«Eritis sicut dii»—»Seréis como dioses». Estas palabras, pronunciadas por la serpiente en el Jardín del Edén (Génesis 3,5), siguen resonando con fuerza en el mundo actual. La misma tentación que llevó a la caída de nuestros primeros padres sigue presente en nuestra sociedad, disfrazada de ideologías modernas, promesas de autosuficiencia y un rechazo sistemático de Dios. Pero, ¿qué significa realmente esta frase? ¿Cómo se manifiesta hoy? Y, sobre todo, ¿cómo podemos resistir esta seducción que nos aleja del Creador?
1. El contexto bíblico: El origen de la mentira
En el relato del Génesis, Satanás se acerca a Eva y le presenta una tentación envuelta en apariencia de bien:
«Dios sabe muy bien que el día en que comáis de él [el árbol del conocimiento del bien y del mal], se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal» (Génesis 3,5).
Este es el primer engaño en la historia de la humanidad. Es una mentira mezclada con verdad. Sí, Adán y Eva adquirieron el conocimiento del bien y del mal, pero no como Dios, sino de una manera que los separó de Él. En lugar de elevarse, cayeron en la miseria del pecado, la muerte y la esclavitud espiritual.
Desde entonces, la humanidad ha vivido bajo la sombra de esta mentira: la idea de que podemos alcanzar la plenitud, la divinidad, sin Dios.
2. «Seréis como dioses» en el mundo moderno
Si analizamos nuestra cultura, vemos cómo esta antigua tentación se ha transformado en diversas formas contemporáneas:
a) La autosuficiencia radical: «Yo no necesito a Dios»
La sociedad actual promueve la autonomía absoluta, donde el hombre cree ser dueño y señor de su destino. La idea de Dios es vista como un estorbo, un límite a la autodeterminación. Se nos dice que la moral es relativa, que cada uno puede definir su verdad, su bien y su mal, exactamente como prometió la serpiente.
b) El transhumanismo: La búsqueda de la inmortalidad
La ciencia y la tecnología han alcanzado avances impresionantes, pero muchas veces con la ilusión de sustituir a Dios. Proyectos como la inteligencia artificial, la manipulación genética y la criogenización no buscan simplemente mejorar la vida, sino superar nuestra naturaleza humana, hacer del hombre un “dios” que controla la vida y la muerte.
c) La espiritualidad sin Dios
Cada vez es más común escuchar frases como “el poder está en ti” o “eres un ser divino”. Muchas corrientes espirituales modernas intentan reemplazar la relación con Dios con una adoración del propio yo, convirtiéndonos en nuestros propios dioses. Esto se refleja en el auge de la Nueva Era, el esoterismo y el individualismo espiritual.
d) El relativismo moral: La redefinición del bien y del mal
Hoy en día, lo que antes se reconocía como malo, ahora es celebrado, y lo que era bueno es rechazado. Esto no es casualidad, sino la manifestación de la misma tentación del Edén: el deseo de ser como dioses, estableciendo nuestras propias reglas, en vez de someterse a la ley divina.
3. La respuesta cristiana: La verdadera divinización
Curiosamente, el cristianismo enseña que Dios sí quiere hacernos partícipes de su naturaleza divina. San Pedro nos dice:
«Por medio de ellas [las promesas divinas], habéis llegado a ser partícipes de la naturaleza divina» (2 Pedro 1,4).
Pero hay una diferencia fundamental entre la mentira del Edén y la verdad del Evangelio:
- Satanás prometió la divinidad a través de la desobediencia y la autosuficiencia.
- Cristo nos da la divinidad por medio de la gracia, la humildad y la obediencia.
La verdadera “deificación” del hombre no es independizarse de Dios, sino unirse a Él. Los santos son el mejor ejemplo de ello: lejos de querer ser dioses por sí mismos, se han abandonado a la voluntad de Dios y han alcanzado una unión transformante con Él.
4. Cómo resistir la mentira y vivir en la verdad
Frente a la tentación moderna de “ser como dioses”, la Iglesia nos ofrece un camino claro para vivir en la verdad de Cristo:
a) La humildad: Reconocer nuestra dependencia de Dios
El antídoto contra el orgullo del Edén es la humildad. Debemos reconocer que sin Dios no somos nada y que solo en Él encontramos nuestra plenitud.
b) La oración y los sacramentos: Fuentes de gracia
La confesión y la Eucaristía nos sanan y nos fortalecen contra la tentación de la autosuficiencia. La oración constante nos recuerda que somos criaturas, no dioses.
c) La obediencia a la verdad revelada
No podemos caer en la trampa del relativismo. La verdad no es subjetiva; ha sido revelada por Dios en la Escritura y en la Tradición. La doctrina de la Iglesia no es una imposición arbitraria, sino la guía amorosa de Dios para nuestra felicidad eterna.
d) La caridad: La verdadera grandeza está en el amor
El mundo nos dice que el poder y la independencia son el camino a la grandeza, pero Cristo nos muestra lo contrario: “El que quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos” (Mc 9,35).
5. Conclusión: Elegir entre la mentira y la verdad
Cada día enfrentamos la misma elección que Adán y Eva:
- Creer en la mentira de la serpiente, que nos dice que podemos ser dioses sin Dios.
- O aceptar la invitación de Cristo, que nos llama a ser verdaderamente partícipes de su naturaleza divina, pero a través del camino del amor, la cruz y la obediencia.
El mundo nos grita: «Eritis sicut dii», pero Cristo nos susurra: «Sin mí, nada podéis hacer» (Jn 15,5).
Que elijamos sabiamente.