Los ‘valores’ no son virtudes ni moral: redescubriendo la brújula católica en un mundo sin norte

Introducción: ¿Valores? ¿Virtudes? ¿Moral? ¿Es todo lo mismo?

Vivimos en una época en la que las palabras se manipulan, se vacían de contenido y se rehacen a conveniencia. Entre los términos más usados —y más confundidos— se encuentra el de valores. Se escucha en escuelas, empresas, campañas políticas, declaraciones de derechos y hasta en púlpitos: “defender los valores”, “transmitir valores”, “educar en valores”. Pero, ¿qué significa realmente esa palabra? ¿Y por qué deberíamos preocuparnos de distinguirla de conceptos milenarios como virtudes y moral?

Este artículo busca aclarar, desde la riqueza de la teología y la tradición católica, por qué los “valores” no son equivalentes ni sustitutos legítimos de la moral objetiva ni de las virtudes cristianas. Desenmascararemos el carácter subjetivo, ambiguo y peligroso de este término cuando se utiliza como reemplazo de principios sólidos, y ofreceremos una guía práctica para reeducar el juicio moral a la luz del Evangelio y de la enseñanza perenne de la Iglesia.

“¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que dan oscuridad por luz y luz por oscuridad!”
Isaías 5,20


1. Origen y auge del lenguaje de los “valores”

El término valor tiene su origen filosófico en corrientes modernas como el relativismo ético, el existencialismo y el pragmatismo. Fue popularizado en el siglo XIX por pensadores como Nietzsche, quien usó la palabra para referirse a aquellas cualidades que un individuo o cultura considera importantes o deseables, sin referencia alguna a un orden moral objetivo.

El lenguaje de los valores surge, por tanto, de una ruptura con la tradición moral clásica. Donde antes se hablaba de el bien y el mal, de virtudes y vicios, ahora se introduce un término más laxo, más difuso, aparentemente neutral: lo que tiene valor para alguien.

Así, en vez de preguntar “¿Esto es bueno?”, se pregunta “¿Esto tiene valor para mí?”
El problema es evidente: el bien se vuelve subjetivo, personal, negociable.


2. Virtudes: el lenguaje moral del Evangelio y de la Iglesia

A lo largo de la historia, la Iglesia nunca habló de “valores”, sino de virtudes. Las virtudes son disposiciones estables del alma, hábitos del bien, que perfeccionan al hombre en su naturaleza racional y lo orientan a Dios. No son simples “preferencias” o “gustos nobles”, sino realidades objetivas que elevan el alma.

Las virtudes se dividen en dos grupos:

a) Virtudes cardinales (humanas)

  • Prudencia: saber qué hacer y cómo actuar correctamente.
  • Justicia: dar a cada uno lo que le corresponde.
  • Fortaleza: resistir el mal y afrontar las dificultades.
  • Templanza: moderar los placeres y pasiones.

b) Virtudes teologales (sobrenaturales)

  • Fe: creer en Dios y en todo lo que Él ha revelado.
  • Esperanza: confiar en las promesas divinas.
  • Caridad: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios.

Estas virtudes, recibidas por gracia y fortalecidas con el ejercicio y los sacramentos, son las que hacen al hombre justo a los ojos de Dios. Son el camino de santidad.


3. ¿Qué son entonces los “valores”?

El término “valor” designa simplemente una cualidad que alguien aprecia. No implica necesariamente que sea buena, verdadera o justa.

Un “valor” puede ser:

  • Individual: lo que yo valoro.
  • Cultural: lo que un grupo humano considera importante.
  • Cambiante: lo que ayer se valoraba, hoy no; y viceversa.

Ejemplo:
Una sociedad puede decir que “la libertad” es un valor. Pero, ¿libertad para qué? ¿Para buscar la verdad o para destruirla? ¿Para amar o para pecar?
Sin una referencia moral objetiva, el “valor libertad” puede justificar tanto una vocación religiosa como un aborto.

Así ocurre con otros tantos “valores”: tolerancia, diversidad, autenticidad, inclusión… sin marco moral, se convierten en etiquetas vacías o incluso peligrosas.


4. El reemplazo ideológico: de virtudes a valores

Sustituir el lenguaje de las virtudes por el de los valores no es neutral. Es una operación ideológica y pedagógica cuidadosamente diseñada. A lo largo del siglo XX, especialmente tras el Concilio Vaticano II, muchos entornos católicos comenzaron a hablar más de “valores cristianos” que de virtudes, como si fueran equivalentes.

Pero no lo son.

Comparación rápida:

ConceptoFundamentoNaturalezaEstabilidadFinalidad
VirtudLey moral objetiva / DiosHábito del almaEstableSantificación del hombre
ValorSubjetividad humanaPreferencia o apreciaciónVariableBienestar temporal

Esta sustitución ha llevado a una ética blanda, emocional, negociable. Hoy se habla de “educación en valores” y no en moral. Pero, ¿qué pasa si los valores que se enseñan no coinciden con la verdad moral objetiva?


5. El peligro pastoral y espiritual del lenguaje de los “valores”

Cuando un católico adopta el lenguaje de los valores sin crítica, corre el riesgo de justificar lo injustificable. Como los valores son subjetivos, pueden servir para revestir de nobleza algo intrínsecamente inmoral.

Ejemplos:

  • Se defiende el “valor de la compasión” para justificar la eutanasia.
  • Se invoca el “valor de la autenticidad” para defender un estilo de vida contrario al Evangelio.
  • Se apela al “valor de la libertad” para promover el aborto o la pornografía.
  • Se predica el “valor del respeto” para silenciar la Verdad.

Este es el drama: el lenguaje de los valores puede ser usado para callar la voz de la moral cristiana, para aplacar la conciencia y para construir una ética a la carta, centrada en el individuo, no en Dios.

“El hombre sabio es el que edifica su casa sobre roca” (Mt 7,24).
Los valores son arena; las virtudes, roca.


6. Recuperar el lenguaje moral de la Tradición: guía teológico-pastoral

A) Formación de la conciencia

La conciencia no se educa con “valores”, sino con la Verdad revelada.
Es urgente volver a enseñar el Catecismo, el Decálogo, la Ley Natural, las enseñanzas de los santos y del Magisterio.

Recomendaciones:

  • Leer el Catecismo de la Iglesia Católica (especialmente del §1730 al §1845).
  • Estudiar las virtudes con Santo Tomás de Aquino.
  • Meditar la vida de santos virtuosos, como San Luis Gonzaga, Santa Teresa de Jesús, o San Francisco de Sales.

B) Pastoral familiar y educativa

Las familias deben enseñar virtudes, no solo valores. Un niño necesita saber qué es bueno, no solo qué se aprecia.

Sugerencias prácticas:

  • Rezar cada noche pidiendo crecer en una virtud concreta (fortaleza, castidad, humildad…).
  • Leer juntos vidas de santos como modelos de virtud.
  • Corregir con caridad pero con claridad cuando se invoquen valores que contradicen la moral.

C) Vida parroquial y predicación

Los sacerdotes y agentes de pastoral deben hablar sin miedo de pecado, conversión, virtud, juicio, cielo e infierno. El lenguaje suave de los valores adormece las almas.

Sugerencias:

  • Sustituir “valores cristianos” por “virtudes cristianas” en catequesis y homilías.
  • Predicar sobre los vicios capitales y sus virtudes contrarias.
  • Formar líderes cristianos con identidad firme, no con lenguaje tibio.

7. Aplicación práctica en la vida diaria

¿Qué puedo hacer hoy para salir del lenguaje de los valores y volver al camino de la virtud?

✔️ Examina tu vida: ¿usas palabras como “valores” para evitar compromisos morales?
✔️ Aprende cada mes una virtud y lucha contra su vicio opuesto.
✔️ No eduques solo en lo “que está bien visto”, sino en lo que está bien a los ojos de Dios.
✔️ Revisa tus decisiones: ¿te mueves por lo que “valoras” o por lo que es bueno y santo?

“No os conforméis a este mundo, sino transformaos por la renovación de vuestra mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”
Romanos 12,2


Conclusión: Volver a la claridad del Evangelio

Los “valores” son conceptos blandos que la cultura moderna utiliza para reemplazar las certezas morales. Pero el alma no se salva por tener buenos valores, sino por vivir en gracia y en virtud. Como Iglesia, estamos llamados a recuperar el lenguaje fuerte, claro y liberador de la Tradición. A llamar al mal por su nombre. A formar conciencias rectas. A enseñar virtudes verdaderas. A volver a Cristo, que no vino a darnos “valores”, sino a enseñarnos el camino, la verdad y la vida.

La santidad no es cuestión de valores, sino de virtud.

Acerca de catholicus

Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

Ver también

Los frutos del Espíritu Santo: señales vivas de una vida transformada por Dios

Un artículo educativo, espiritual y actual sobre el corazón de la vida cristiana Introducción En …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: catholicus.eu