Introducción: Un Eco que Resuena desde el Corazón de Cristo
En un mundo saturado de palabras, donde las opiniones se multiplican y las voces compiten por atención, las palabras de Jesucristo —«El que tenga oídos para oír, que oiga» (Mateo 11:15)— emergen como un llamado urgente y eterno. No es una invitación pasiva, sino una exigencia divina a escuchar con el alma, a discernir la Verdad en medio del caos.
Este artículo explorará el profundo significado teológico, histórico y pastoral de esta frase, que aparece en momentos clave de la Revelación. Analizaremos su contexto bíblico, su interpretación en la Tradición católica y cómo aplicarla hoy, cuando la fe es desafiada por el relativismo y la distracción.
I. Raíces Bíblicas: ¿Dónde y Por qué Dice Jesús Esta Frase?
La expresión «El que tenga oídos para oír, que oiga» (o variantes similares) aparece en varios pasajes del Evangelio, siempre como un sello de solemnidad. No es un comentario casual, sino una llamada a despertar.
1. En los Sinópticos: Un Patrón de Revelación
- Mateo 11:15: Jesús la pronuncia tras hablar del Reino y de Juan el Bautista, invitando a reconocer la novedad de su mensaje.
- Marcos 4:9, 23: En el discurso de las parábolas (como la del sembrador), subraya que entenderlas requiere corazón abierto.
- Lucas 8:8, 14:35: Aquí se vincula a la responsabilidad del discípulo: «Mirad, pues, cómo oís» (Lucas 8:18).
2. En el Apocalipsis: Una Advertencia a las Iglesias
En Apocalipsis 2–3, Cristo repite «El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias». Es un llamado a la conversión frente a la tibieza (Apocalipsis 3:16) y al compromiso en la fe.
Significado Teológico
La frase no se refiere al oído físico, sino a la capacidad sobrenatural de acoger la Palabra. Como explica San Agustín: «Dios habla al oído del corazón». Es una gracia que requiere humildad (para recibir) y voluntad (para actuar).
II. La Tradición Católica: Escuchar como la Virgen y los Santos
La Iglesia ha visto en esta frase un eco de María, la primera oyente: «María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lucas 2:19). Ella es modelo de escucha activa:
- Atención: Sin distracciones (cf. Lucas 10:39, María a los pies de Jesús).
- Meditación: Interiorizando la Palabra (como en el Lectio Divina).
- Acción: «Haced lo que Él os diga» (Juan 2:5).
Los Padres de la Iglesia (como San Juan Crisóstomo) insistían: «No basta oír; hay que obedecer». La escucha auténtica lleva a la conversión, como en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15), donde el padre oye el arrepentimiento de su hijo.
III. Aplicación Práctica: ¿Cómo «Oír» Hoy?
En una era de ruido espiritual (redes sociales, secularismo, prisas), ¿cómo cultivar esta escucha?
1. Silencio Interior
- Ejemplo: El profeta Elías escuchó a Dios «en un susurro» (1 Reyes 19:12).
- Acción: Dedica 5 minutos diarios al silencio, lejos de pantallas.
2. Discernimiento
- Peligro: «Oír sin entender» (Mateo 13:13), como los fariseos que cerraban su corazón.
- Solución: Examinar qué voces alimentan tu alma (¿chismes? ¿críticas? ¿la Biblia?).
3. Obediencia Fiel
- Clave: La escucha culmina en la acción. Como Santiago 1:22 dice: «Sed hacedores de la Palabra».
- Ejemplo: San Benito enseñaba «Escucha con el oído del corazón» (Regla, Prólogo).
IV. Desafíos Actuales: Sorderas Modernas
El mundo hoy padece sorderas que Cristo ya diagnosticó:
- Relativismo: «Oigo solo lo que me gusta».
- Superficialidad: Escucho a Dios como fondo, no como centro.
- Miedo: Como el joven rico (Marcos 10:22), que oyó pero no quiso cambiar.
La solución es fe audaz: como Zaqueo (Lucas 19), que escuchó a Jesús y actuó.
Conclusión: Una Invitación a la Audición Sobrenatural
Cristo no busca oyentes pasivos, sino discípulos que escuchen y vivan. «El que tenga oídos…» es una llamada personal: ¿Qué te dice Dios hoy? ¿En qué debes convertirte?
Como enseñaba Santa Teresa: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Que nuestra respuesta sea la de Samuel (1 Samuel 3:10), la de María, la de los santos: abrir el alma para que la semilla de la Palabra dé fruto.
Para reflexionar: «Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (Salmo 95:7-8).
Este artículo es solo un punto de partida. La Verdad se descubre oyendo, pero sobre todo amando. Que el Espíritu Santo nos conceda oídos para escucharle.