“Id por todo el mundo”: El Llamado Misionero de la Iglesia Católica, de Cristo a Hoy

Introducción: Un llamado que no caduca

“Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura.” (Marcos 16,15)

Estas palabras de Cristo resuenan con fuerza a través de los siglos. No son una sugerencia ni un consejo: son un mandato divino, una llamada urgente y universal. Las misiones no son una actividad secundaria de la Iglesia, sino su razón de ser. Como nos recuerda san Pablo: “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Cor 9,16).

Hoy, más que nunca, el mundo necesita misioneros. No necesariamente con sandalias en selvas remotas, sino también con corazones dispuestos en hogares, redes sociales, oficinas y comunidades. Este artículo es una invitación a redescubrir el alma misionera de la Iglesia y a ponerla en práctica, aquí y ahora.


1. ¿Qué significa “misión” en la Iglesia Católica?

La palabra “misión” viene del latín missio, que significa “envío”. En términos teológicos, se refiere al envío de la Iglesia —y de cada cristiano— a anunciar el Evangelio. Este envío nace del corazón trinitario: el Padre envía al Hijo, el Hijo y el Padre envían al Espíritu Santo, y el Espíritu envía a la Iglesia.

Dimensión teológica

Las misiones tienen un fundamento profundamente teológico: son participación en la misión salvífica de Dios. Evangelizar no es una obra humana, sino una cooperación con la obra del Espíritu Santo. Como dice el Concilio Vaticano II en Ad Gentes (2):

“La Iglesia peregrina es misionera por su misma naturaleza”.

Dimensión espiritual

Ser misionero no es principalmente “hacer cosas”, sino ser alguien: un testigo de Cristo. Ser luz, sal, levadura (cf. Mt 5,13-14). Es decir con la vida lo que se predica con los labios. Esto exige oración, humildad, conversión continua y una profunda unión con Dios.


2. Un recorrido por la historia misionera de la Iglesia

a. Los primeros siglos: testigos hasta el martirio

Tras Pentecostés, los Apóstoles se dispersaron por el mundo conocido. San Pedro en Roma, Santiago en España, Tomás en la India… Evangelizar era arriesgar la vida, y muchos sellaron su misión con sangre. La semilla de la Iglesia fue sembrada con mártires.

b. La Edad Media: monjes y reyes evangelizadores

La caída del Imperio Romano dejó un mundo fragmentado. Entonces surgieron grandes misioneros como san Patricio en Irlanda, san Bonifacio en Alemania, san Cirilo y san Metodio en los pueblos eslavos. Los monasterios fueron centros de evangelización, cultura y caridad.

c. La evangelización de América, Asia y África

El descubrimiento del Nuevo Mundo fue también un nuevo Pentecostés. Misioneros como san Francisco Javier en Asia, fray Bartolomé de las Casas, fray Junípero Serra, y tantos franciscanos, dominicos y jesuitas llevaron la fe a millones. No sin errores, pero sí con enorme entrega.

d. Las misiones del siglo XIX: África y Oceanía

Durante el siglo XIX, surgieron nuevas congregaciones misioneras, como los Padres Blancos y las Hermanas del Espíritu Santo. África, Asia y Oceanía fueron campos fértiles para la fe. El testimonio de mártires como santa Teresita del Niño Jesús —patrona de las misiones sin haber salido de su convento— recuerda que la oración es el alma de toda obra misionera.

e. El siglo XX y XXI: la misión desde y hacia todas partes

Ya no se trata solo de “ir a tierras lejanas”, sino de entender que todo bautizado es misionero. Juan Pablo II, en Redemptoris Missio, nos recordó que la misión “ad gentes” sigue siendo una prioridad, pero también lo es la nueva evangelización de las culturas descristianizadas.


3. ¿Por qué sigue siendo urgente la misión hoy?

Vivimos una época marcada por el relativismo, el secularismo y la indiferencia religiosa. Muchas personas nunca han oído hablar de Cristo de forma auténtica. Y muchas otras, bautizadas, han abandonado la fe.

El Papa Francisco lo expresa claramente:

“Prefiero una Iglesia accidentada por salir a las periferias, que una Iglesia enferma por quedarse encerrada” (Evangelii Gaudium, 49).

Hoy las periferias no son solo geográficas. También existen periferias existenciales: la soledad, la desesperanza, la pobreza espiritual, la adicción, el sinsentido. Allí también somos llamados.


4. ¿Cómo vivir la misión en la vida cotidiana? — Guía práctica

a. Comienza en casa

Evangelizar empieza por amar a los que tienes cerca. Educar en la fe a los hijos, vivir los sacramentos, crear un ambiente cristiano en el hogar. La familia es la primera misión.

b. Sé testigo en tu entorno

En el trabajo, la universidad, la calle… ¿qué dice tu vida? El testimonio coherente, la amabilidad, la esperanza son signos que interpelan. No se trata de imponer, sino de proponer con alegría.

c. Usa las redes sociales con espíritu misionero

Hoy el continente digital es un campo de misión. Compartir reflexiones, comentar con respeto, publicar contenido cristiano, puede tocar corazones. Un post puede ser una semilla.

d. Ora por las misiones y por los misioneros

Nunca subestimes el poder de la oración. Reza el Rosario, ofrece Misas, apoya a los que están en primera línea. Como decía santa Teresita:

“Quiero ser el amor en el corazón de la Iglesia”.

e. Forma parte de grupos misioneros

Muchas parroquias y movimientos tienen ramas misioneras. Puedes colaborar con catequesis, misiones populares, voluntariado social o ayuda económica.

f. Discierne si tienes un llamado especial

¿Y si Dios te está llamando a algo más radical? ¿A dejarlo todo por Él? Muchos jóvenes descubren su vocación misionera en el silencio de la oración o en el grito del necesitado. No tengas miedo de responder “sí”.


5. Recursos para crecer en espíritu misionero

  • Evangelii Nuntiandi (Pablo VI) – Documento clave sobre evangelización moderna.
  • Redemptoris Missio (Juan Pablo II) – Profundo llamado a la misión “ad gentes”.
  • Evangelii Gaudium (Francisco) – Renovación misionera de la Iglesia.
  • Obras Pontificias Misioneras – Apoyan las misiones en todo el mundo.
  • Documentales y películas misioneras: La misión, Silencio, Molokai, etc.

Conclusión: Tú también eres misión

La misión no es cosa del pasado ni solo para unos pocos elegidos. Es el corazón mismo de la vida cristiana. Hoy el mundo necesita testigos que hablen de Dios con el lenguaje del amor, la coherencia y la esperanza.

Cristo sigue diciendo:

“La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.” (Lc 10,2)

¿Responderás tú también?

Acerca de catholicus

Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

Ver también

Divini Redemptoris: La Condena Pontificia al Comunismo Ateo

Una luz en medio de las tinieblas modernas Introducción: Una carta que resuena con fuerza …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: catholicus.eu