«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

La pregunta que define tu vida


Introducción

En medio de los Evangelios resuena una de las preguntas más provocadoras, íntimas y trascendentales que Jesús dirige a sus discípulos:

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16,15).

No es una pregunta retórica. No es una curiosidad del Maestro. Es un parteaguas, una interpelación directa que atraviesa los siglos y llega hasta nosotros. Jesús no pide información, sino confesión; no quiere datos, sino relación. Y, de hecho, la respuesta que cada uno de nosotros da a esa pregunta determina el rumbo de su existencia.

Este artículo pretende desentrañar la profundidad teológica, espiritual y pastoral de esta pregunta y su contexto, y mostrar cómo sigue siendo absolutamente vigente para el cristiano contemporáneo. Es una invitación a redescubrir a Cristo, no como idea, símbolo o tradición, sino como persona viva y salvadora.


1. El contexto bíblico: Cesarea de Filipo, frontera y revelación

El pasaje que contiene esta pregunta se ubica en Mateo 16,13-20. Jesús se encuentra en Cesarea de Filipo, una ciudad de fuerte carga pagana, frontera entre el mundo judío y el gentil. Allí, lejos de Jerusalén y de las multitudes, Jesús busca la intimidad con sus discípulos para plantear la gran cuestión: ¿Quién soy yo para vosotros?

Primero les interroga sobre lo que dice la gente:

“Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas” (Mt 16,14).
Pero luego, con un giro decisivo, lanza la pregunta en segunda persona plural:
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (v.15).

Es una pregunta que va más allá de la información social. Apunta al núcleo de la fe personal.

La respuesta de Pedro será la confesión fundacional del cristianismo:

“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (v.16).


2. Significado teológico: ¿quién es Jesús?

La respuesta de Pedro es teológicamente contundente y, al mismo tiempo, profundamente inspirada:

  • “Tú eres el Cristo” — El Mesías esperado, ungido por Dios, cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento.
  • “El Hijo del Dios vivo” — No un profeta más, no un líder religioso admirable, sino el Hijo eterno del Padre, consustancial con Él.

La respuesta de Pedro no proviene de la lógica ni del conocimiento humano, sino de una revelación divina. Jesús le responde:

“Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (v.17).

Aquí está el punto central: conocer verdaderamente a Jesús no es resultado de una mera educación religiosa o de costumbres heredadas. Es gracia, es fruto de la revelación. Y a partir de esta confesión, Jesús edifica su Iglesia:

“Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (v.18).

Esta verdad une cristología (quién es Jesús), eclesiología (nacimiento de la Iglesia) y pastoral (misión de anunciar y vivir esta fe).


3. Relevancia espiritual: La pregunta que nunca deja de resonar

La pregunta de Jesús no quedó en Cesarea. Es una pregunta viva. Y todos, en algún momento de nuestra vida, la escuchamos en el silencio del corazón:

¿Quién soy yo para ti?
¿Soy una figura histórica admirable?
¿Una especie de coach espiritual?
¿Un símbolo de valores eternos?
¿O realmente soy tu Salvador, tu Señor, el Hijo del Dios vivo?

Muchos hoy hablan de Jesús. Sociólogos, novelistas, influencers espirituales. Pero hablar de Jesús no es lo mismo que confesarle como el Hijo de Dios. Hay una diferencia abismal entre conocer “algo” sobre Jesús, y conocer a Jesús.

Jesús no busca admiradores, sino discípulos. No quiere un lugar más en nuestra vida, sino ser el centro de nuestra existencia.


4. Una pregunta en tiempo presente: Cristo en el mundo contemporáneo

Vivimos en una sociedad marcada por el relativismo, el pluralismo religioso y la confusión identitaria. En este panorama, la figura de Cristo se diluye, se diluye o se reinterpreta según las modas:

  • Jesús pacifista,
  • Jesús revolucionario,
  • Jesús terapéutico,
  • Jesús ecoespiritual…

Pero todo intento de reducir a Jesús a una categoría funcional es traicionar su identidad.

Por eso, responder hoy a la pregunta de Jesús es un acto profético. Decir “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” en este siglo XXI es posicionarse frente al mundo. Es profesar una fe que no se adapta a los caprichos ideológicos del momento.


5. Aplicación pastoral: ¿Cómo responder a Jesús hoy?

Responder a la pregunta de Jesús no es solo recitar un dogma, sino vivir una relación.

a) Confesar con la boca, creer con el corazón

Como dice San Pablo:

“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm 10,9).

La fe cristiana es confesión y confianza. Implica palabra y vida.

b) Renovar la confesión de fe

En la liturgia, especialmente en el Credo y en la profesión bautismal, renovamos esta confesión:

“Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor…”

Cada vez que lo hacemos, reafirmamos que nuestra vida le pertenece a Él.

c) Ser testigos en la vida cotidiana

¿Quién dices tú que es Jesús cuando:

  • amas al que te hace daño,
  • perdonas lo imperdonable,
  • sirves en silencio,
  • vives la castidad,
  • resistes la corrupción?

En cada elección, en cada gesto, estás diciendo algo de Jesús.

d) Cuidar la relación personal con Él

No puedes confesar a alguien que no conoces. Hay que leer los Evangelios, orar cada día, buscarle en la Eucaristía, escuchar su Palabra, y abrirle el corazón. La amistad con Jesús no se improvisa; se cultiva.


6. Implicaciones comunitarias: la fe que edifica la Iglesia

Cuando Pedro confiesa a Jesús como el Cristo, no solo lo hace en nombre propio. Jesús toma esa confesión como roca de la Iglesia. Esto nos dice algo esencial:

La Iglesia nace de la fe en Cristo, y solo permanece viva mientras permanece fiel a esa confesión.

Por eso, en tiempos de crisis, escándalos o divisiones, la Iglesia no se reforma con estrategias humanas, sino volviendo a Jesús, reconociéndole de nuevo como Señor y Mesías.

La confesión de Pedro sigue siendo el criterio de autenticidad de toda comunidad cristiana.


7. La pregunta que te cambia la vida

Al final de todo, la pregunta de Jesús nos remite a una decisión existencial. No basta con saber quién es Él. Hay que responder con la vida entera.

¿Quién dices tú que es Jesús cuando estás en el dolor?
¿Quién es para ti cuando te enfrentas a la muerte?
¿Quién es cuando todo va bien y te tientas a olvidarlo?
¿Quién es cuando debes decidir entre Él y el mundo?


8. Conclusión: Un encuentro que transforma

La pregunta de Jesús —“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”— no se responde una sola vez, sino cada día, en cada circunstancia.
Es el eje de la vida cristiana.
Es la raíz de toda vocación.
Es el fundamento de la esperanza.

Responder con Pedro:

“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”
es abrazar una vida distinta, construida sobre la roca firme de Jesucristo, único Salvador.

Hoy, en medio del ruido del mundo, Jesús te mira a los ojos y te pregunta también a ti. No es una prueba, sino una invitación. No es un examen, sino una oportunidad. Una oportunidad de dejar que tu vida entera se configure con Él.

¿Y tú?
¿Quién dices que es Jesús?

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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