Introducción: Una espera llena de gloria
Jesús no ascendió inmediatamente al cielo tras su gloriosa resurrección. Según el testimonio de los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, esperó cuarenta días para subir al cielo. Este período, cargado de simbolismo, no fue tiempo perdido ni un simple paréntesis. Fue una escuela espiritual, un seminario vivo, una preparación para la misión que cambiaría el curso de la historia.
¿Por qué esperó Jesús 40 días para ascender? ¿Qué significado tiene este número en la historia de la salvación? ¿Qué hizo durante esos días? ¿Y qué podemos aprender hoy, como creyentes del siglo XXI, de esta espera santa?
Vamos a desglosar, paso a paso, el profundo contenido teológico, bíblico y pastoral de este lapso tan decisivo, para descubrir que esos cuarenta días siguen hablando con fuerza al corazón de la Iglesia y de cada uno de nosotros.
1. La cronología sagrada: ¿Qué dicen las Escrituras?
La base bíblica de los 40 días se encuentra en el libro de los Hechos de los Apóstoles:
“A ellos se presentó vivo después de su pasión, con muchas pruebas convincentes, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios.”
— Hechos 1,3
El número no es casual. Es una elección divina, una pedagogía de Dios que ya habíamos visto en múltiples momentos de la historia de la salvación:
- 40 días llovió el diluvio en tiempos de Noé (Génesis 7,12)
- 40 años estuvo el pueblo de Israel en el desierto (Números 14,33-34)
- 40 días ayunó Moisés en el Sinaí (Éxodo 34,28)
- 40 días caminó Elías hacia el Horeb (1 Reyes 19,8)
- 40 días ayunó Jesús en el desierto antes de comenzar su ministerio público (Mateo 4,2)
Cada uno de estos momentos marca un tiempo de purificación, preparación y transformación. Y así también lo fue para los discípulos: los 40 días después de la Resurrección fueron un tiempo para pasar del miedo a la misión, del desconcierto a la certeza, de la tristeza a la alegría pascual.
2. ¿Qué hizo Jesús durante esos 40 días?
Lejos de desaparecer, Jesús se hace presente de un modo nuevo: glorioso, inmortal, pero al mismo tiempo cercano, tangible y real. No es un fantasma ni una idea, es el mismo Cristo resucitado que comió, habló y caminó con los suyos.
Algunas de las apariciones más destacadas en este período son:
- A María Magdalena en el jardín (Jn 20,11-18)
- A los discípulos en el camino de Emaús (Lc 24,13-35)
- A los Once en el Cenáculo (Lc 24,36-49; Jn 20,19-23)
- A Tomás el incrédulo (Jn 20,24-29)
- A los discípulos en el lago de Tiberíades (Jn 21)
- A más de quinientos hermanos a la vez (1 Cor 15,6)
- Y finalmente, en el monte de la Ascensión (Hch 1,6-11)
En todas estas apariciones, Jesús realiza tres acciones fundamentales:
- Confirma la fe de los discípulos: ya no basta con seguirle, ahora deben creer en Él como el Señor resucitado.
- Abre las Escrituras: explica cómo todo lo que sucedió estaba ya anunciado, y les da la clave para entenderlas.
- Los prepara para la misión: no los deja huérfanos, sino que les promete el Espíritu Santo y los envía a evangelizar el mundo.
3. La relevancia teológica del número 40
El número 40, en la Biblia, representa un tiempo completo de prueba o preparación. No es una cifra aleatoria, sino que habla del paso de la antigua a la nueva creación. Con la resurrección, comienza una nueva etapa en la historia humana: el Reino de Dios ha irrumpido definitivamente.
Durante esos 40 días, Jesús:
- Manifiesta su victoria sobre la muerte
- Inicia el tiempo de la Iglesia, preparando a sus apóstoles como testigos
- Muestra que el cuerpo resucitado no es mera espiritualización, sino transfiguración de lo creado
- Anticipa la vida eterna, revelando el destino final del ser humano
Es un tiempo de transición: Cristo ya no camina con nosotros como antes, pero tampoco nos deja solos. Estos días preparan el gran misterio de la Ascensión y luego la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés.
4. Aplicaciones prácticas: cómo vivir hoy estos 40 días
Aunque no todos los años tenemos un calendario litúrgico que detalle cada uno de los 40 días entre la Pascua y la Ascensión, la Iglesia los celebra en su conjunto como el Tiempo Pascual.
Aquí una guía teológica y pastoral para aprovechar este período en nuestra vida diaria:
🕊️ 1. Vivir en la alegría pascual
No es alegría superficial, sino certeza profunda de que Cristo ha vencido. Eso transforma nuestra mirada sobre el sufrimiento, la muerte, la enfermedad, y todo lo que nos abruma.
Consejo práctico: Haz un diario pascual donde cada día anotes un motivo de alegría que nace de la fe en Cristo resucitado.
📖 2. Dejarse enseñar por el Resucitado
Jesús dedicó esos días a enseñar. Hoy sigue haciéndolo en la oración, la lectura de la Palabra y la liturgia.
Consejo práctico: Dedica tiempo cada día a leer los Evangelios pascuales (Jn 20-21, Lc 24, Mt 28, Mc 16) y medítalos como si fueras uno de los discípulos.
🙌 3. Reavivar la fe en la Eucaristía
Jesús resucitado se hace presente en el pan partido.
Consejo práctico: Participa en la Eucaristía con más fervor, especialmente en los domingos pascuales, y redescubre el valor del Sacramento como encuentro real con el Resucitado.
🕯️ 4. Prepararse para ser testigo
Los discípulos no se quedaron contemplando el cielo. El mismo Jesús les dijo:
“Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos…” (Hechos 1,8)
Consejo práctico: Haz una lista de personas a quienes podrías anunciar el Evangelio con tus palabras, tu testimonio o una obra de misericordia.
🔥 5. Anhelar el Espíritu Santo
El final de los 40 días marca el comienzo del Cenáculo, donde los apóstoles oran esperando Pentecostés.
Consejo práctico: Cada noche, ora una breve invocación: “Ven, Espíritu Santo, y renueva mi vida como renovaste la faz de la tierra en Pentecostés.”
5. El mensaje para hoy: vivir en transición con esperanza
Muchos cristianos viven en un “entretiempo espiritual”: entre la fe heredada y la fe vivida, entre el dolor y la sanación, entre la cruz y la alegría de la resurrección. Los 40 días de Jesús son también nuestros 40 días, porque cada uno de nosotros está llamado a vivir esa transición del miedo a la misión.
Como entonces, Cristo resucitado sigue:
- Apareciendo en lo cotidiano
- Revelándose en la Palabra
- Partiendo el pan con nosotros
- Llamándonos por nuestro nombre
Y finalmente, sube al cielo no para dejarnos, sino para abrirnos el camino hacia el Padre. La Ascensión no es despedida, sino promesa cumplida:
“Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20)
Conclusión: ¿y tú, qué harás con tus 40 días?
La historia no se detuvo en la tumba vacía. Comenzó un tiempo nuevo, de espera activa, de crecimiento en la fe, de apertura al Espíritu.
Los 40 días entre la resurrección y la ascensión son una llamada personal:
- A madurar en la fe
- A abrir los ojos a la presencia viva de Cristo
- A vivir como resucitados en medio de un mundo herido
Que este tiempo pascual no pase sin dejar huella. Cristo ha vencido la muerte. Ahora nos toca vivir como quienes creen verdaderamente que el cielo está abierto.