¿Jesús fue solo un «buen maestro»? Por qué su afirmación de ser Dios lo cambia todo

Introducción: La pregunta que define la fe

En un mundo donde la espiritualidad se reduce a menudo a consejos de autoayuda y la religión se diluye en frases motivacionales, surge una pregunta crucial: ¿Quién fue realmente Jesús de Nazaret? Muchos lo admiran como un gran maestro moral, un profeta inspirador o un revolucionario pacífico. Pero si solo fue eso, ¿por qué su mensaje ha dividido la historia en un «antes» y un «después»?

Jesús no se presentó meramente como un sabio más. Afirmó ser Dios. Y esa declaración exige una respuesta: o era un lunático, un embustero, o realmente era (y es) el Señor del universo. Este dilema, popularizado por el escritor y apologeta C.S. Lewis, no es un juego intelectual, sino una cuestión que define la vida eterna.

1. Jesús: ¿Solo un maestro moral? El problema de reducir su identidad

Muchas personas, incluso fuera del cristianismo, reconocen que Jesús enseñó valores elevados: amar al prójimo, perdonar a los enemigos, buscar la justicia. Pero si solo fue un maestro ético, ¿por qué sus palabras generaron tanta controversia?

Los rabinos de su tiempo no lo rechazaron por hablar de amor, sino porque se equiparaba a Dios. En Juan 10:30, Jesús declara: «Yo y el Padre somos uno». Los judíos entendieron claramente lo que esto implicaba: «Tú, siendo hombre, te haces Dios» (Juan 10:33). Si Jesús no era Dios, entonces su enseñanza más radical —su propia identidad— sería una blasfemia o una locura.

El argumento de C.S. Lewis: «Loco, mentiroso o Señor»

C.S. Lewis, en su libro Mero Cristianismo, expone con claridad este razonamiento:

«Un hombre que fue simplemente un hombre y dijo las cosas que dijo Jesús no sería un gran maestro moral, sino un lunático… o el mismo Demonio. Podéis callarlo por tonto, podéis escupirle y matarlo como a un demonio; o podéis caer a sus pies y llamarle Señor y Dios. Pero no salgamos con tonterías condescendientes sobre que fue un gran maestro humano. Él no nos dejó abierta esa posibilidad.»

En otras palabras:

  • Si Jesús sabía que no era Dios y lo dijo, era un mentiroso.
  • Si creía ser Dios pero no lo era, estaba loco.
  • Pero si realmente era Dios, entonces merece toda nuestra adoración.

No hay término medio. Jesús no dejó espacio para que lo consideremos «solo un buen maestro».

2. Las implicaciones teológicas: ¿Por qué es crucial que Jesús sea Dios?

Si Jesús es Dios, entonces:

A) Su sacrificio en la cruz tiene poder infinito

Un simple hombre no podría redimir a toda la humanidad. Pero si Jesús es el Verbo encarnado (Juan 1:1), entonces su muerte tiene valor redentor universal. Como dice San Pablo: «En Cristo habitaba toda la plenitud de la divinidad corporalmente» (Colosenses 2:9).

B) Sus enseñanzas no son sugerencias, sino mandatos divinos

Cuando Jesús dice «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6), no es una opinión, sino una verdad absoluta. Si es Dios, entonces rechazarlo es rechazar la salvación misma.

C) La Resurrección confirma su divinidad

Un profeta muere y se queda en la tumba. Pero Dios vence a la muerte. La Resurrección no es un mito, sino el sello de autenticidad de Cristo (Romanos 1:4).

3. Aplicaciones prácticas: ¿Cómo cambia mi vida si Jesús es Dios?

Si aceptamos que Jesús es el Señor, nuestra fe deja de ser una filosofía y se convierte en una relación con el Creador. ¿Cómo se traduce esto en lo cotidiano?

Guía pastoral: Pasos para vivir esta verdad

  1. Examina tu fe: ¿Crees en el Jesús histórico, o en un «Jesús a tu medida»? Pide a Dios que te revele su verdadero rostro.
  2. Ora con humildad: Como Tomás, dile: «Señor mío y Dios mío» (Juan 20:28).
  3. Ajusta tu moral: Si Jesús es Dios, sus mandatos (como confesarse, amar a los enemigos, vivir la castidad) no son negociables.
  4. Proclama su realeza: No tengas miedo de defender su divinidad en un mundo que quiere reducirlo a un simple moralista.

Conclusión: La decisión más importante de tu vida

Jesús no vino a darnos buenos consejos. Vino a salvarnos. Si fue solo un hombre, entonces el cristianismo es una farsa. Pero si es Dios, entonces nada en la vida es más importante que seguirlo.

Como dijo San Josemaría Escrivá: «No es un mito, no es una historia vieja. Es Cristo que vive, hoy y siempre.»

¿Qué decides creer?

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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