“Non Possumus”: Cuando la fidelidad a Cristo no admite negociación

Hay palabras que resuenan en la historia de la Iglesia como campanadas de verdad eterna. Una de ellas es “Non possumus” —en latín, “no podemos”—. No se trata de un simple gesto de obstinación, ni de un capricho de quienes se resisten a ceder. Es una profesión de fe que ha atravesado siglos, pronunciada siempre que la Iglesia se ha visto obligada a elegir entre la fidelidad a Cristo y la sumisión a poderes humanos.

Hoy, en medio de un mundo que constantemente nos invita a relativizar, negociar lo esencial o “adaptar” la fe para encajar mejor en la sociedad, esta expresión sigue siendo tan necesaria como en los tiempos de los primeros cristianos.


1. Origen y sentido histórico de “Non possumus”

La frase hunde sus raíces en la época de las persecuciones romanas. Cuando se pedía a los cristianos quemar incienso a los ídolos o aceptar mínimamente las costumbres paganas, muchos respondían:

“Non possumus” — No podemos (hacerlo), porque no podemos dejar de ser lo que somos: discípulos de Cristo.

No era una negativa política, sino teológica. Ellos sabían que “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).

Con el tiempo, esta expresión fue reapareciendo en distintos momentos de la historia:

  • En tiempos de las herejías, cuando algunos proponían rebajar o deformar la doctrina, los fieles repetían que no podían ceder en lo que constituye el depósito de la fe.
  • Durante las tensiones con poderes civiles, reyes y gobiernos intentaron manipular la Iglesia. Obispos y Papas respondieron con el mismo espíritu: “Non possumus”.
  • En el siglo XX, el Papa Pío XII usó estas palabras frente a la presión de regímenes totalitarios que querían someter a la Iglesia al control del Estado.

En todas estas ocasiones, el “no podemos” no significaba debilidad, sino fuerza de fidelidad: la certeza de que la verdad de Cristo no se negocia.


2. El significado teológico profundo

Decir “Non possumus” es afirmar:

  • Que hay verdades no negociables, porque proceden directamente de Dios.
  • Que la Iglesia no es dueña de la fe, sino su custodia fiel.
  • Que los cristianos no podemos renunciar a la Cruz, aunque el mundo la considere un escándalo o una locura (cf. 1 Cor 1,23).

En otras palabras: no se trata de lo que nosotros “queremos” o “preferimos”, sino de lo que nos está mandado por Cristo.

El mismo Jesús dijo:

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24,35).

Frente a esta certeza, cualquier intento de cambiar, diluir o manipular el Evangelio debe recibir la misma respuesta firme: Non possumus.


3. La actualidad del “Non possumus”

Hoy no nos piden quemar incienso a los dioses romanos, pero sí hay nuevos ídolos:

  • El relativismo moral, que dice que todo es igual y nada importa demasiado.
  • El consumismo, que convierte al dinero y al placer en fines absolutos.
  • El poder político o cultural, que exige a veces renunciar a la verdad para ser aceptados.

En este contexto, el cristiano se encuentra ante la misma encrucijada: ser fiel a Cristo o rendirse al mundo.

  • Cuando un católico es presionado para callar su fe en el trabajo, debe recordar: Non possumus.
  • Cuando se nos pide aceptar prácticas contrarias a la moral cristiana —ya sea en bioética, en familia o en sociedad— la respuesta es la misma: Non possumus.
  • Cuando se pretende convertir la liturgia en un mero espectáculo, olvidando que es Sacrificio Santo, la Iglesia debe decir: Non possumus.

No es fanatismo. No es intolerancia. Es coherencia. Si dejamos de ser fieles a Cristo en lo esencial, ¿qué nos queda?


4. Guía práctica: vivir el “Non possumus” hoy

Decir “Non possumus” no es sólo para mártires y obispos. También tú, en tu vida diaria, puedes vivir esta fidelidad. Aquí tienes una guía desde el punto de vista teológico y pastoral:

a) En la vida personal

  • Ora cada día: la fuerza del “Non possumus” nace de la unión con Dios.
  • Examina tu conciencia: reconoce cuándo has cedido por miedo o comodidad.
  • Confía en la gracia: no estás solo en la lucha, el Espíritu Santo es tu defensor.

b) En la familia

  • Educa en la verdad: no negocies la fe en la formación de tus hijos.
  • Defiende el matrimonio cristiano: frente a la banalización del amor, di con tu testimonio: Non possumus.
  • Transmite devoción: la oración en familia fortalece el hogar contra la presión del mundo.

c) En la vida social y laboral

  • Sé honesto siempre: aunque otros elijan la mentira o la corrupción.
  • Da testimonio con valentía: si se burlan de tu fe, responde con paz, pero sin ocultarla.
  • No participes de lo que ofende a Dios: aunque sea costumbre o esté legalizado.

d) En la vida parroquial y eclesial

  • Ama la liturgia: participa con reverencia, porque aquí el “Non possumus” significa no trivializar lo sagrado.
  • Apoya a tus pastores fieles: reza y ayuda a quienes, como los Apóstoles, deben decir “obedeceremos a Dios antes que a los hombres”.
  • Discierne con fidelidad: no todo lo que el mundo llama “progreso” es compatible con la fe.

5. El fruto espiritual del “Non possumus”

Cuando los cristianos decimos con el corazón “Non possumus”, sucede algo maravilloso:

  • Nos unimos a la cadena de mártires y confesores de todos los tiempos.
  • Experimentamos una libertad interior que nadie puede arrebatar.
  • Damos al mundo un testimonio luminoso de que Cristo vive y reina.

Y aunque a veces seamos marginados o perseguidos, recordemos las palabras de Jesús:

“Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros” (Jn 15,18).


Conclusión

El “Non possumus” no es un “no” al mundo, sino un “sí” rotundo a Cristo. Es la fidelidad que sostiene a la Iglesia en todas las épocas, la que nos da identidad y nos protege de disolvernos en el mar de la indiferencia.

En un tiempo en que todo parece negociable, tú y yo estamos llamados a mantenernos firmes, con caridad pero con claridad, diciendo:

Non possumus… porque Cristo nos lo ha confiado y no podemos traicionarlo.


👉 ¿Quieres comenzar a vivirlo desde hoy? Ponte un propósito sencillo: identifica un área de tu vida en la que estés cediendo por miedo o comodidad, y decide decir tu propio “Non possumus”. Hazlo con serenidad, pero con valentía. Verás cómo la fidelidad trae paz y alegría, porque “la verdad os hará libres” (Jn 8,32).

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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