Una guía teológica y pastoral para tiempos de confusión espiritual
Introducción: ¿Qué es el ecumenismo y por qué importa?
En nuestros días, es común escuchar llamados a la «unidad de los cristianos», a «construir puentes» entre religiones, o a dejar atrás «las divisiones del pasado» para avanzar hacia una «fraternidad universal». Estos términos, que pueden parecer bienintencionados, encierran a menudo una peligrosa ambigüedad teológica. ¿Qué tipo de unidad buscamos? ¿A qué precio? ¿Qué lugar ocupa la Verdad revelada en estos diálogos?
Para responder a estas preguntas, la Iglesia cuenta con una guía clara y profética: la encíclica Mortalium Animos, publicada por el Papa Pío XI el 6 de enero de 1928. Este documento, a menudo olvidado o ignorado, ofrece una enseñanza luminosa sobre el verdadero sentido de la unidad cristiana y denuncia con valentía el peligro del falso ecumenismo.
En este artículo vamos a sumergirnos, desde un enfoque teológico y pastoral, en el contexto, contenido y actualidad de Mortalium Animos, descubriendo cómo sus enseñanzas pueden guiarnos hoy en la confusión doctrinal y religiosa que nos rodea.
1. Contexto histórico: la Iglesia ante los primeros movimientos ecuménicos
A principios del siglo XX, comenzaron a surgir en Europa y América los llamados «congresos de fe y orden», promovidos por comunidades protestantes que buscaban una forma de unidad entre las múltiples denominaciones cristianas. Surgía así el llamado movimiento ecuménico, con el objetivo de reunir a todos los creyentes en Cristo en una suerte de federación espiritual, respetando sus diferencias doctrinales.
En muchos casos, este movimiento no partía de la verdad revelada ni del deseo de conversión a la única Iglesia fundada por Cristo, sino del relativismo doctrinal, bajo la consigna de que todas las religiones contienen algo de verdad y que lo importante es lo que une, no lo que divide.
La Iglesia Católica, madre y maestra de la verdad, no podía guardar silencio ante esta peligrosa desviación. Fue entonces cuando el Papa Pío XI, con sabiduría pastoral y firmeza doctrinal, publicó Mortalium Animos, dirigida a todos los fieles para aclarar cuál es la verdadera unidad querida por Dios.
2. El núcleo de Mortalium Animos: la unidad sólo es posible en la Verdad
Pío XI comienza su encíclica con una observación esperanzadora: muchos desean la unidad entre los cristianos. Pero rápidamente advierte que no todos entienden lo mismo por «unidad». Algunos proponen «reuniones, congresos y discursos» donde se relativiza la doctrina para encontrar un mínimo común denominador. A este enfoque el Papa responde con claridad:
“No es lícito promover la unión de los cristianos de otra manera que no sea favoreciendo el retorno de los disidentes a la única Iglesia de Cristo, que ellos, desgraciadamente, abandonaron.”
(Mortalium Animos, n. 10)
Esta frase clave resume el principio católico de ecumenismo verdadero: la unidad se alcanza en torno a la Verdad revelada por Dios y custodiada sin error por la Iglesia Católica, no mediante pactos diplomáticos ni silencios convenientes.
El Santo Padre explica que la Iglesia de Cristo no es un ideal invisible, ni una simple comunión de sentimientos, sino una realidad visible y jerárquica, fundada por Jesucristo sobre Pedro:
“La verdadera Iglesia de Jesucristo es aquella que fue establecida por el mismo Redentor, edificada sobre Pedro, cabeza visible, y sus sucesores…”
(Mortalium Animos, n. 8)
3. Fundamento bíblico: la unidad querida por Cristo
Muchos que promueven el falso ecumenismo citan la oración de Jesús en la Última Cena:
“Padre, que todos sean uno” (Juan 17,21).
Pero olvidan que esa unidad es una unidad en la fe y en la caridad, como indica San Pablo:
“Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Efesios 4,5).
Cristo no rezó para que sus discípulos crearan diversas versiones del Evangelio, ni para que coexistieran múltiples Iglesias con doctrinas contradictorias. Rezó para que todos vivieran en la misma Verdad, porque Él mismo es la Verdad (cf. Juan 14,6).
Pío XI insiste en que la verdadera unidad no puede construirse a costa de la verdad revelada. La caridad cristiana no consiste en tolerar el error, sino en invitar al hermano a abrazar la plenitud de la verdad que salva.
4. Teología del verdadero ecumenismo: conversión, no sincretismo
El falso ecumenismo promueve una especie de sincretismo o amalgama doctrinal que pretende respetar todas las creencias, incluso cuando se contradicen. Esta actitud lleva a diluir los dogmas, minimizar los sacramentos, relativizar la autoridad del Papa y negar el papel exclusivo de la Iglesia como medio de salvación.
En cambio, Mortalium Animos enseña que el único ecumenismo legítimo es el que invita, con caridad y claridad, al retorno de todos los cristianos separados a la única Iglesia verdadera. Es decir, a su conversión. Como afirma la encíclica:
“La unión de los cristianos no se puede fomentar de otra manera sino trabajando para llevarlos al redil de Cristo.”
(Mortalium Animos, n. 10)
Esta doctrina fue reafirmada por el Concilio Vaticano II en el Decreto Unitatis Redintegratio (n. 3), aunque más tarde malinterpretada por muchos, como si significara que todas las Iglesias son igualmente válidas. No lo son.
5. Aplicaciones prácticas: cómo vivir la verdadera unidad hoy
En un mundo cada vez más pluralista y relativista, los católicos fieles deben tener una brújula clara. ¿Cómo vivir este llamado a la unidad sin caer en el error?
a) Amar la Verdad por encima de todo
No se puede amar verdaderamente al prójimo si no se le ama en la verdad. Ceder en dogmas o callar por respeto humano es traicionar el Evangelio. La caridad no se opone a la verdad; la exige.
b) Formarse en la fe católica
No se puede defender la fe si no se la conoce. Es urgente volver a estudiar el Catecismo, las encíclicas papales, y especialmente los documentos olvidados como Mortalium Animos. Formarse es un deber moral.
c) Rezar por la conversión de los no católicos
La oración es el alma del verdadero ecumenismo. No para que «todos vivan en paz cada uno con su verdad», sino para que todos conozcan y abracen a Cristo en la plenitud de la fe católica.
d) Evitar celebraciones interreligiosas confusas
Participar en actos religiosos con otras confesiones, sin testimonio claro de la fe católica, puede escandalizar y sembrar confusión. La fe no se negocia ni se esconde.
e) Apostar por la claridad y la caridad
Se puede dialogar con todos, pero sin renunciar a proclamar que fuera de la Iglesia no hay salvación ordinaria (extra Ecclesiam nulla salus), como enseñaron los Padres, los Concilios y los Papas.
6. Un mensaje para nuestro tiempo: claridad frente a la confusión
Hoy más que nunca, cuando incluso dentro de la Iglesia hay voces que promueven un ecumenismo sentimental, ajeno al Evangelio y a la tradición, Mortalium Animos resuena con fuerza como un llamado a la fidelidad y al discernimiento.
No se trata de despreciar a los hermanos separados, sino de mostrarles, con humildad y convicción, el camino hacia la plenitud de la fe. Se trata de decir con San Pedro:
“No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que podamos ser salvos” (Hechos 4,12).
Ese nombre es Jesucristo, y su Cuerpo Místico subsiste sólo en la Iglesia Católica.
Conclusión: volver a las fuentes, volver a Cristo
La encíclica Mortalium Animos no es un documento del pasado, sino una profecía para nuestro tiempo. Nos recuerda que la unidad de los cristianos no puede ser fruto de la negociación, sino de la conversión. Y que la caridad verdadera no consiste en ocultar la verdad, sino en ofrecerla con misericordia y firmeza.
En medio de un mundo fragmentado, sólo la Iglesia fundada por Cristo tiene la misión y la gracia de reunir a todos en una sola fe, una sola Iglesia, un solo Bautismo. Esa es la unidad por la que debemos orar, trabajar y vivir.
Oración final:
Señor Jesús, tú que oraste por la unidad de tus discípulos,
danos la gracia de permanecer fieles a tu verdad.
Haznos instrumentos de tu luz,
y concédenos, por intercesión de la Virgen María,
que todos los hombres lleguen al conocimiento
y amor de tu santa Iglesia.
Amén.