Dentro de la Iglesia Católica, es común llamar «padre» a los sacerdotes, pero esta práctica genera dudas y objeciones, especialmente entre algunos grupos protestantes que citan Mateo 23,9: «No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo». Entonces, ¿es incorrecto llamar «padre» a un sacerdote? ¿Tiene fundamento bíblico y teológico? En este artículo, exploraremos el origen, la historia y el profundo significado de este título, disipando mitos y ofreciendo claridad sobre su uso legítimo dentro de la tradición cristiana.
1. Un título con raíces en la Sagrada Escritura
Para entender por qué llamamos «padre» a los sacerdotes, primero debemos ver cómo se usa este término en la Biblia. A pesar de la objeción basada en Mateo 23,9, encontramos que la Escritura misma utiliza el término “padre” en diversos contextos, sin que ello contradiga la enseñanza de Cristo.
1.1. El uso de «padre» en la Biblia
Dios es nuestro Padre por excelencia, pero la Biblia reconoce figuras humanas con autoridad espiritual como «padres»:
- San Pablo se llama a sí mismo “padre” de los fieles: «Podéis tener muchos pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, pues yo os engendré en Cristo Jesús por medio del Evangelio» (1 Corintios 4,15).
- El patriarca Abraham es llamado «padre» de los creyentes (Romanos 4,16).
- El profeta Eliseo se dirige a Elías diciendo: «¡Padre mío, padre mío!» (2 Reyes 2,12).
- El término «padre» es usado para los ancianos y líderes espirituales en el Antiguo Testamento (Jueces 17,10; Génesis 45,8).
Si la Biblia misma llama «padre» a líderes espirituales, claramente Cristo no estaba prohibiendo el uso del término de manera absoluta.
1.2. ¿Qué quiso decir Jesús en Mateo 23,9?
Cuando Jesús dijo: «No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra», estaba denunciando la hipocresía de los fariseos, que buscaban títulos honoríficos para su propio orgullo y no para servir a Dios. El contexto del pasaje (Mateo 23,1-12) muestra que Cristo critica a quienes buscan la gloria personal en los títulos, no el uso legítimo de «padre» para figuras espirituales.
Si interpretáramos Mateo 23,9 de manera estrictamente literal, también tendríamos que evitar llamar “maestro” o “doctor” a alguien, ya que Jesús dice en el mismo capítulo:
“Ni os dejéis llamar ‘maestro’, porque uno solo es vuestro maestro, el Cristo” (Mateo 23,10).
Sin embargo, en otros pasajes, la misma Escritura habla de «maestros» en la Iglesia (Efesios 4,11; Santiago 3,1). Así, el problema no es el uso del título, sino el abuso del poder espiritual.
2. El sacerdocio como paternidad espiritual
El título de «padre» para los sacerdotes no es un simple formalismo, sino que refleja una profunda realidad teológica: el sacerdote participa en la paternidad de Dios a través de su ministerio.
2.1. El sacerdote, instrumento de Dios para engendrar hijos espirituales
San Pablo decía a los corintios: «Yo os engendré en Cristo Jesús por medio del Evangelio» (1 Corintios 4,15). Los sacerdotes hacen lo mismo: engendran hijos espirituales a través de la predicación, el bautismo y los sacramentos. No son «padres» en el sentido biológico, sino en el sentido de guías espirituales que conducen a los fieles hacia Dios.
2.2. El sacerdocio, reflejo de la paternidad de Dios
Dios se revela como Padre, y Cristo, en su humanidad, nos muestra el rostro del Padre. Sin embargo, Él quiso que hubiera representantes suyos en la Tierra. Los sacerdotes, al actuar «in persona Christi» (en la persona de Cristo), reflejan esta paternidad.
Cuando un sacerdote absuelve los pecados, bautiza o consagra la Eucaristía, actúa como Cristo, quien es la imagen del Padre. Su paternidad no es por derecho propio, sino porque Dios los ha hecho mediadores de su gracia.
3. Un título con tradición en la Iglesia
Desde los primeros siglos, los cristianos llamaban “padre” a los líderes espirituales. Veamos algunos ejemplos históricos:
- San Ignacio de Antioquía (siglo I) exhortaba a los fieles a obedecer a sus obispos y presbíteros como padres espirituales.
- Los monjes egipcios (siglo III-IV) llamaban «Abba» (padre) a sus superiores.
- San Benito (siglo VI) estableció que los monjes debían llamar «padre» a su abad.
La Iglesia siempre ha entendido que la paternidad espiritual no es un título vacío, sino una misión sagrada.
4. Objeciones protestantes y cómo responderlas
Muchos protestantes objetan el uso de «padre» para los sacerdotes, pero sus objeciones se basan en interpretaciones fuera de contexto. Respondamos a las más comunes:
4.1. «Jesús prohibió llamar padre a alguien»
Como vimos, Mateo 23,9 no debe entenderse de forma literal. Si fuera así, tampoco podríamos llamar «padre» a nuestros progenitores, lo que sería absurdo y contrario al cuarto mandamiento («Honra a tu padre y a tu madre», Éxodo 20,12).
4.2. «El sacerdocio católico no es bíblico»
El sacerdocio tiene raíces en el Antiguo Testamento (Levítico 21) y se cumple en el Nuevo Testamento con los apóstoles. Jesús instituyó un sacerdocio ministerial cuando dijo: «Haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19), dando a los apóstoles el poder de consagrar la Eucaristía. San Pablo también habla del ministerio sacerdotal (Romanos 15,16).
4.3. «Solo Dios es Padre»
Dios es el Padre por excelencia, pero eso no excluye la paternidad espiritual de los sacerdotes. Pablo mismo se llamaba «padre» de sus comunidades (1 Corintios 4,15).
5. Conclusión: Un título que expresa una verdad profunda
Llamar «padre» a un sacerdote no es un error ni una herejía, sino el reconocimiento de su misión espiritual. No es un título de honor vacío, sino un reflejo de su papel como guía, protector y mediador de la gracia de Dios.
Cuando un católico llama «padre» a un sacerdote, no le está quitando la gloria a Dios, sino reconociendo que Dios obra a través de sus ministros. Como dijo San Pablo:
«No somos nosotros los que predicamos, sino Cristo Jesús como Señor; y nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús» (2 Corintios 4,5).
Que este conocimiento nos ayude a valorar y respetar a nuestros sacerdotes, verdaderos padres espirituales en nuestra peregrinación hacia la vida eterna.