Introducción: ¿Un Jesús “suave”, complaciente y moderno?
En muchos ambientes actuales, incluso dentro de ciertos sectores eclesiales, se ha difundido la imagen de un Jesús amable, tolerante hasta la indiferencia, y sobre todo “políticamente correcto”. Un Jesús que nunca levanta la voz, que siempre sonríe, que aprueba todo y a todos, y que jamás confrontaría la mentalidad del mundo por temor a “ofender”.
Pero ese no es el Jesús del Evangelio. No es el Verbo hecho carne. No es el Cristo que vino a dividir (cf. Lc 12,51), a purificar el templo (cf. Jn 2,15), a denunciar la hipocresía (cf. Mt 23) y a entregar su vida por decir la Verdad.
Este artículo no es una provocación. Es una llamada a volver al auténtico rostro de Cristo: al Maestro que amó hasta el extremo, pero que nunca mintió para agradar; al Salvador que perdonó a los pecadores, pero jamás les dijo que el pecado no importaba.
Porque Jesús no fue políticamente correcto. Fue, es y será siempre la Verdad. Y eso, en un mundo herido por el relativismo, es más escandaloso que nunca.
1. ¿Qué significa “políticamente correcto”?
Antes de entrar en materia, es importante definir el término. Ser “políticamente correcto” significa decir o hacer lo que es socialmente aceptable para no incomodar a nadie. Implica muchas veces evitar la verdad, suavizar el discurso, disfrazar la realidad o callar cuando se debería hablar, todo en nombre de una supuesta “inclusión” o “tolerancia”.
Este concepto, que en apariencia busca la paz, en realidad puede convertirse en un instrumento de censura y de manipulación cultural. ¿Por qué? Porque muchas veces la verdad duele, y quien ama no puede callarla.
Jesús vino a traer la paz, sí, pero no una paz artificial basada en el consenso, sino una paz que brota de la conversión y de la reconciliación con Dios.
2. Jesús: el rostro de la Verdad
San Juan lo dice con claridad:
“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
Jesús es la Verdad encarnada. No dijo simplemente la verdad, Él es la Verdad (cf. Jn 14,6). Y la verdad no se negocia, no se relativiza, no se acomoda a las modas. La verdad salva, pero también incomoda. La verdad libera, pero antes hiere el orgullo.
Jesús nunca utilizó la mentira piadosa ni la omisión estratégica. Su lenguaje fue claro, directo, y muchas veces provocador. No porque quisiera escandalizar por escandalizar, sino porque sabía que el alma del hombre necesita la luz, aunque al principio duela.
3. Confrontaciones que lo demuestran
a) Contra los fariseos y doctores de la ley
Jesús no fue ambiguo con los hipócritas religiosos:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!… sepulcros blanqueados, por fuera bellos, pero por dentro llenos de huesos de muertos” (Mt 23,27).
¿Esto lo diría hoy alguien políticamente correcto? Seguramente no. Pero Jesús lo dijo, no por odio, sino porque les amaba lo suficiente como para decirles la verdad.
b) Con la mujer adúltera
Jesús no la condenó, pero tampoco la aplaudió. Le dijo:
“Vete y no peques más” (Jn 8,11).
Perdón, sí. Aprobación del pecado, nunca.
c) Con Pedro
Cuando Pedro intentó disuadir a Jesús del camino de la Cruz, Él le respondió con dureza:
“¡Apártate de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres” (Mt 16,23).
Jesús no toleraba que nadie—ni siquiera su apóstol más cercano—pusiera en peligro el plan de salvación por comodidad o miedo al sufrimiento.
d) Con los ricos
Al joven rico, Jesús le dijo la verdad que no quería oír:
“Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, y luego ven y sígueme” (Mt 19,21).
El joven se fue triste. Jesús no le llamó para ofrecerle una fe a la carta, sino una entrega total.
4. El escándalo de la Cruz: “locura” para el mundo
San Pablo lo resume con fuerza:
“Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1 Cor 1,23).
El Evangelio no es un producto de marketing. La Cruz no se puede “vender” como algo simpático. Jesús no buscaba “likes” ni seguidores cómodos. Invitaba a cargar con la cruz, a negarse a sí mismo, a morir al pecado. Y eso, incluso en su tiempo, era impopular.
5. Relevancia teológica: ¿por qué importa hoy?
Hoy, muchas veces, se quiere presentar un cristianismo diluido, reducido a una ética de buenas maneras y tolerancia universal. Un “jesusito de peluche” que no exige conversión, que no enseña doctrina, que no molesta.
Pero esto no es teología cristiana. Es secularismo disfrazado.
Desde el punto de vista teológico, afirmar que Jesús no fue políticamente correcto es afirmar que la Revelación es objetiva, no negociable, y que la misión de la Iglesia no es complacer al mundo, sino anunciar el Evangelio.
San Pablo advierte:
“Vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina… y se rodearán de maestros que les digan lo que quieren oír” (2 Tim 4,3).
Ese tiempo es hoy. Y por eso es urgente volver al Cristo verdadero, no al fabricado por la cultura dominante.
6. Consecuencias pastorales: ¿cómo lo aplicamos hoy?
La pastoral no puede nacer del miedo a incomodar, sino del amor a la verdad. Un amor que dice la verdad con caridad, pero que no traiciona el mensaje de Cristo.
a) En la predicación
Los sacerdotes y catequistas no están llamados a dar “discursos motivacionales”, sino a anunciar la Palabra, aunque duela. Una homilía que no interpela, que no lleva a la conversión, no es fiel al Evangelio.
b) En la vida familiar
Los padres deben enseñar a sus hijos la verdad de la fe, aunque eso signifique ir contra lo que enseñan en la escuela o en la sociedad. No pueden “dejar que elijan” sin haberles formado primero.
c) En lo social y político
Los cristianos deben ser sal de la tierra, no azúcar del mundo. Deben defender la vida, la familia, la verdad sobre el hombre y Dios, aunque eso les haga perder votos, amigos o aceptación.
d) En la vida espiritual
Cada uno debe preguntarse: ¿Estoy buscando agradar a Dios o a los hombres? ¿Estoy viviendo una fe auténtica o una fe adaptada a mi comodidad?
7. Jesús, Verdad y Amor: la síntesis perfecta
No se trata de oponer la verdad a la caridad. Al contrario. Jesús fue la manifestación suprema del amor, y precisamente por eso nunca fue cómplice del pecado. Amar no es decir lo que el otro quiere oír, sino lo que necesita oír para salvarse.
“La caridad no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad” (1 Cor 13,6).
La caridad que calla ante el mal, que adorna el pecado, que justifica la desobediencia, no es caridad cristiana. Es cobardía disfrazada de bondad.
8. Conclusión: El coraje de ser como Cristo
Jesús fue perseguido, rechazado y crucificado precisamente por no ser políticamente correcto. Y a sus discípulos les dijo:
“El siervo no es más que su Señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20).
Hoy, seguir a Jesús exige el coraje de ser contracorriente. De amar sin edulcorar, de servir sin negociar la verdad, de hablar con caridad pero sin miedo. Porque sólo la verdad nos hará libres (cf. Jn 8,32).
Aplicación práctica: ¿Qué puedes hacer tú?
- Lee los Evangelios sin filtros, y descubre al Cristo real.
- No tengas miedo de defender tu fe en público, con caridad pero con claridad.
- Ora por el don del discernimiento para no caer en ideologías disfrazadas de evangelio.
- Busca la formación doctrinal: la fe necesita fundamento.
- Ama como Cristo amó: con ternura, sí, pero también con verdad.
Palabras finales
Jesús no fue políticamente correcto. Fue divinamente justo. Fue infinitamente misericordioso, sí, pero también absolutamente verdadero. Si lo seguimos, debemos estar dispuestos a vivir como Él: amando con firmeza, hablando con claridad y entregándonos sin miedo a la cruz.
Porque al final, no se trata de agradar al mundo, sino de agradar a Dios.
Y en ese camino, encontraremos la única libertad que no pasa: la que viene de la Verdad que salva.