“Militia est vita hominis super terram”: La vida cristiana como combate espiritual

“Militia est vita hominis super terram”
“La vida del hombre en la tierra es un combate” (Job 7,1)


Introducción: La tierra no es nuestro descanso

Vivimos tiempos marcados por la búsqueda incesante de comodidad, gratificación inmediata y seguridad. El ideal del mundo moderno es una existencia sin sufrimiento, sin contradicciones, sin lucha interior. Sin embargo, la Palabra de Dios nos recuerda algo radicalmente distinto: la vida del hombre sobre la tierra es una milicia, una batalla constante.

Estas palabras, pronunciadas por Job en medio del sufrimiento, no son solo una queja, sino una profunda verdad teológica: la vida cristiana es un combate espiritual permanente, una lucha por el bien, por la santidad, por la verdad y contra el mal.

Hoy más que nunca, redescubrir esta dimensión combativa de nuestra fe es urgente. No para volvernos violentos ni intolerantes, sino para abrazar con madurez el realismo cristiano: estamos en tierra de exilio, en campo de batalla. La victoria está prometida, pero requiere lucha.


I. Contexto bíblico y significado de Job 7,1

La frase “Militia est vita hominis super terram” pertenece al Antiguo Testamento, concretamente al libro de Job, uno de los textos sapienciales más profundos. Job, hombre justo y temeroso de Dios, se ve repentinamente sumido en la desgracia. En su lamento, dice:

“La vida del hombre sobre la tierra es como servicio militar, y sus días como los de un jornalero” (Job 7,1)

Este versículo encapsula una experiencia universal: vivir es luchar. No simplemente en el sentido de enfrentar dificultades, sino en una batalla existencial, moral y espiritual.

El término militia en latín se refiere al servicio militar, a una vida de disciplina, de obediencia, de riesgo, de esfuerzo. No estamos aquí para instalarnos, sino para resistir, avanzar, proteger lo que es bueno y verdadero, y aspirar al Reino.


II. La tradición cristiana: la Iglesia como “Ecclesia militans”

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha entendido su presencia en el mundo bajo tres dimensiones:

  1. Iglesia militante: los fieles que viven en la tierra, combatiendo el buen combate.
  2. Iglesia purgante: las almas en purificación tras la muerte.
  3. Iglesia triunfante: los santos que gozan de la gloria de Dios en el cielo.

Nosotros, los que aún caminamos en esta tierra, formamos parte de la “Ecclesia militans”, la Iglesia en combate. Esto no significa que vivamos con odio o violencia, sino con la conciencia de estar en un campo de batalla espiritual, donde hay enemigos visibles e invisibles, y donde hay una misión que cumplir.

San Pablo lo expresa con claridad en su carta a los Efesios:

“Revestíos de la armadura de Dios para poder resistir las insidias del diablo. Porque no es contra carne y sangre nuestra lucha, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que habitan en las alturas” (Efesios 6,11-12)


III. El combate espiritual: enemigos, armas y estrategia

1. Los enemigos

El cristiano no lucha contra personas, sino contra tres grandes enemigos espirituales:

  • El demonio: el tentador, el acusador, que busca alejarnos de Dios.
  • El mundo: la mentalidad anticristiana que nos seduce con falsas promesas.
  • La carne: nuestras pasiones desordenadas, el egoísmo, la pereza espiritual.

2. Las armas del cristiano

San Pablo nos ofrece la lista del equipo espiritual necesario:

“Ceñíos con el cinturón de la verdad, revestíos con la coraza de la justicia, calzad los pies con el celo por el Evangelio de la paz. Tomad el escudo de la fe… el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” (Efesios 6,14-17)

Armas principales:

  • Fe firme
  • Oración perseverante
  • Sacramentos frecuentes
  • Penitencia
  • Dirección espiritual
  • Estudio de la Palabra y del Magisterio

3. Estrategias espirituales

  • Vigilancia interior: no dejarse llevar por el automatismo, sino vivir con atención al alma.
  • Examen de conciencia diario: revisar la jornada a la luz de Dios.
  • Confesión frecuente: herramienta poderosa de sanación y fortalecimiento.
  • Ayuno y sacrificios: educar la voluntad y purificar el corazón.
  • Cultivar la virtud: especialmente la humildad, la castidad, la paciencia, la templanza.

IV. Cristo, el Guerrero manso: nuestro modelo

Jesucristo es el verdadero Capitán de esta milicia. Él no vino con espadas materiales, sino con la cruz. Su combate fue contra el pecado, la mentira, el odio y la muerte. Y venció.

“No he venido a traer paz, sino espada” (Mateo 10,34)

Esta frase de Cristo escandaliza si no se entiende correctamente. Jesús no promueve la violencia, sino la división necesaria entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y la mentira. Su espada es la Palabra que penetra el alma (Hebreos 4,12).

Él nos muestra cómo luchar: con mansedumbre, firmeza, oración, entrega, verdad y amor radical.


V. Aplicaciones prácticas para la vida diaria

A. En la familia

  • Educar a los hijos en la fe requiere esfuerzo, ejemplo y paciencia. No es “dejar que elijan”, sino formar soldados de Cristo.
  • Proteger el hogar con oración diaria, bendición del hogar, imágenes sagradas, y vida sacramental.

B. En el trabajo

  • Ser testigo de Cristo con integridad, sin vergüenza de la fe.
  • Resistir la corrupción, la deshonestidad, la superficialidad.
  • No callar ante la injusticia ni pactar con la mediocridad moral.

C. En la vida personal

  • Establecer horarios de oración, momentos de silencio, lectura espiritual.
  • Luchar contra el pecado con humildad y constancia. La santidad no es ausencia de lucha, sino fidelidad en medio de ella.
  • No rendirse. La perseverancia es la clave de la victoria.

VI. El papel de María en nuestro combate

La Virgen María es la gran aliada de los cristianos. Ella aplasta la cabeza del dragón (cf. Génesis 3,15), intercede por nosotros, y nos guía como Generala del ejército celestial.

El Santo Rosario es una de las armas más poderosas. Como dijo sor Lucía de Fátima:

“No hay problema, por difícil que sea, que no se pueda resolver con el rezo del Rosario.”


VII. Una guía práctica diaria para vivir como soldado de Cristo

Plan de combate espiritual semanal:

DíaAcción concreta
LunesOfrecer el día como sacrificio, elegir una penitencia leve
MartesRezar el Rosario con intención de conversión
MiércolesLeer 15 minutos del Evangelio y meditarlo
JuevesVisita al Santísimo o lectura espiritual profunda
ViernesAyuno parcial o abstinencia voluntaria
SábadoConsagración a la Virgen y revisión del examen semanal
DomingoSanta Misa vivida con fervor y gratitud

VIII. Conclusión: El combate que nos lleva a la gloria

La lucha es real, pero no es sin sentido. Cristo ya ha vencido. El combate espiritual no es una condena, sino un camino de transformación, de purificación, de verdadera libertad. No somos derrotados que pelean por sobrevivir, sino redimidos que marchan hacia la victoria.

Recordemos siempre:

“He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he guardado la fe. Y ahora me espera la corona de justicia” (2 Timoteo 4,7-8)


Para meditar hoy:

  • ¿Estoy consciente de que mi vida espiritual es una batalla?
  • ¿Qué armas estoy usando, y cuáles he descuidado?
  • ¿Estoy combatiendo con Cristo o sin Él?

¡No estás solo! Lucha, resiste, ora, ama. El cielo vale la pena.
La milicia del cristiano no termina en la tumba. Termina en la gloria.

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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