Entre la vida y la eternidad: las experiencias cercanas a la muerte a la luz de la fe católica tradicional

Introducción: Cuando el velo se rasga un instante

Una persona en coma profundo relata haber sido llevada por un túnel hacia una luz resplandeciente. Otra afirma haber visto su cuerpo desde fuera, como si flotara. Alguien más cuenta haber escuchado una voz que le dijo que “aún no era su hora”… Son muchas, en diversas culturas y épocas, las llamadas experiencias cercanas a la muerte (ECM). Y cada vez son más frecuentes los testimonios, gracias al avance de la medicina y a la posibilidad de “regresar” del umbral de la muerte.

Pero ¿qué nos dice la fe católica sobre estas vivencias? ¿Son revelaciones auténticas, meras alucinaciones neurológicas o algo más? ¿Cómo debemos discernirlas? ¿Pueden tener un propósito en el plan salvífico de Dios? Y, sobre todo, ¿qué nos enseñan sobre nuestra vida eterna, sobre el juicio particular, sobre el purgatorio, el cielo o el infierno?

Este artículo quiere ofrecer una reflexión profunda, accesible y plenamente católica tradicional sobre el fenómeno de las ECM, no para satisfacer una curiosidad morbosa, sino para despertar en nosotros la conciencia de lo eterno, la urgencia de la conversión y la esperanza de la gloria.


1. Breve historia del fenómeno: no tan moderno como parece

Aunque el término “experiencias cercanas a la muerte” es reciente (acuñado en 1975 por el Dr. Raymond Moody), los relatos de personas que han estado “al borde” de la muerte y afirman haber vivido algo trascendente son tan antiguos como la humanidad.

Ya en la Edad Media, numerosos místicos y santos hablaron de visiones del juicio, del cielo o del infierno en momentos de extrema gravedad. El monje Benedicto de la abadía de Wenlock, en el siglo VIII, dejó por escrito su experiencia de ser llevado ante Dios para rendir cuentas y luego enviado de vuelta. En la tradición católica, estas experiencias se han interpretado siempre dentro del marco de la doctrina revelada, no como pruebas concluyentes, sino como posibles toques de gracia para la conversión y edificación de los demás.


2. ¿Qué son exactamente las ECM? ¿Qué dicen los testimonios?

Las ECM suelen compartir elementos comunes:

  • Sensación de separación del cuerpo (visión desde fuera del propio cuerpo).
  • Paso por un túnel hacia una luz intensa.
  • Encuentro con seres luminosos o familiares ya fallecidos.
  • Revisión de la propia vida.
  • Sensación de paz o, en algunos casos, de angustia y oscuridad.
  • Mensajes de “regresar”, pues “no es aún el momento”.

Desde la ciencia, algunos atribuyen estas experiencias a mecanismos neurológicos (liberación de endorfinas, hipoxia cerebral, actividad del lóbulo temporal, etc.). Pero incluso los más escépticos admiten que muchas ECM no encajan fácilmente en explicaciones puramente fisiológicas, sobre todo aquellas que incluyen información verificada sobre eventos ocurridos mientras la persona estaba clínicamente muerta.


3. ¿Qué enseña la Iglesia sobre lo que sucede tras la muerte?

La fe católica enseña con claridad que:

  • La muerte es el fin de la vida terrenal y el comienzo de la eternidad personal.
  • Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular, donde cada alma recibe su destino eterno: cielo, purgatorio o infierno.
  • No existe la reencarnación ni segundas oportunidades después de la muerte (cf. Hebreos 9,27: “Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio”).

Por tanto, cualquier experiencia mística en el umbral de la muerte debe ser interpretada a la luz de esta doctrina revelada, evitando errores como el universalismo (“todos se salvan”), el espiritualismo ambiguo o la idea de que podemos vagar entre dos mundos sin destino final.


4. ¿Son compatibles las ECM con la fe católica? Un discernimiento necesario

La Iglesia no se pronuncia oficialmente sobre las ECM en sí mismas, pero nos ofrece criterios seguros para discernirlas:

Pueden ser fruto de la gracia:

Dios puede permitir una experiencia extraordinaria para suscitar conversión, fortalecer la fe o advertir a otros. Muchas personas que han vivido ECM cambian radicalmente su vida, se convierten, abandonan el pecado.

“Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16).

⚠️ Pueden ser engaños del enemigo:

El demonio puede disfrazarse de “ángel de luz” (2 Cor 11,14) para presentar una falsa imagen del más allá, hacer creer que no hay juicio, que todos son salvados, y así inducir al pecado o a la falsa esperanza.

No son revelaciones públicas:

Aunque impactantes, las ECM no añaden nada al depósito de la fe. Como enseña el Catecismo (n. 66-67), la Revelación pública terminó con los Apóstoles. Las experiencias privadas no obligan a la fe, y deben ser juzgadas con prudencia y según su conformidad con la doctrina católica.


5. Las ECM negativas: un llamado urgente a la conversión

Muchos testimonios no relatan paz y luz, sino oscuridad, gritos, sufrimiento y terror. Personas alejadas de Dios o con vidas marcadas por el pecado, afirman haber sentido la cercanía del infierno. Algunas aseguran haber implorado misericordia y haber sido “devueltas” a la vida con el propósito de cambiar radicalmente.

Estos casos, aunque poco difundidos, son tremendamente importantes, pues confirman la realidad del castigo eterno, como enseña Jesucristo:

“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41).

No es casual que muchos santos hablaran del infierno con gran claridad: Santa Teresa de Ávila, el Santo Cura de Ars, San Alfonso María de Ligorio. Las ECM negativas pueden ser una advertencia providencial para nuestra generación adormecida.


6. Teología de la muerte y del juicio: lo que realmente importa

Desde la teología tradicional, la muerte es un momento clave en el combate espiritual. San Alfonso decía que el demonio reserva sus mayores esfuerzos para el momento de nuestra muerte. Por eso la Iglesia ha rezado siempre por una “buena muerte” (la devoción a San José como patrón de la buena muerte es preciosa y muy antigua).

En el instante de morir:

  • El alma se separa del cuerpo.
  • Comparece ante Dios.
  • Es juzgada según sus obras, fe y disposición del alma.
  • Recibe su destino eterno, sin posibilidad de cambio posterior.

Esta verdad debe llevarnos a vivir vigilantes, como dice el Señor:

“Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora” (Mt 25,13).


7. Aplicaciones prácticas para el alma cristiana

¿Qué hacer, entonces, frente a este tema? ¿Cómo aprovechar espiritualmente las lecciones que nos dejan las ECM?

1. Vivir cada día como si fuera el último

No desde el miedo irracional, sino desde la esperanza y la responsabilidad. Cada instante cuenta. Cada confesión, cada misa, cada acto de caridad puede ser decisivo para la eternidad.

2. Recuperar el sentido de la muerte cristiana

La muerte no es un final triste, sino una Pascua personal. Por eso, la Iglesia llama a los fieles a prepararse activamente para morir en gracia, con los sacramentos, el perdón, la fe viva.

3. Rezar por los moribundos y por las almas del purgatorio

Ofrecer indulgencias, rosarios, misas, especialmente por los que mueren sin auxilio espiritual. ¡Cuántos necesitan nuestra oración en ese último combate!

4. Tener devoción al Santo Rosario y a la Virgen María

Ella es “la abogada de los moribundos” y preside el paso a la eternidad. El Rosario es arma segura en la hora final.

5. Tener los sacramentos al día

Confesión frecuente, comunión fervorosa, unción de los enfermos si se aproxima la muerte. No postergar la salvación.


8. Conclusión: Dios quiere salvarnos, pero no sin nosotros

Las experiencias cercanas a la muerte, vistas con ojos de fe, son una llamada de atención del cielo. No basta con emocionarse ante un testimonio conmovedor. Lo importante es convertirse, vivir en gracia, estar preparados. El Señor nos ama y desea nuestra salvación, pero respeta nuestra libertad.

Si has leído hasta aquí, no es por casualidad. Quizás Dios te invita hoy a mirar tu vida, tu fe, tu preparación para la eternidad.

No esperes a una ECM para reaccionar. Aprovecha este momento como una gracia de conversión, porque el cielo es real… y el infierno también.

“Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación” (2 Cor 6,2).


Para seguir creciendo:

  • Reza cada día el Acto de Contrición.
  • Visita a Jesús en el Santísimo al menos una vez por semana.
  • Acércate al sacramento de la Reconciliación con frecuencia.
  • Lee vidas de santos que hablaron del juicio y del cielo (como Santa Faustina, San Juan Bosco, Santa Teresa).
  • Ofrece tu vida a Jesús por la conversión de los pecadores y por los moribundos.

¿Y tú? ¿Estás preparado para cruzar el umbral cuando llegue la hora?

Acerca de catholicus

Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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