundido, la Iglesia necesita adultos valientes, llenos del Espíritu, dispuestos a vivir y anunciar a Cristo sin miedo.

Como en Pentecostés, el fuego no cae sobre edificios, sino sobre corazones. Ese fuego hoy te busca a ti. Acógelo, deja que transforme tu vida, y sé parte de un nuevo Pentecostés que comienza —quizás— con un sencillo “sí” tuyo.


📘 Recomendaciones finales:

  • Lectura recomendada: Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1285-1321.
  • Libro sugerido: El Espíritu Santo, ese desconocido de Raniero Cantalamessa.
  • Oración diaria: Invoca al Espíritu Santo antes de tus actividades.

¿Sientes el llamado? ¿Quieres renovar tu fe como adulto y vivir una vida cristiana más plena?

No esperes más. La Confirmación no es el final de un camino, sino el comienzo de una misión.
¡Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la tierra!

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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