«Esta es una generación malvada”: Lo que Jesús denuncia… y lo que el mundo no quiere escuchar

Introducción: Una frase tan antigua como actual

“Esta generación es una generación malvada; pide un signo, pero no se le dará otro signo que el de Jonás” (Lc 11,29). Estas palabras no son de un profeta cualquiera ni de un moralista resentido. Son de Jesús. Y no están dirigidas a terroristas, corruptos o criminales, sino a una generación… como la nuestra: sofisticada, exigente, incrédula y espiritualmente tibia. Una generación que exige pruebas, pero desprecia la fe; que idolatra el progreso, pero detesta la verdad; que consume espiritualidad a su medida, pero rechaza la cruz.

¿Es posible que estas duras palabras se apliquen también a nosotros, hoy? No sólo es posible: es urgente que lo reconozcamos.


I. Lucas 11: Una denuncia profética del corazón humano

Para comprender el peso de esta acusación de Jesús, debemos sumergirnos en el contexto del capítulo 11 del Evangelio según san Lucas. Allí, el Señor desarrolla una profunda enseñanza que confronta directamente la hipocresía, la incredulidad y la corrupción espiritual de su tiempo… y del nuestro.

1. El capítulo en contexto

Lucas 11 se abre con una escena hermosa: Jesús enseñando a orar a sus discípulos. Les entrega el Padrenuestro (vv. 1-4), les anima a la confianza en Dios (vv. 5-13) y luego realiza una liberación de un endemoniado (v. 14). Pero a partir de allí, comienza un conflicto abierto. Algunos testigos acusan a Jesús de expulsar demonios por el poder de Belzebú (v. 15), y otros le exigen un signo (v. 16).

Es entonces cuando Cristo lanza una advertencia demoledora:

“Esta generación es una generación malvada; pide un signo, pero no se le dará otro signo que el de Jonás” (Lc 11,29).

Y continúa con una lección teológica que debemos examinar con seriedad.


II. “Generación malvada”: ¿Qué significa?

El término “generación” (griego: γενεά) no se refiere solamente a un grupo de personas nacidas en una época concreta, sino a una mentalidad, a un espíritu común. Jesús denuncia una actitud colectiva: la de una sociedad que vive de espaldas a Dios, incluso cuando Él se manifiesta en medio de ellos.

Una “generación malvada” es:

  • Una sociedad materialista, que sólo cree en lo que puede ver y tocar.
  • Una sociedad racionalista, que exige pruebas pero desprecia los signos divinos.
  • Una sociedad hipócrita, que se justifica a sí misma mientras condena lo sagrado.
  • Una sociedad religiosa de apariencia, pero espiritualmente vacía.

¿Te resulta familiar? Basta con mirar las redes sociales, los titulares de noticias o las leyes que rigen nuestros países para ver el reflejo de esta generación malvada.


III. El signo de Jonás: ¿Qué quiere decir Jesús?

Jesús no concede un signo milagroso a esa generación, pero sí les señala uno: el signo de Jonás.

“Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre para esta generación” (Lc 11,30).

¿Cuál fue el signo de Jonás?

Jonás, el profeta, fue tragado por un gran pez y estuvo en su vientre tres días y tres noches. Luego fue vomitado y predicó a Nínive, que se convirtió. Este signo es un anuncio profético de lo que haría Cristo: morir, estar en el sepulcro y resucitar al tercer día.

La resurrección de Cristo es el gran signo, el signo definitivo, el que supera todos los milagros. Y sin embargo, es también el signo más rechazado por el mundo.

Los ninivitas creyeron en Jonás, un profeta reticente, pero esta generación no cree ni siquiera en Jesucristo resucitado.


IV. Teología de la denuncia: Jesús como juez del corazón humano

No nos gusta pensar en un Jesús que denuncia. Preferimos imaginarlo como el Buen Pastor, el Amigo, el Médico. Y lo es. Pero también es el Profeta, el Verbo encarnado que desenmascara el pecado, el Juez de vivos y muertos.

Lucas 11 está lleno de “¡Ay de vosotros!”:

  • “¡Ay de vosotros, fariseos!” (v. 42): Por dar limosna, pero descuidar la justicia y el amor de Dios.
  • “¡Ay de vosotros, doctores de la ley!” (v. 46): Por imponer cargas pesadas a los demás, sin mover un dedo para aliviarlas.
  • “¡Ay de vosotros, que construís los sepulcros de los profetas a quienes vuestros padres mataron!” (v. 47): Hipocresía histórica.

Cristo no condena por odio, sino por amor exigente, por ese amor que no se conforma con la mediocridad. El amor verdadero no mima al alma, sino que la purifica.


V. Aplicaciones prácticas: ¿Somos también una generación malvada?

La respuesta es incómoda: , lo somos. Porque repetimos los mismos errores de aquel tiempo. Veamos algunos ejemplos concretos:

1. Exigimos pruebas, pero no buscamos la fe

Queremos ver milagros, pero no cambiamos de vida. Acudimos a retiros, charlas, eventos espirituales, pero seguimos en pecado mortal, en indiferencia, en frialdad.

2. Queremos un Cristo sin cruz

Como Herodes, deseamos que Jesús haga un “show”, que nos entretenga, que nos haga sentir bien. Pero no queremos que nos hable de arrepentimiento, de infierno, de renuncia. Queremos un evangelio sin exigencias.

3. Adoramos a la ciencia como nuevo dios

La ciencia, buena en sí misma, ha sido idolatrada. Ahora se usa para justificar aberraciones éticas: aborto, eutanasia, transhumanismo. Esta generación ha desplazado a Dios para rendirse ante la tecnología y el placer.

4. Religión de fachada, sin conversión

Muchos se dicen “católicos”, pero viven en incoherencia: comulgan en pecado mortal, apoyan ideologías contrarias a la fe, rechazan el magisterio moral de la Iglesia.


VI. Camino pastoral: ¿Qué debemos hacer?

La denuncia de Jesús no es para destruir, sino para llamar a la conversión. Hay salida. Hay salvación. Pero debemos actuar.

1. Volver al signo de Jonás: la Resurrección

Volver a creer con todo el corazón que Cristo resucitado es el centro de nuestra vida. Celebrar los sacramentos, vivir la Eucaristía, confesar nuestros pecados, dejar que la gracia nos transforme.

2. Convertirse como Nínive

Nínive, la ciudad pagana, escuchó a Jonás y se convirtió. ¿No haremos lo mismo nosotros, que tenemos a Jesús, al Espíritu Santo y a la Iglesia?

“Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán” (Lc 11,32).

Esto no es una metáfora. ¡Es una advertencia real! Los paganos convertidos nos juzgarán si nosotros, con tanta luz, seguimos en tinieblas.

3. Romper con la tibieza

No basta con “ser buena persona”. Cristo no vino a mejorar la moral, vino a salvarnos del infierno y abrirnos las puertas del Cielo. Vivir una fe radical, coherente, sin doble vida, es la única respuesta adecuada al amor de Dios.

4. Formarse espiritualmente

No se puede amar lo que no se conoce. Estudiar el Catecismo, leer las Escrituras, acercarse a los padres de la Iglesia, vivir la Tradición: esto nos fortalece frente al error y la confusión de nuestro tiempo.


VII. Esperanza para una generación malvada

Aunque esta generación sea malvada, Dios no la ha abandonado. Aún hay tiempo. Todavía hay profetas, santos, mártires modernos, almas fieles que oran y reparan. ¡Tú puedes ser una de ellas!

“Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (cf. Ez 18,23).

La Virgen María, Madre de la Iglesia y Señora del Apocalipsis, no deja de interceder por nosotros. Ella es el arca en medio del diluvio, la estrella en la noche oscura. Refugiémonos en su Inmaculado Corazón.


Conclusión: La hora de decidir

Jesús sigue hablando. No desde una colina en Galilea, sino desde el Sagrario, desde el Evangelio, desde la voz de su Iglesia. Sigue diciendo:

“Esta generación es una generación malvada…”

La pregunta es: ¿seguirás siendo parte de ella? ¿O serás parte del pequeño resto fiel, que no dobla la rodilla ante los ídolos del mundo?

Tú decides. Pero recuerda: no se dará otro signo que el de Jonás. Y ese signo está ante ti: Cristo muerto y resucitado. Cree en Él. Conviértete. Y serás luz en medio de la oscuridad de esta generación.


“Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar oculto… Tu ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Lc 11,33-34).

Que nuestros ojos vean. Que nuestro corazón despierte. Que nuestra generación, aunque malvada, sea transformada… por la gracia.

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Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in ten­ta­tiónem; sed líbera nos a malo. Amen.

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