Introducción: Un Papa que nunca fue
Imagina por un momento que alguien menciona al «Papa Juan XX». Puede que, instintivamente, pienses en San Juan XXIII. Pero no. No estamos hablando de Angelo Roncalli, sino de un Papa que —en teoría— existió entre los siglos XIII y XV… y que, sin embargo, nunca ocupó la Sede de Pedro.
Este artículo no trata de una novela de Dan Brown, ni de una teoría conspirativa. Hablamos de un fenómeno real de la historia de la Iglesia: la inclusión durante siglos de un «Papa Juan XX» que jamás existió, y cómo su figura fantasma nos interpela profundamente hoy, en tiempos de confusión doctrinal, crisis de autoridad y necesidad urgente de discernimiento espiritual.
La historia de Juan XX no solo nos revela un error humano en una institución divina. También nos habla de cómo la Verdad se abre paso incluso en medio de las sombras, y de cómo cada cristiano está llamado a vivir con los ojos abiertos, el corazón firme y la fe anclada no en los rumores, sino en Cristo.
I. Historia de un Papa fantasma: ¿De dónde salió Juan XX?
1. El contexto del Gran Cisma de Occidente
La historia de Juan XX empieza a enredarse con uno de los periodos más complejos de la Iglesia: el Gran Cisma de Occidente (1378-1417), cuando varios Papas y antipapas se disputaban la autoridad en la Iglesia, unos en Roma, otros en Aviñón. Fue un tiempo de profunda división, en el que la unidad del Cuerpo Místico de Cristo se vio profundamente herida.
Durante este periodo, la cronología papal se volvió confusa. El caos de nombres, títulos, antipapas y legítimos sucesores de Pedro hizo que algunos cronistas creyeran erróneamente que había existido un “Juan XX” en la sucesión papal.
2. El error que se perpetuó durante siglos
Cuando Angelo Giuseppe Roncalli fue elegido Papa en 1958, y eligió llamarse «Juan XXIII», sorprendió al mundo. ¿Por qué no se llamó «Juan XXIV», si en las listas papales existía ya un «Juan XX»?
La respuesta fue contundente: no hubo tal Papa. Nunca existió Juan XX.
Roncalli reconoció públicamente que, tras consultar con historiadores y teólogos, se confirmó que la inclusión del Papa Juan XX en las listas papales era un error histórico, nacido de confusión y perpetuado por siglos.
II. Lecciones teológicas del “Papa que no fue”
1. La Iglesia es humana y divina
Este episodio nos recuerda que la Iglesia no es solo divina, sino también humana. En su estructura visible, puede haber errores, confusión, defectos. Pero a pesar de eso, la guía del Espíritu Santo no abandona a la Iglesia.
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16,13)
Aunque los hombres yerremos, la Iglesia como institución fundada por Cristo permanece fiel. Incluso un error tan insólito como un Papa que nunca existió fue finalmente corregido, mostrando que la Verdad siempre se impone.
2. El valor del discernimiento
Vivimos en una era de fake news, redes sociales llenas de ruido, “profetas” que surgen por doquier, y hasta teorías sobre Papas ocultos o herejes. En este contexto, la figura de Juan XX se convierte en símbolo de la necesidad urgente de discernimiento y verdad.
La confusión histórica de su existencia nos impulsa a no creer cualquier cosa porque “parece oficial” o “lo escuché en internet”. La fe necesita ser nutrida por la verdad, no por la superstición.
3. La humildad ante el error
El caso Juan XX nos enseña también que reconocer errores no debilita a la Iglesia; la purifica. Cuando Juan XXIII decidió ignorar al “fantasma” y retomar el nombre con plena conciencia, estaba haciendo un acto de limpieza histórica y teológica.
Así también nosotros debemos aprender a aceptar nuestras equivocaciones, confesarlas y corregirlas. Solo así se crece en verdad.
III. Una guía espiritual: Cómo vivir en verdad en tiempos de confusión
¿Qué nos puede enseñar este episodio, tan aparentemente anecdótico, para nuestra vida espiritual diaria? Mucho más de lo que parece.
1. Busca la verdad, aunque duela
La historia del Papa Juan XX nos desafía a no conformarnos con versiones cómodas o erróneas de la realidad, incluso dentro de la Iglesia. Hay que estudiar, formarse, preguntar, profundizar.
Lee el Catecismo, estudia los documentos del Magisterio, consulta fuentes fidedignas. No dejes tu fe en manos de rumores o de opiniones de redes sociales.
📌 Práctica diaria: Dedica 10 minutos cada día a estudiar algún texto magisterial auténtico o una lectura espiritual sólida. Que tu fe esté cimentada, no improvisada.
2. Discierne lo que oyes
Si un error como el de Juan XX pudo colarse en los registros oficiales por siglos, cuánto más fácilmente puede filtrarse hoy el error en nuestras conversaciones, predicaciones y catequesis. El demonio es el padre de la mentira, y usa medias verdades para enredar la mente.
📖 San Pablo lo advirtió:
“Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones” (2 Timoteo 4,3)
📌 Práctica diaria: Cuando escuches algo que te genere duda (una noticia, una doctrina, una interpretación), no lo tomes por cierto automáticamente. Pregunta: ¿lo enseña la Iglesia? ¿Está en el Magisterio? ¿Lo dijo realmente Cristo o los Apóstoles?
3. Corrige con caridad
La corrección del error de Juan XX no fue escandalosa ni violenta. Fue serena, humilde, clara. Así debemos actuar también nosotros.
Si ves a alguien creyendo o difundiendo errores de fe, ayúdale con caridad, no con soberbia. No para humillar, sino para guiar. No para discutir, sino para sanar.
📌 Práctica diaria: Revisa tu entorno: ¿hay hermanos confundidos o mal informados? ¿Puedes recomendarles una lectura, una charla, una cita bíblica? Hazlo. La verdad es caridad cuando se ofrece con ternura.
IV. Aplicaciones actuales: El “Juan XX” de nuestro tiempo
Hoy no nos enfrentamos a un Papa fantasma, pero sí a muchas doctrinas fantasma, espiritualidades de humo, liturgias sin alma, predicadores sin cruz.
El caso de Juan XX es un espejo de lo que puede pasar cuando dejamos que el sentimentalismo o la confusión reemplacen a la Verdad.
- El “Juan XX” actual puede ser esa misa sin reverencia que parece válida, pero está vacía.
- Puede ser esa catequesis moderna que no menciona el pecado, ni el infierno.
- Puede ser esa espiritualidad “de Instagram” que predica un Dios sin exigencias, una fe sin sacrificio, una Iglesia sin Cruz.
Pero Cristo no fundó una Iglesia para entretener, sino para salvar. Y solo quien ama la verdad, aunque duela, encontrará la vida eterna.
Conclusión: El error que nos iluminó
En un mundo donde todo se cuestiona, incluso lo que es evidente, la historia de Juan XX —el Papa que nunca existió— se convierte en una parábola de nuestros tiempos.
Nos recuerda que:
- La verdad no depende de lo que se repita, sino de lo que sea cierto.
- La autoridad de la Iglesia es divina, pero su historia está marcada por nuestra fragilidad humana.
- Dios corrige los errores de su Pueblo, no para humillarlo, sino para sanarlo.
Y sobre todo, nos enseña que cada cristiano tiene el deber de vivir con los ojos abiertos, la mente iluminada y el corazón firme, sabiendo que solo la Verdad nos hará libres.
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8,32)
Oración final
Señor Jesús,
Tú que eres la Verdad encarnada,
líbranos de las mentiras del mundo y de las medias verdades que oscurecen tu luz.
Danos sed de conocimiento y discernimiento en estos tiempos de confusión.
Que nunca aceptemos la mentira, aunque se vista de piedad.
Y que siempre busquemos tu rostro,
aunque eso nos cueste el consuelo momentáneo del error.
Amén.