En un mundo cada vez más secularizado, donde los valores cristianos son desplazados y la fe parece tambalearse en el corazón de muchos, surge una pregunta crucial: ¿qué ha sucedido con el fervor, el compromiso y la fortaleza del catolicismo? Más aún, ¿cómo podemos recuperarlo? El concepto de «catolicismo militante» no solo es un llamado a una fe activa, sino un deber espiritual y moral para todo fiel católico que anhela un renacer de la Iglesia en estos tiempos convulsos. Este artículo busca profundizar en las raíces de este llamado, iluminado por la teología de Santo Tomás de Aquino, y ofrecer una guía práctica para encender nuevamente el fuego de la fe.
¿Qué es el Catolicismo Militante?
El término «militante» a menudo puede evocar imágenes de conflicto o lucha, y, en efecto, así es: el catolicismo militante implica combatir. Sin embargo, esta batalla no es violenta, sino espiritual, intelectual y moral. Es una lucha contra el pecado, contra la tibieza que ha invadido los corazones de muchos católicos y contra las fuerzas del mal que buscan desplazar a Dios del centro de la vida humana.
Santo Tomás de Aquino nos enseña que el cristiano no debe ser un espectador pasivo, sino un soldado en la milicia de Cristo. En su obra monumental, la Summa Theologiae, Tomás destaca que el hombre debe esforzarse continuamente hacia el bien y resistir al mal con valentía y virtud. Este esfuerzo requiere no solo de una fe interior sólida, sino de acciones concretas que reflejen la verdad del Evangelio.
La Pérdida de Influencia del Catolicismo: Una Reflexión Sobre la Tibieza
En las últimas décadas, hemos sido testigos de un fenómeno alarmante: la tibieza y la pasividad han invadido a muchos cristianos. Se ha permitido que el secularismo avance sin oposición, mientras los católicos parecen haber olvidado su identidad y misión. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
- La Cultura de la Comodidad: El auge del consumismo y el individualismo ha debilitado el sentido de sacrificio y compromiso cristiano. Muchos prefieren un catolicismo «light», que no incomode ni desafíe las ideologías modernas.
- El Relativismo Moral: La verdad objetiva, núcleo del cristianismo, ha sido reemplazada por un relativismo que niega la existencia del bien y del mal absolutos. Esto ha debilitado la confianza de muchos católicos en proclamar su fe.
- La Falta de Formación: Muchos católicos desconocen las riquezas de su fe, lo que los hace vulnerables a las corrientes del mundo. Santo Tomás de Aquino enfatizaba la importancia de la razón iluminada por la fe, pues sin una adecuada formación, los fieles quedan sin armas para defender la verdad.
- El Abandono de la Tradición: La pérdida del respeto por la tradición litúrgica, teológica y moral de la Iglesia ha contribuido al debilitamiento de su influencia. El catolicismo, cuando se separa de sus raíces, pierde su identidad y poder transformador.
Recuperar el Espíritu Militante: Una Llamada a la Acción
La solución al declive del catolicismo no pasa por adaptarse al mundo, sino por recuperar aquello que lo hizo grande: su fidelidad a Cristo, su fortaleza espiritual y su compromiso con la verdad. ¿Cómo puede cada católico responder a este llamado?
1. Volver a las Fuentes: La Oración y la Eucaristía
La oración constante y la participación activa en la Eucaristía son la base de cualquier renovación espiritual. La Eucaristía, como el sacrificio perfecto de Cristo, es la fuente de fortaleza para el alma militante. Los católicos deben reavivar su amor por la Santa Misa, especialmente en su forma tradicional, donde la reverencia y el sentido de lo sagrado son palpables. Santo Tomás describía la Eucaristía como el «sacramento de los sacramentos», el alimento que da vida al espíritu.
2. Formación Intelectual y Moral
En un mundo que celebra la ignorancia y el sentimentalismo, el católico militante debe formarse en la verdad. Esto implica estudiar el Catecismo, los documentos de la Iglesia y los grandes textos de la tradición, como los escritos de Santo Tomás de Aquino. La fe y la razón, como dos alas de una misma ave, permiten al cristiano comprender y defender su fe ante el mundo.
3. Valorar la Tradición
El catolicismo no es una moda pasajera; es una herencia viva que conecta a los fieles con siglos de sabiduría divina. Los sacramentos, la liturgia tradicional, las devociones marianas y la enseñanza de los Padres de la Iglesia son tesoros que deben redescubrirse. La tradición no es un lastre, sino una brújula que guía al creyente hacia Dios.
4. Una Fe Visible y Activa
El catolicismo militante exige valentía. Esto significa ser testigos visibles de Cristo en todos los ámbitos de la vida: en el trabajo, en la familia y en la sociedad. No basta con vivir la fe en privado; el mundo necesita ver católicos que hablen y actúen con coherencia. Como decía San Pablo, “prediquen a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2).
Aplicaciones Prácticas para el Católico Militante
Para aplicar estos principios en la vida diaria, el católico puede seguir estos pasos concretos:
- Rezar el Rosario Diario: La Virgen María es la mayor aliada en esta batalla espiritual. El Rosario no solo fortalece el alma, sino que también es un arma poderosa contra el mal.
- Participar Activamente en la Iglesia: Asistir regularmente a los sacramentos, involucrarse en grupos parroquiales y colaborar en iniciativas pro-vida, caritativas y educativas.
- Evangelizar con Caridad y Verdad: Compartir la fe con amor, pero sin comprometer la verdad, es una de las misiones más importantes del católico. Esto incluye corregir errores y anunciar el Evangelio sin miedo.
- Vivir en Comunión con Otros Católicos Fieles: La comunidad es esencial para mantenerse fuerte. Buscar grupos que valoren la tradición y el fervor es clave para perseverar en la fe.
- Ofrecer Sacrificios por la Iglesia: Santo Tomás de Aquino nos recuerda que los actos de virtud perfeccionan el alma. Los sacrificios ofrecidos por la conversión de los pecadores y la santidad de la Iglesia son una obra de misericordia invaluable.
Un Llamado Final: Restaurar el Reino de Cristo
El catolicismo militante no es una opción, sino una necesidad urgente. En palabras de León XIII, «todo católico debe ser apóstol». Cada fiel tiene la responsabilidad de restaurar el Reino de Cristo en un mundo que lo rechaza. Esto comienza con un corazón encendido por el amor a Dios y una vida que refleje su gloria.
El tiempo de la pasividad ha terminado. Es hora de levantarse, con la armadura de la fe y la espada del Espíritu, para proclamar a Cristo como Señor de la historia. Como decía Santo Tomás, «La fe sin obras está muerta». No permitamos que la tibieza y el miedo definan nuestra generación. ¡Seamos los católicos militantes que el mundo necesita!
¿Estás dispuesto a aceptar el desafío? La batalla comienza ahora.