La historia de la fe está entrelazada con un anhelo profundo: ver cara a cara la verdad de Dios, contemplar su Misterio, entender el pasado sagrado y prepararnos para el futuro eterno. En este horizonte surge uno de los relatos más fascinantes, envueltos en misterio y debate: el del Cronovisor, un supuesto dispositivo desarrollado en secreto por monjes y científicos católicos en el siglo XX para contemplar momentos del pasado, incluidos episodios de la vida de Jesucristo.
Hoy, más que preguntarnos si el Cronovisor existió realmente, podemos abordar su historia como una puerta hacia cuestiones fundamentales de nuestra fe: la relación entre el tiempo y la eternidad, la revelación de Dios en la historia y el profundo anhelo humano de ver para creer. Acompáñame en este recorrido que mezcla historia, teología y espiritualidad.
El Cronovisor: entre el mito y la posibilidad
El término “Cronovisor” fue popularizado por el padre Marcello Pellegrino Ernetti, un monje benedictino italiano y experto en música antigua, quien en 1972 reveló al mundo la existencia de un supuesto aparato capaz de captar imágenes y sonidos de eventos pasados. Según Ernetti, el Cronovisor había sido creado en colaboración con un grupo secreto de científicos de élite, incluyendo, según algunos relatos, al premio Nobel Enrico Fermi.
El dispositivo, aseguraba Ernetti, no era una máquina del tiempo en el sentido de trasladar personas al pasado, sino una suerte de “pantalla” que recogía las ondas residuales de eventos históricos que, de algún modo, aún flotarían en el tejido del universo.
Entre los episodios que afirmaba haber contemplado estaba la Crucifixión de Cristo. Incluso llegó a circular una fotografía, que con el tiempo fue desacreditada como un fraude, al parecer una reproducción de un Cristo teatral. A pesar de ello, la fascinación no se apagó.
¿Verdad o invención?
Desde un punto de vista histórico, no hay pruebas concluyentes de la existencia real del Cronovisor. La propia Santa Sede, según algunas versiones, habría ordenado su desmantelamiento para proteger a la humanidad de los riesgos de manipular la historia. Otros consideran todo el relato una elaborada fábula.
Pero más allá de si el aparato existió materialmente, el concepto detrás del Cronovisor nos invita a una reflexión teológica profunda: ¿qué significa para nosotros “ver” los misterios de la fe?
El deseo humano de ver a Dios: una necesidad eterna
Desde el Antiguo Testamento, el deseo de ver a Dios ha sido central en la vida espiritual:
«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo iré a ver el rostro de Dios?» (Salmo 42,3)
Este clamor expresa el anhelo más íntimo del ser humano: no conformarse con creer de oídas, sino contemplar la verdad.
El Cronovisor simboliza este anhelo: ¿y si pudiéramos ver de verdad la Pasión de Cristo? ¿Y si pudiéramos escuchar su voz en la Última Cena? ¿Se fortalecería nuestra fe? ¿O, paradójicamente, nuestra confianza en la fe invisible quedaría debilitada?
Jesús mismo, tras la Resurrección, responde a Tomás, el apóstol incrédulo:
«Bienaventurados los que no han visto y han creído» (Juan 20,29).
Este pasaje revela que la fe auténtica no se basa en la visión sensible, sino en el don espiritual que recibe el corazón abierto.
Tiempo, eternidad y el rostro de Cristo
La posible existencia del Cronovisor plantea una cuestión fascinante para la teología: ¿puede el tiempo contener plenamente los misterios de Dios?
La respuesta es que el tiempo humano es solo un reflejo pálido de la eternidad divina. Para Dios, todo momento —la Creación, la Encarnación, la Cruz, la Resurrección— está presente siempre. Dios no “mira” el pasado como nosotros: Él habita un eterno presente.
San Agustín lo expresó magistralmente:
«En Tu eternidad ves todo lo que pasa en el tiempo, porque para Ti todo es presente» (Confesiones XI, 13).
Así, aunque nosotros estemos sujetos al fluir del tiempo, en la Eucaristía, en la oración profunda, podemos tocar la eternidad. Cada Misa no «recuerda» la Cruz: la hace presente.
Más que un Cronovisor tecnológico, el cristiano posee un “cronovisor espiritual”: la Liturgia, donde el misterio de Cristo irrumpe en nuestro presente y transforma nuestra historia.
Aplicaciones prácticas: cómo ver el Misterio de Cristo hoy
Aunque no tengamos un aparato que nos muestre visualmente la vida de Jesús, sí tenemos medios espirituales para “ver”. Aquí algunas claves prácticas:
1. Participar en la Misa con fe consciente
Cada Eucaristía es el mismo sacrificio de Cristo en el Calvario, hecho presente de manera sacramental. Asistir a Misa no es asistir a una ceremonia simbólica, sino entrar en el Misterio vivo.
2. Meditar la Palabra de Dios
La Sagrada Escritura es un “cronovisor” espiritual: nos introduce en los eventos salvíficos. Al leer los Evangelios, no solo recordamos: somos contemporáneos de Cristo.
3. Contemplar el rostro de Cristo en los necesitados
Jesús mismo nos enseñó:
«Todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más pequeños, por mí lo hicieron» (Mateo 25,40).
Cada acto de caridad auténtica es una manera de ver y tocar a Cristo en nuestro tiempo.
4. Adoración Eucarística: contemplar al Invisible
En la adoración silenciosa, ante el Santísimo, vemos sin ver, como Tomás invitado a tocar las llagas. No es una visión sensible, pero es una comunión real con su presencia viva.
Reflexión final: el verdadero Cronovisor está en tu corazón
El Cronovisor, real o no, nos recuerda que el cristianismo no es solo una memoria del pasado, sino una vivencia del presente eterno de Dios. La fe cristiana no necesita máquinas: necesita corazones dispuestos a ver con los ojos del alma.
Cuando vives la Eucaristía, cuando meditas la Palabra, cuando sirves al necesitado, estás utilizando el verdadero Cronovisor que Dios ha puesto en tus manos: la fe viva, iluminada por el Espíritu Santo.
Así, puedes recorrer los caminos de Galilea, contemplar la Cruz en el Gólgota, escuchar el eco del “¡Resucitó!” en la mañana de Pascua… sin moverte de tu presente, porque donde está Cristo, está toda la historia de la salvación viva y operante.
¿Te animas a encender hoy tu «cronovisor espiritual»?