Cuando entramos en una iglesia, nuestros sentidos se ven envueltos en un ambiente sagrado: el aroma del incienso, la luz tamizada por los vitrales, el silencio reverente. Entre todos los elementos que configuran el espacio litúrgico, hay uno que a menudo pasa desapercibido, pero que encierra un profundo significado espiritual: el ambón.
El ambón no es un simple atril donde se leen las Escrituras; es un lugar privilegiado desde donde resuena la voz de Dios en la asamblea. Es, en cierto sentido, un eco del Sinaí, desde donde Dios habló a su pueblo, y del sepulcro vacío, desde donde el ángel anunció la Resurrección de Cristo. En este artículo exploraremos su historia, su significado teológico y su impacto en nuestra vida cristiana.
1. ¿Qué es el Ambón?
El ambón es el lugar elevado dentro del presbiterio desde donde se proclaman las lecturas bíblicas en la Misa. No debe confundirse con el púlpito, que en algunas iglesias antiguas se utilizaba para la predicación. Litúrgicamente, el ambón es exclusivo para la proclamación de la Palabra de Dios y ciertos anuncios litúrgicos.
El Orden General del Misal Romano (OGMR) establece que:
«La dignidad de la Palabra de Dios requiere que en la iglesia haya un lugar que favorezca su anuncio y hacia el cual, durante la Liturgia de la Palabra, se vuelva espontáneamente la atención de los fieles» (OGMR, 309).
Su diseño varía según la tradición y el estilo de la iglesia, pero debe ser un lugar digno, elevado y fijo, nunca un simple atril portátil.
2. Un Lugar de Encuentro con Dios
La Iglesia enseña que la liturgia es un encuentro con el Misterio de Dios. En la Liturgia de la Palabra, Cristo mismo está presente y nos habla:
“Cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras, es Dios mismo quien habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio” (Constitución sobre la Sagrada Liturgia, 7).
Este principio es crucial para comprender la importancia del ambón. Desde allí, no es un lector quien simplemente lee un texto, sino que es Dios mismo quien se dirige a su pueblo.
En cierto sentido, el ambón es análogo al altar: así como el altar es el lugar del Sacrificio Eucarístico, el ambón es el lugar del banquete de la Palabra. Ambos son mesas espirituales donde Dios alimenta a sus hijos.
3. El Ambón en la Historia de la Iglesia
Desde los primeros siglos del cristianismo, las iglesias han contado con un lugar especial para la proclamación de la Palabra. En las basílicas antiguas existían estructuras elevadas llamadas ambones, desde donde se proclamaban las lecturas y el Evangelio.
Durante la Edad Media, los ambones fueron perdiendo relevancia y fueron reemplazados por los púlpitos, que eran más adecuados para la predicación. Sin embargo, con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, se restauró la importancia del ambón como lugar propio para la proclamación de la Palabra de Dios.
4. Significado Teológico del Ambón
a) El Ambón y el Monte Sinaí
En el libro del Éxodo, Dios se revela a Moisés y entrega su Ley en el monte Sinaí. El ambón es una imagen de este monte sagrado, pues desde allí Dios sigue hablándonos en su Palabra.
«Entonces Moisés subió hacia Dios, y el Señor lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob y anunciarás a los hijos de Israel» (Éxodo 19,3).
Cada vez que se proclama la Escritura desde el ambón, es como si estuviéramos al pie del Sinaí, escuchando a Dios que nos habla.
b) El Ambón y el Sepulcro Vacío
En la Vigilia Pascual, la Iglesia proclama la Resurrección del Señor desde el ambón, y es significativo que en las antiguas basílicas de Roma los ambones estuvieran decorados con relieves que representaban el sepulcro vacío.
«No está aquí; ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde lo pusieron» (Mateo 28,6).
El ambón es, en cierto modo, el lugar donde el Evangelio de la Resurrección sigue resonando.
c) El Ambón y la Encarnación
Cuando la Palabra es proclamada, el Verbo se hace carne en medio de la comunidad cristiana. San Jerónimo decía:
«Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo».
Desde el ambón, la Iglesia proclama a Cristo, el Verbo eterno de Dios, hecho hombre para nuestra salvación.
5. Aplicaciones Prácticas en Nuestra Vida
a) Escuchar con Atención y Reverencia
Cuando asistimos a la Misa, debemos recibir la Palabra con un corazón abierto. No es un simple texto antiguo, sino una Palabra viva que nos interpela hoy.
b) Prepararnos Antes de la Misa
Es recomendable leer con anticipación las lecturas del día para comprenderlas mejor y meditarlas en oración.
c) Aplicar la Palabra en Nuestra Vida
Jesús nos exhorta a ser no solo oyentes, sino también hacedores de la Palabra:
«Sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores que se engañan a sí mismos» (Santiago 1,22).
Debemos preguntarnos: ¿qué me dice hoy la Palabra de Dios? ¿Cómo puedo vivirla en mi familia, en mi trabajo, en mi comunidad?
Conclusión: Redescubrir el Valor del Ambón
El ambón no es un simple atril; es un lugar sagrado donde Dios nos habla. Es un eco del Sinaí, un reflejo del sepulcro vacío y un recordatorio de que el Verbo sigue habitando entre nosotros.
La próxima vez que estemos en Misa y escuchemos la Palabra desde el ambón, recordemos que Dios mismo nos está hablando. Escuchemos con fe, meditemos su mensaje y llevémoslo a la vida diaria, porque solo así la Palabra se hará fecunda en nosotros.
Que cada ambón en nuestras iglesias sea un farol de luz en el camino de nuestra fe, y que cada corazón cristiano sea un terreno fértil donde la Palabra dé fruto abundante.