Matrimonios que perdonan, matrimonios que perduran

El matrimonio es una de las instituciones más bellas y desafiantes que Dios ha establecido para el ser humano. Es una vocación sagrada que refleja el amor de Cristo por su Iglesia (Efesios 5:25) y, al mismo tiempo, una realidad humana que enfrenta pruebas, dificultades y momentos de dolor. En este camino, el perdón se convierte en una pieza clave para la permanencia y fortaleza de la unión conyugal. Sin perdón, el matrimonio se convierte en un campo de batalla lleno de resentimientos; con perdón, se convierte en una escuela de amor y santidad.

El perdón en el matrimonio: un reflejo del amor divino

Desde una perspectiva teológica, el perdón es un atributo esencial del amor cristiano. Jesús enseñó el perdón como un pilar del Reino de Dios:

«Entonces Pedro se acercó y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?’. Jesús le dijo: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete'» (Mateo 18:21-22).

Este llamado al perdón no es opcional, sino un mandato divino. Y si esto aplica a nuestras relaciones en general, ¡cuánto más dentro del matrimonio, donde dos personas imperfectas comparten su vida entera!

El matrimonio cristiano está llamado a ser una imagen del amor de Dios, un amor que perdona y restaura. En la cruz, Cristo nos mostró la grandeza del perdón: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Si Cristo, siendo inocente, perdonó a quienes lo crucificaron, ¿cómo no vamos a perdonar a nuestro cónyuge cuando nos hiere, a veces sin siquiera darse cuenta?

La dificultad del perdón en la vida matrimonial

Perdonar no es fácil. No es un acto automático ni implica olvidar el daño recibido. Requiere voluntad, gracia y un profundo sentido de la misericordia. En la vida conyugal, las ofensas pueden ser pequeñas y cotidianas (como una palabra dura, una falta de atención, una impaciencia) o grandes y dolorosas (como una traición, una falta grave de respeto o indiferencia prolongada).

El orgullo, el dolor y el deseo de justicia pueden ser obstáculos para perdonar. Pero el rencor, aunque parece darnos poder, en realidad nos esclaviza. San Agustín decía:

«Guardar rencor es como tomar veneno y esperar que la otra persona muera».

En el matrimonio, el rencor envenena el amor. Cuando no se perdona, la relación se enfría, se llena de distancias y se construyen muros invisibles. Pero cuando se elige perdonar, la relación se sana y se fortalece.

Perdonar no es justificar, sino sanar

Perdonar no significa que la ofensa no haya sido real ni que el mal cometido sea aceptable. Tampoco significa que no haya consecuencias. Perdonar significa decidir no vivir atados al resentimiento y dar la oportunidad de restaurar la relación.

Santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia, escribió en su diario:

«Si un alma no practica la misericordia de alguna manera, no alcanzará la misericordia de Dios en el día del juicio» (Diario, 1317).

Dios nos perdona y nos llama a perdonar. Cuando un matrimonio vive el perdón como un hábito, las heridas sanan y el amor se renueva.

Cómo cultivar el perdón en el matrimonio

El perdón no ocurre de manera mágica; hay que cultivarlo. Aquí algunas claves prácticas para vivir el perdón en la vida conyugal:

1. Reconocer la propia fragilidad

Antes de exigir que nuestro cónyuge cambie, debemos reconocer que también fallamos. La humildad nos ayuda a ser comprensivos y misericordiosos.

2. Hablar con honestidad y amor

El perdón no significa callar las heridas. Hay que hablarlas, pero con amor. San Pablo nos aconseja:

«No salga de vuestra boca ninguna palabra dañina, sino la que sea buena para la edificación» (Efesios 4:29).

Evitar gritos, reproches y culpas, y hablar desde el corazón.

3. Pedir perdón con sinceridad

Cuando hemos fallado, debemos reconocerlo sin excusas ni justificaciones. Un simple “lo siento, me equivoqué” dicho con sinceridad tiene un gran poder sanador.

4. Orar juntos

El matrimonio que reza unido se fortalece. Pedir juntos la gracia del perdón y la paz en la relación.

5. Elegir el amor por encima del orgullo

El orgullo endurece el corazón. A veces, es necesario dar el primer paso incluso cuando creemos tener la razón.

Testimonio: El matrimonio que venció la traición con el perdón

Un testimonio inspirador es el de Chiara Corbella y su esposo Enrico. Chiara, una joven madre italiana, enfrentó la enfermedad y la muerte con una fe inquebrantable. Pero antes de su testimonio de santidad, su matrimonio fue puesto a prueba. Enrico admitió haber tenido dudas y dificultades en su compromiso. En vez de responder con ira, Chiara eligió el camino del perdón y la confianza en Dios. Su amor maduró hasta el punto de enfrentar juntos la enfermedad de Chiara, viviendo su matrimonio como una entrega total.

Este testimonio nos recuerda que el amor verdadero no se basa en la ausencia de errores, sino en la capacidad de amar a pesar de ellos.

Conclusión: El matrimonio que perdona, perdura

El matrimonio cristiano está llamado a ser un testimonio del amor de Dios en el mundo. En una cultura que promueve el descarte y el divorcio como primera opción ante los problemas, los matrimonios que eligen el perdón son una luz en la oscuridad.

No hay matrimonios perfectos, pero sí matrimonios santos, aquellos que luchan cada día por amar como Cristo nos amó. Perdonar es difícil, pero con la gracia de Dios es posible. Y cuando el matrimonio se convierte en un espacio de perdón, se transforma en un hogar de paz, fidelidad y amor duradero.

Que María, Madre de la Misericordia, interceda por todos los matrimonios para que aprendan a perdonar y, con ello, a perdurar en el amor de Dios.

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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