Introducción: El Portapaz, Más que un Objeto Litúrgico
En medio de una sociedad cada vez más individualista, donde el contacto humano se reduce a mensajes digitales y las relaciones se vuelven impersonales, la Iglesia Católica siempre ha tenido gestos concretos que expresan la comunión fraterna. Uno de estos gestos, hoy casi en desuso pero lleno de riqueza teológica, es el Portapaz (también conocido como Pax o Ósculo de la Paz).
Este pequeño objeto litúrgico, a menudo elaborado en metal precioso, marfil o madera tallada, no era solo un instrumento ceremonial, sino un símbolo tangible de la caridad cristiana, un recordatorio de que la Misa no es un acto privado, sino la reunión de los hijos de Dios en torno al Sacrificio del Altar.
En este artículo, exploraremos:
- El origen histórico del Portapaz
- Su significado teológico y su conexión con la Sagrada Escritura
- Cómo se usaba en la liturgia tradicional
- Su relevancia hoy y cómo podemos recuperar su espíritu
I. Historia del Portapaz: Desde los Primeros Cristianos hasta el Rito Tradicional
A. Los Orígenes en la Iglesia Primitiva
El gesto de la paz tiene sus raíces en el mismo Nuevo Testamento. San Pablo exhorta: «Saludaos los unos a los otros con el beso santo» (Romanos 16:16). Este «ósculo santo» (osculum pacis) era un signo de unidad entre los fieles antes de recibir la Eucaristía, como preparación para el Banquete Sagrado.
Con el tiempo, para evitar desordenes y mantener la reverencia, la Iglesia reglamentó este gesto. En lugar de besarse directamente, se introdujo un objeto sagrado que simbolizaba la paz: el Portapaz.
B. Desarrollo Litúrgico en la Edad Media
Durante la Misa solemne en el Rito Tridentino, el Portapaz se usaba después del Agnus Dei. El sacerdote besaba el altar (símbolo de Cristo) y luego el Portapaz, diciendo: «Pax tecum» («La paz sea contigo»). Un acólito o monaguillo lo llevaba a los fieles, comenzando por la primera persona del banco, quien lo besaba y lo pasaba al siguiente, repitiendo el saludo.
Este gesto no era un mero formalismo, sino una profunda expresión de reconciliación y amor fraterno, recordando las palabras de Cristo: «Si al presentar tu ofrenda en el altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda y ve primero a reconciliarte con tu hermano» (Mateo 5:23-24).
II. Significado Teológico: La Paz como Don de Cristo
El Portapaz no era un simple saludo, sino un sacramental que expresaba realidades espirituales:
- La Paz de Cristo: No es una paz mundana, sino la que brota de la Cruz (Juan 14:27).
- La Unidad de la Iglesia: Al pasarlo, los fieles manifestaban que eran «un solo Cuerpo en Cristo» (Romanos 12:5).
- Reconciliación: Antes de comulgar, debían estar en gracia y caridad con el prójimo.
III. Guía Práctica: ¿Cómo se Usaba el Portapaz?
A. El Ritual en la Misa Tradicional
- Momento: Después del Agnus Dei, antes de la Comunión.
- Gestos:
- El sacerdote besa el altar y luego el Portapaz.
- Un monaguillo lo lleva a los fieles, diciendo: «Pax tecum».
- El primer fiel lo besa, responde «Et cum spiritu tuo», y lo pasa al siguiente.
- Disposición interior: Quien lo recibía debía hacerlo con reverencia, recordando que era un signo sagrado.
B. ¿Por qué ya no se usa?
Con la reforma litúrgica post-Vaticano II, se simplificaron muchos ritos, y el gesto de la paz se trasladó a un apretón de manos entre los fieles. Sin embargo, en algunas Misas tradicionales aún se conserva el Portapaz.
IV. Relevancia Actual: Recuperar el Espíritu del Portapaz
Hoy, cuando muchos católicos asisten a Misa sin conocer a sus vecinos de banco, el Portapaz nos desafía:
- A vivir la caridad: No basta con dar la paz mecánicamente; debemos cultivar la unidad.
- A recuperar lo sagrado: El Portapaz nos recuerda que la paz es un don divino, no un mero saludo.
- A prepararnos para la Comunión: Como los primeros cristianos, debemos examinar si estamos en gracia antes de acercarnos al Sacramento.
¿Cómo aplicarlo hoy?
- Si asistes a una Misa tradicional, participa con devoción en este rito.
- En la Misa moderna, vive el gesto de la paz con verdadero espíritu de reconciliación.
- En casa, ten una réplica del Portapaz como recordatorio de la paz que Cristo nos dejó.
Conclusión: Un Llamado a la Unidad Fraterna
El Portapaz no es una reliquia del pasado, sino una invitación a vivir la auténtica paz cristiana. En un mundo dividido, los católicos estamos llamados a ser instrumentos de esa paz, empezando por nuestra vida sacramental y comunitaria.
Como decía San Francisco de Asís: «Señor, hazme un instrumento de tu paz». Que el espíritu del Portapaz renazca en nuestros corazones y en nuestras parroquias.
Pax Christi sit semper vobiscum. (La paz de Cristo esté siempre con vosotros).
¿Conocías el Portapaz? ¡Comparte en comentarios cómo vives el gesto de la paz en tu parroquia!