La Reina Ester y María: Dos Intercesoras en el Plan de Salvación

Una guía espiritual y teológica para el cristiano de hoy


Introducción: Intercesoras en el corazón de la historia de la salvación

A lo largo de la Sagrada Escritura, el papel de la mujer como intercesora ha sido una constante que nos revela la ternura, la valentía y la sabiduría con que Dios actúa a través de personas aparentemente frágiles, pero llenas de fe. Entre las figuras femeninas más notables del plan de salvación, sobresalen dos reinas cuyas vidas resplandecen por su papel mediador ante el poder: Ester, la reina del Antiguo Testamento que intercede por su pueblo, y María, la Reina del Cielo, que intercede por toda la humanidad.

Ambas, desde sus contextos distintos, comparten una misión: ponerse de pie ante el poder para implorar misericordia y salvación. Comprenderlas en conjunto nos lleva a profundizar en la belleza de la intercesión, el coraje de la fe y el papel activo de la mujer en el designio divino. Este artículo busca mostrar no solo la conexión teológica entre Ester y María, sino también ofrecer una guía práctica para aprender de su ejemplo, crecer en la fe y vivir una espiritualidad encarnada en la vida diaria.


1. La Reina Ester: Una mujer, un pueblo, una súplica valiente

El libro de Ester, ubicado en el Antiguo Testamento, narra una historia de intriga palaciega y providencia divina. Ester, una joven judía huérfana, es elevada a la dignidad de reina del imperio persa bajo el reinado de Asuero (Jerjes I). Su identidad judía permanece oculta hasta que su pueblo se ve amenazado por un edicto de exterminio orquestado por el malvado Amán.

Frente a esta crisis, Ester se convierte en intercesora. Asume su identidad y riesgo personal para presentarse ante el rey —algo prohibido bajo pena de muerte— con el fin de pedir por la vida de su pueblo. Antes de esta intervención, ella pide ayuno y oración:

“Ve, reúne a todos los judíos que se hallan en Susa y ayunad por mí, sin comer ni beber durante tres días. También yo y mis doncellas ayunaremos. Después iré al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.”
(Ester 4,16)

Este gesto de fe y entrega total la convierte en imagen viva de la intercesión profética. Ester no se limita a orar, sino que actúa. Su súplica al rey, vestida con prudencia y confianza en Dios, logra la revocación del decreto de muerte. La salvación del pueblo llega gracias a su mediación.


2. María, Reina e Intercesora: “Haced lo que Él os diga”

María, la madre de Jesús, aparece en el Nuevo Testamento no como una reina de trono visible, sino como sierva y esclava del Señor (cf. Lc 1,38). Sin embargo, la tradición de la Iglesia la reconoce como Regina Caeli —Reina del Cielo— por su cercanía única con Cristo y su participación en el plan de salvación.

Uno de los momentos más emblemáticos de su intercesión ocurre en las bodas de Caná (Jn 2,1-12). Allí, al ver que se han quedado sin vino, María no permanece indiferente. Se adelanta al sufrimiento ajeno, ve lo que otros no ven, y acude a su Hijo:

“No tienen vino” (Jn 2,3)

Con esta breve frase, María muestra su sensibilidad maternal e intercesora. Ella no ordena, no exige. Solo señala una necesidad. Jesús, en una respuesta que puede parecer dura (“Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora”), finalmente realiza su primer milagro. Y lo hace porque María, confiando plenamente en Él, dice a los sirvientes:

“Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5)

Aquí está el corazón de la intercesión mariana: no se trata de desviar la voluntad divina, sino de ayudar a otros a confiar en ella. María no se interpone, sino que conduce a Cristo. Ella es puente, no obstáculo; es espejo de obediencia y fe.


3. Ester y María: Parallelos teológicos y espirituales

Comparar a Ester con María no es una creación moderna. Desde los Padres de la Iglesia hasta la liturgia, se ha visto a Ester como una figura tipo de María. Ambas son reinas, ambas interceden por su pueblo, ambas arriesgan su bienestar por los demás. Pero hay algo aún más profundo: ambas son instrumentos de salvación en manos de Dios.

EsterMaría
Reina en PersiaReina del Cielo
Intercede ante AsueroIntercede ante su Hijo, el Rey de reyes
Riega con ayuno y oraciónVive una vida de oración y unión con Dios
Pide salvación para el pueblo judíoPide misericordia y gracia para toda la humanidad
Arriesga su vida ante el reySe ofrece a sí misma como esclava del Señor

En la tradición patrística, María es vista como la nueva Ester. Como dice san Bernardo:

“María es verdaderamente Reina, porque su Hijo es el Rey de reyes. Pero su realeza es de humildad, de compasión y de intercesión.”


4. Aplicaciones prácticas: ¿Cómo imitar hoy a estas dos reinas?

a) La fuerza de la intercesión

Tanto Ester como María nos enseñan que la oración intercesora no es pasiva. Implica valentía, discernimiento, ayuno, sensibilidad ante el sufrimiento del prójimo. En nuestra vida cotidiana, podemos ejercer esta intercesión:

  • Rezando por aquellos que sufren y no tienen fe.
  • Presentando ante Dios las necesidades del mundo (enfermos, guerras, injusticias).
  • Acompañando espiritualmente a familiares alejados de la Iglesia.
  • Participando en la Misa con una intención profunda por la conversión de los pecadores.

b) El valor del ayuno y la penitencia

Ester pidió ayuno. María vivió en austeridad. La Iglesia nos invita a redescubrir estas prácticas como formas de purificación interior y ofrecimiento por los demás.

  • Ofrecer un día de ayuno por la conversión de un ser querido.
  • Renunciar a distracciones para dedicar tiempo a la oración por los que sufren.
  • Hacer sacrificios concretos unidos a Cristo crucificado por el bien del prójimo.

c) La obediencia confiada

María, en Caná, no entendió completamente el plan, pero confió. Esta obediencia a la voluntad de Dios es un camino de santidad.

  • Aceptar con fe las pruebas, viendo en ellas un camino hacia la salvación.
  • Decirle a Jesús cada mañana: “Hágase en mí según tu palabra”.
  • Acompañar a otros con una actitud de esperanza, como María lo hizo con Isabel.

5. Una guía pastoral y teológica para vivir como intercesores

AcciónFundamento BíblicoAplicación práctica
Orar por los demás1Tim 2,1Lista diaria de personas por quienes interceder
Ayunar por la conversiónMt 6,16-18Ayuno semanal o mensual con intención concreta
Ofrecer sacrificiosCol 1,24Unir dolores o dificultades a los de Cristo
Confianza plena en DiosProv 3,5Lectura orante del Evangelio diaria
Ser voz de los que no tienen vozIs 1,17Involucrarse en causas de justicia social desde la fe

Conclusión: Nuestra vocación de ser como Ester y María

La historia de Ester y la vida de María nos muestran que no estamos llamados a la pasividad espiritual. Cada uno de nosotros, en nuestro estado de vida, puede ser intercesor ante Dios por los demás. Ya sea como madre, padre, joven, sacerdote, religioso o laico comprometido, el mundo necesita hombres y mujeres que se pongan de pie como Ester, que confíen como María y que oren como Cristo.

Recordemos que María sigue intercediendo por nosotros. En palabras del Concilio Vaticano II:

“La Santísima Virgen… sigue intercediendo por los dones de la salvación eterna” (Lumen Gentium, 62).

Aprendamos de ellas. Vivamos como ellas. E intercedamos con fe, sabiendo que nuestra súplica, por pequeña que sea, tiene eco en el corazón de Dios.


Oración final

Madre del Salvador, Reina del Cielo, tú que en Caná viste la necesidad y supiste confiar en la palabra de tu Hijo, enséñanos a interceder con fe. Como Ester, danos valor para presentarnos ante el Rey. Como tú, enséñanos a decir “hágase”. Que nuestra vida sea plegaria viva por el bien del mundo. Amén.

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