Un espejo para los católicos de hoy
Introducción: Un nombre, una advertencia eterna
Entre las muchas figuras que aparecen en el Nuevo Testamento, hay algunas cuya presencia es breve pero poderosa, no por lo que lograron, sino por lo que dejaron de ser. Uno de estos nombres es Demas. En apenas tres versículos de la Sagrada Escritura, el Espíritu Santo nos revela el drama de un hombre que caminó junto al apóstol San Pablo, pero cuyo amor por el mundo acabó eclipsando su fidelidad a Cristo.
Su historia es una de las más silenciosas y, al mismo tiempo, una de las más elocuentes advertencias espirituales. En un tiempo donde la tibieza, el apego a lo mundano y la superficialidad en la fe se vuelven cada vez más comunes, la figura de Demas nos lanza una pregunta que atraviesa los siglos: ¿Qué tan fácil es comenzar en la gracia y terminar en la apostasía silenciosa?
¿Quién fue Demas? Las breves menciones bíblicas
Demas aparece mencionado en tres pasajes del Nuevo Testamento. A partir de ellos, podemos reconstruir su itinerario espiritual:
1. Colosenses 4,14
“Os saluda Lucas, el médico querido, y Demas.”
Aquí, San Pablo se encuentra en prisión en Roma. En su carta a los colosenses, saluda a los fieles y menciona a Demas como parte de su círculo íntimo. Aparece en buena compañía: nada menos que junto a San Lucas, autor del tercer Evangelio. Esta mención muestra que Demas era un colaborador activo, reconocido, cercano al Apóstol.
2. Filemón 24
“Te saludan Epafras, mi compañero de prisión en Cristo Jesús, Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores.”
En esta carta brevísima y personal, San Pablo vuelve a incluir a Demas como uno de sus colaboradores más cercanos. El Apóstol está nuevamente encarcelado, y estos nombres son los que permanecen fieles en los momentos difíciles. Demas sigue entre ellos. Todo indica que hasta aquí, su compromiso era sólido.
3. 2 Timoteo 4,10
“Porque Demas me ha abandonado, por amor al mundo presente, y se ha ido a Tesalónica…”
Este es el versículo que cambia todo. En la que es considerada la última carta de San Pablo, probablemente escrita poco antes de su martirio, el tono es íntimo, grave y emotivo. Y en este contexto, Pablo menciona la traición de Demas.
«Por amor al mundo presente» —esas seis palabras resumen una caída espiritual que, aunque no se relata en detalle, contiene una profundidad trágica. Demas no apostató abiertamente. No lo vemos blasfemar ni perseguir a los cristianos. Pero hizo algo que, en lo más hondo, es igual de peligroso: se enfrió, se cansó de la cruz, y eligió el mundo.
La caída de Demas: una perspectiva teológica
1. Amor al mundo: ¿Qué significa?
San Juan lo dice con contundencia:
“No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1 Juan 2,15)
El «mundo» en sentido teológico no se refiere simplemente a la creación material, sino al sistema de valores que se opone a Dios: el orgullo, la sensualidad, el egoísmo, la vanidad, la búsqueda del placer y del poder.
El error de Demas no fue simplemente geográfico (irse a Tesalónica), sino interior. Su corazón se inclinó hacia lo cómodo, lo fácil, lo que no exige sacrificio. Y ese es el drama de muchas almas hoy. A veces no niegan a Cristo con palabras, pero lo niegan con la vida.
2. De colaborador a desertor: la tibieza como antesala de la apostasía
El Catecismo de la Iglesia Católica nos advierte:
“La tibieza es una negligencia o una pereza en la respuesta al amor divino; puede implicar el rechazo de entregarse a la moción de la caridad.” (CEC 2094)
Demas no cayó de un día para otro. Su caída fue progresiva: quizás empezó a mirar con nostalgia lo que había dejado atrás; a sentirse cansado de la persecución; a dudar del valor del sufrimiento; a sentir que la vida con Pablo era demasiado exigente.
Este camino de entibiamiento es profundamente actual. Muchos cristianos comienzan su vida de fe con entusiasmo, pero luego el amor al mundo, el deseo de seguridad humana, la comodidad y la autoindulgencia los van alejando lentamente de la radicalidad del Evangelio.
3. La elección de Tesalónica: un símbolo del retorno a lo mundano
Tesalónica era una ciudad rica, cosmopolita, bulliciosa. Para un cristiano cansado del rigor apostólico, ir a Tesalónica era volver al mundo, como el hijo pródigo a la ciudad lejana.
No se nos dice que Demas haya cometido herejía o pecado escandaloso. Su pecado fue amar más el mundo que a Cristo. El gran drama no fue una caída espectacular, sino una retirada silenciosa, una pérdida de fervor.
Aplicación pastoral: ¿cuántos católicos siguen el camino de Demas hoy?
Demas es el patrón de los que comenzaron bien… pero terminaron mal. ¿Cuántos católicos hoy viven igual?
- Católicos de infancia que abandonaron la fe apenas se hicieron adultos.
- Voluntarios de parroquias, que dejaron de servir porque “ya no les llenaba”.
- Religiosos y sacerdotes que cambiaron su cruz por una vida burguesa y acomodada.
- Laicos comprometidos que se apagaron al casarse, tener hijos o prosperar en lo profesional.
- Católicos tibios, que hacen todo lo externo pero han perdido el fuego del primer amor.
Demas está presente en nuestras parroquias, en nuestras familias, en nuestros corazones. Y por eso es necesario volver a meditar su historia con temor de Dios.
¿Hay redención para un Demas? La esperanza de la vuelta
Aunque no tenemos más información bíblica sobre él, la Iglesia enseña que mientras hay vida, hay esperanza. El hijo pródigo también se fue a una “Tesalónica” lejana, pero volvió. La gracia de Dios nunca deja de llamar.
San Ambrosio decía: “Dios no abandona primero: es el hombre quien se marcha. Pero si vuelve, el Padre está allí.”
Demas nos enseña qué no hacer, pero también puede ser una oportunidad para examinar nuestro propio amor al mundo. ¿Qué lugar tiene Cristo en nuestra vida? ¿Hasta qué punto el confort, el éxito o la aceptación social han suplantado al Evangelio en nuestro corazón?
Lecciones prácticas para no repetir el error de Demas
1. Revisar nuestras prioridades
¿Ponemos primero a Dios en nuestras decisiones, trabajos, tiempo libre, amistades? ¿O hemos caído en una fe “decorativa”?
2. No confiar en nuestros comienzos
El hecho de haber sido fervoroso ayer no garantiza nuestra fidelidad hoy. Como dice San Pablo:
“El que cree estar firme, mire que no caiga.” (1 Corintios 10,12)
3. Huir del mundo, no físicamente, sino espiritualmente
Debemos estar en el mundo sin ser del mundo. Esto implica renuncias reales: del consumo, de la superficialidad, del ruido constante, de la vanidad de las redes sociales, etc.
4. Pedir la gracia de la perseverancia final
La Iglesia lo enseña como una gracia esencial: terminar la carrera en la fe. No basta comenzar, hay que llegar al final amando más a Cristo que a todo lo demás.
Conclusión: Que no se diga de nosotros lo que se dijo de Demas
Demas no es simplemente un personaje bíblico menor. Es un reflejo de millones de almas que empezaron bien pero terminaron mal.
Que en nuestra lápida espiritual no se escriba: “Me abandonó, por amor al mundo presente.”
Pidamos la gracia de perseverar. Aun si hemos caído como Demas, podemos volver como Pedro, llorando amargamente, renovando nuestro amor por Cristo.
Y si seguimos de pie, que recordemos que la fidelidad no es un punto de partida, sino una batalla diaria. Una batalla que, con la ayuda de la gracia, podemos ganar.
Oración final
Señor Jesús, que aceptaste el abandono de tus discípulos en Getsemaní y la traición de tantos corazones tibios,
no permitas que mi alma se convierta en otra historia triste de amor mundano.Dame la gracia de amarte más que a la comodidad, más que al éxito, más que a mí mismo.
Que mi cruz no sea una carga que huya, sino un signo que abrace hasta el final.Que no me detenga a mitad del camino. Que no me avergüence de ti.
¡Sálvame, Señor, del error de Demas!
Amén.