Sublapsarianismo: El debate teológico que dividió a los santos

Una guía espiritual, accesible y profunda para entender un dilema clave en la historia del pensamiento cristiano


Introducción: ¿Por qué un antiguo debate teológico sigue siendo actual?

En ocasiones, los debates teológicos parecen pertenecer a las aulas de seminarios o a los concilios del pasado. Sin embargo, algunos de ellos afectan directamente nuestra manera de entender a Dios, nuestra relación con Él y el modo en que vivimos la fe. Uno de estos debates, menos conocido pero profundamente significativo, es el del sublapsarianismo, una controversia que, aunque surgió en un contexto reformado, toca fibras esenciales de la teología cristiana: la gracia, la predestinación, la libertad humana y la misericordia divina.

Hablar hoy del sublapsarianismo no es solo revivir una disputa intelectual. Es abrir el corazón a una pregunta que, tarde o temprano, todo creyente se hace: ¿Cómo es el corazón de Dios en su relación con los hombres caídos? Este artículo pretende ser una guía clara, profunda y pastoral para entender este concepto, su historia, su importancia teológica y, sobre todo, su aplicación espiritual para nuestra vida cotidiana.


I. Origen del debate: ¿Qué es el sublapsarianismo?

La palabra sublapsarianismo proviene del latín sub lapsu, que significa «después de la caída». Es una corriente teológica que trata de ordenar, lógicamente, los decretos eternos de Dios respecto a la creación, la caída del hombre y la predestinación.

Este concepto surge dentro del calvinismo post-reformado, como respuesta a la pregunta: ¿En qué orden lógico —no temporal— ha dispuesto Dios sus decretos eternos sobre la humanidad?

El sublapsarianismo sostiene que Dios, en su eterno designio:

  1. Decretó crear al ser humano.
  2. Decretó permitir la caída (el pecado original).
  3. Decretó elegir a algunos para la salvación (los elegidos) y permitir que otros, por sus pecados, se pierdan.
  4. Decretó enviar a Cristo como Redentor de los elegidos.
  5. Decretó enviar el Espíritu Santo para aplicar la redención.

Es importante notar que esta es una ordenación lógica, no cronológica. Nadie piensa que Dios «cambie de idea» o «espere a que pase algo» para actuar. La teología habla de decretos eternos, que están todos en Dios desde siempre. Pero ordenarlos lógicamente ayuda a entender mejor cómo Dios obra, según su justicia, sabiduría y misericordia.


II. El supralapsarianismo: la otra cara del debate

Para entender el sublapsarianismo, es necesario conocer su contraparte: el supralapsarianismo (del latín supra lapsum, «antes de la caída»).

Esta corriente afirma que, en el orden lógico de los decretos divinos:

  1. Dios decretó elegir a unos para la gloria y reprobó a otros para la condenación.
  2. Luego decretó crear a todos los hombres.
  3. Decretó permitir la caída.
  4. Decretó redimir a los elegidos por medio de Cristo.
  5. Decretó aplicar esta redención.

Según esta visión, Dios habría pensado en la elección y reprobación antes incluso de crear y permitir el pecado. Esto da lugar a una imagen de Dios más centrada en su soberanía absoluta, pero también —según algunos— más difícil de conciliar con la noción de misericordia y amor universal de Dios.


III. Los santos también discrepan: un debate que dividió a los fieles

Aunque esta disputa fue más conocida entre los reformados, el tema del orden de los decretos de Dios también ha sido tratado —con matices— por la tradición católica. Sin embargo, dentro del protestantismo, el enfrentamiento entre sublapsarianos y supralapsarianos fue tan intenso que incluso santos, pastores y teólogos profundamente piadosos tomaron partido.

Por ejemplo, Teodoro Beza, sucesor de Calvino en Ginebra, tendía al supralapsarianismo. Mientras que otros reformadores como François Turretin y muchos pastores holandeses del Sínodo de Dort (1618-1619), defendieron posiciones sublapsarianas.

¿Por qué tanta pasión en torno a una cuestión tan técnica? Porque, al final, no se trataba solo de lógica. Se trataba de la imagen de Dios que se ofrecía a los fieles. ¿Es Dios un ser que decide condenar antes incluso de prever la caída? ¿O es un Padre que, viendo la miseria de sus hijos caídos, elige salvar a algunos con una misericordia insondable?


IV. La perspectiva católica: gracia, libertad y misterio

La Iglesia Católica no ha adoptado oficialmente ninguna de estas dos posiciones como doctrina definida. Sin embargo, ha reflexionado profundamente sobre estos temas, especialmente a partir del Concilio de Trento, que abordó las relaciones entre gracia y libertad humana frente a las herejías protestantes.

En la tradición católica, se afirma con claridad:

  • Que Dios quiere que todos los hombres se salven (1 Timoteo 2,4).
  • Que la predestinación existe, pero es siempre en vista del mérito de Cristo y sin eliminar la libertad humana.
  • Que el misterio del mal y del pecado no puede ser atribuido directamente a Dios, pues Él es infinitamente bueno y no quiere el pecado.

Por eso, muchos teólogos católicos han adoptado posiciones más cercanas al sublapsarianismo, ya que reconocen que Dios permite la caída, pero no la causa; y que su predestinación es respuesta de misericordia a un mundo herido por el pecado, no una condena arbitraria.

Santo Tomás de Aquino, aunque no usa estos términos, tiene una visión equilibrada: para él, Dios mueve todas las cosas con soberanía, pero no anula la libertad humana ni la responsabilidad moral.


V. Implicaciones espirituales: ¿qué significa esto para mi vida?

Puede parecer que estamos ante una cuestión para especialistas. Pero no es así. Lo que creemos sobre Dios y su relación con el pecado afecta nuestra manera de vivir la fe.

1. Dios no es un verdugo cósmico

Si uno imagina que Dios ha condenado a algunos desde la eternidad sin más, puede surgir una espiritualidad del miedo, del fatalismo o incluso del resentimiento hacia Dios.

El sublapsarianismo —y con más profundidad, la teología católica— nos recuerda que Dios es justo, pero también misericordioso. Él no se goza en la perdición del pecador. Como dice Ezequiel:

«¿Acaso quiero yo la muerte del malvado? —oráculo del Señor—. ¿No quiero más bien que se convierta y viva?» (Ez 18,23).

2. El pecado es real, pero no tiene la última palabra

El hecho de que Dios haya decretado la salvación después de permitir la caída nos muestra que el mal no sorprende a Dios. Él sabe sacar bien del mal. El sublapsarianismo pone el acento en la redención como respuesta misericordiosa al pecado humano, no como un capricho divino.

Esto nos invita a vivir con confianza: no hay caída tan profunda de la que Dios no pueda levantar.

3. La gracia no elimina la libertad, la perfecciona

Dios elige, sí. Pero también espera nuestra respuesta libre. La predestinación, correctamente entendida, no es determinismo, sino una garantía de que la gracia precede, sostiene y corona toda nuestra vida cristiana.

Por eso san Pablo nos exhorta:

“Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, porque es Dios quien obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito” (Fil 2,12-13).

La salvación no es un guion cerrado, sino un camino de colaboración entre Dios y el alma.


VI. Un llamado a la humildad teológica

Debates como el del sublapsarianismo nos enseñan también una gran lección: la humildad. La mente humana puede razonar mucho, pero el misterio de Dios es más grande que nuestras categorías.

Lo importante no es tanto resolver todos los dilemas, sino confiar en que Dios es amor, como nos reveló en Jesucristo. Como dice san Pablo:

“¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de ciencia el de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Rom 11,33)


Conclusión: Redescubrir el rostro del Dios que salva

El sublapsarianismo, más que una etiqueta teológica, es una invitación a pensar con profundidad y fe el misterio de la salvación. Nos recuerda que Dios no es ajeno a nuestro sufrimiento, que el pecado no es parte del plan original, pero que la redención sí lo es.

Este antiguo debate nos impulsa a vivir con más esperanza, a confiar más en la misericordia divina, y a colaborar con su gracia en nuestra propia historia de salvación. No estamos predestinados al fracaso, sino llamados a la santidad.

Que este conocimiento no quede en teoría, sino que inspire tu oración, tu lucha interior y tu modo de ver a los demás. Porque en Cristo, todos los caídos podemos ser levantados. Y porque, más allá de cualquier lógica teológica, el corazón de Dios es más grande que nuestras fórmulas.


«No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»
(Marcos 2,17)

Acerca de catholicus

Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

Ver también

Las mártires de Compiègne: heroísmo, fe y entrega en tiempos de oscuridad

Un testimonio de amor hasta el extremo y una guía luminosa para los creyentes de …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: catholicus.eu